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A Gabrielle

Tema en 'Poemas de Amor' comenzado por carlos lopez dzur, 5 de Mayo de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 470

  1. carlos lopez dzur

    carlos lopez dzur Poeta que considera el portal su segunda casa

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    a mi hijita Gabi


    Gabrièlle, la soledad sería...
    que no hayas nacido tú
    y ya nacíste.

    Y creces para mi gozo.
    La soledad ha muerto.
    El amor es
    que haya sido posible que tú existas.

    Ser feliz es que me entiendas y me ames.
    La tristeza es una sombra breve
    que, cuando llegas, escapa.

    Lo iluminas todo con tus ojos
    que son la mar con dos lunas
    de azul oscuro.

    ¡Por tí es que invento tantas esperanzas!
    Es lo único que podré enseñarte.
    Es lo más útil de lo que quiero que aprendas.

    ¡Yo te amo, Gabrielita,
    pero que tú me ames es un privilegio
    con el que, desde tí, libremente,
    se decreta mi dicha.

    ¡Ay, el universo sonríe
    y mi corazón se estremece!
    Eres tú la que me instruyes a diario.

    Por tu causa, mi ser explora
    aún los pequeños detalles
    donde la rutina encubre lo bello:
    me gusta cuando te quitas los zapatos
    o te sientas sobre tus propias piernas,
    tu carita risueña y soñadora,
    tu desafiante costumbre de ver telenovelas;
    cuando danzas y pareces que vuelas
    y cuando ensayas tus cabriolas en l' air,
    por igual, me gustas.

    Cuando entras en coda hasta mis brazos
    después del pas de deux, ya me fascinas...
    Mira que por tí me soporto mis cursilerías
    y todos tus amores imaginarios de cartel.
    ídolos y ensueños y me convierto
    en cómplice de lo que anhelas y compras
    y me cuentas

    ¿Y cómo es que todo lo adjetivas
    como maravilloso y fascinante y todo lo amas?
    (Dáme ese secreto, mi pequeña Gabi,
    tú que tocas el amor con plenas manos)...

    Si mi lengua se traba y gruño,
    tú eres la causa, me desarmas...
    Toda elocuencia se pierde,
    autoridad me quitas con un beso,
    con tu gesto travieso y tu enojo caprichudo.

    Por tí cedo a las inconsistencias.
    Tus pequeñas locuras ya son mías.
    Ahora me contamina una dulzura
    que es tuya, me la quedo, me exilio
    en ella cuando, lejos de tí, exploto en rabia.

    Ahora tus mentirijillas y tus perdones
    son mis verdades, mis privadas filosofías
    y, en otros predios públicos,
    me siento el padre de muchas estrellas
    y el protector de las pequeñas lunas.

    Por tu causa, ya son mías
    las niñas del mundo, todas las colegialas,
    y miro con ternura los dulces bríos
    de las adolescentes, y las caritas inocentes
    me señalan a la tuya
    y la energía incontaminada de los cuerpos,
    jubilosos, primaverales, son la progenie
    de cantos nuevos que tú inspiras,
    los que por tí tendré que dar al mundo,
    con fe y embeleso.

    2.

    ¡Pero ahora, según creces, siento miedo!
    No es el egoísmo de que un día te vayas.
    Tendrás que irte, has de formar otro mundo.
    Querrás las cosas que ya no podré darte.

    También verás ese miedo en mis ojos
    cansados, ya viejos, sin futuro...
    y no te gustará, de plano, lo que anuncian
    sin poder evitarlo, y has de esquivarlos
    (¿a quién le gusta ver la muerte en señas,
    o en guiños solitarios,
    o bajo puentes de pestañas
    que abanican al viento, velámenes de Estigia,
    barcas que cierran las pupilas
    del viejo para siempre?)

    Pero no estés triste, Gabi.
    Cada minuto tuyo ha sido mi vida,
    cada año ha redimido mi sustancia en tí
    y tú vivirás muchos años y cada uno de tus días
    serán como añadirme el infinito, desde el hoy...

    (Yo festejo la vida, a pesar de todo
    y vida ha sido quererte, trabajar para tí,
    soñar contigo, pasear a donde quieras).

    El camisón azul de tu pijama es un abrazo,
    tu faldica escosesa, corta, de cuadritos,
    una caricia y tus piernas ágiles, bellas y elegantes,
    son para mi alma desnuda, mudos signos,
    comunicadores que, mudamente,
    te sonríen y aman...

    Mira que me has hecho fetichista
    tus zapatos me gustan, los que tuvíste
    de niña ya son como recuerdos más que benditos
    y pensar que doce años han pasado, Gabrièlle,
    y sigue tu pie siendo chico y dulce como beso
    y tu belleza tan inmensa como son los misterios...

    ... mira que me has hecho feliz
    a pesar de que el dolor y la injusticia existen
    y la muerte y la crueldad y la miseria...
    mas no hay nada que una idea no transforme
    y la esperanza y la fe a lo más turbio derrotan
    y el amor se hace tan bello y tangible
    como es tu carita de rosa
    y tus manitas que me han secado
    lágrimas que nacen de tanto quererte,
    no de tristeza ni de desaliento.
    Por eso te quiero, Gabrièlle.

    3.

    No me preguntes cosas tristes.
    Léelas, si quieres, cuando tengas tiempo.
    (Ya sabes que funjo de poeta).

    Muchas veces, la tristeza has de ver
    aunque no lo pretendas.
    Deja que lleguen, déjalas pasar
    y no las hagas parte de tí.

    Cultiva la canción que llevas dentro.
    Forma tu alma, Sagitariana,
    junto a esos centauros que cabalgan
    con tan arisca y ágil piel de sabiduría.

    Caza, mi pequeña Artemis,
    como diosa luna entre las Amazonas.
    Mira al inmenso Júpiter
    lleno de fuego mutable
    y controla tu corazón independiente
    y curioso como el mío,
    porque un día darás cuenta a tus hijos
    y juzgarás, con ilusión o con tristeza,
    tus propios pasos en los bosques del mundo.

    No me preguntes sobre pasados grises
    porque tu honestidad amorosa es lo que importa
    y el optimismo verbal sale sobrando
    cuando estás tan excelentemente hecha
    con amor y el orgullo me tiene anonadado...

    ... mira que orgulloso estoy de tí
    que escribo que he nacido para que tú nazcas
    con más esperanzas y sueños
    que los que yo he tenido y, por tí,
    se ha completado mi audacia más sublime.

    Gabrièlle, ¡qué bella es la biología
    que te dio formas y tu madre en Barcelona
    que forjó en su vientre tu posibilidad
    de carne y hueso!

    ¡Y qué bello el destino
    que te trajo a mi lado
    y qué dulces los desvelos
    que a tu madre y yo
    nos incitan a querer en tí
    lo que, en nosotros mismos,
    no pudimos!

    ¡Qué sabio es el amor, después de todo,
    qué insuficientes las palabras para decirte:
    «Te amo, hijita mía!»

    10 de diciembre/ en su cumpleaños
     
    #1

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