A ella...

A ella.




A ella,
con quién muchas veces por las calles
hemos caminado juntos
recorriendo la ciudad,
Diós sabe cuanto la quise
cuanto daba por su felicidad.

A ella,
que lo ha olvidado todo
y que no le importó mi dolor,
muchas veces apoyada en mi hombro
me contó su soledad,
que me quería y me amaba
como a nadie amó jamás.

A ella,
luego de seis meses apenas
idos como un cerrar y abrir de ojos,
la encontré casi sin vida
en un silencio sepulcral,
lenta en sus movimientos,
torpe en su caminar
y pensando a solas me dije,
Dios mío ¿Será que aún me ama
que me extraña tanto,
como yo la sé extrañar?

Muchas veces la vi sonriente
llena de amor y de dicha,
sus brazos sobre mi cuello
y sus labios, cosas lindas me decían.

Muchas veces besando mi frente
juró amarme por siempre,
que aunque le cueste la vida
por nada del mundo se iría.

Que necio, el corazón, la creía.
Tendida en el patio a la sombra
de un árbol frondoso reía,
viendo pasar en el cielo
entre nubes blancas, una golondrina.

La acerqué lentamente a mi pecho
y al sentir que su corazón latía,
la estreche tiernamente en mis brazos
y una lágrima rodó de sus pupilas.

Le dí un beso en sus labios
y se sonrojaron sus mejías,
tomé en mis manos sus manos
temblorosas y humedecidas.

Pensar que tantas veces
mirándome dulcemente a los ojos,
me dijo que sobre todas las cosas
a nadie como a mi quería.

Me dijo que su mente y su cuerpo
y su alma me pertenecían,
que las cosas mas lindas del mundo
solo conmigo las vivía.

Pero las palabras se las lleva el viento
y las promesas con el tiempo se olvidan,
alzó el vuelo y arrancó en pedazos
mi corazón con su partida.​

 

Recuerdos, muchos recuerdos, sin duda fue un gran amor; felicidades colega por permitirnos entrar en sus sentimientos con ese poema tan bello, mis saludos.