A la muerte

vengo con un ramo de relojes
me han vencido los rayos de mí mismo

vengo bajado por tempestades de mis nubes
a dejar la carne entre tus labios

vengo con filos de cristal
con trenzas de arena
con mis flores desnudas

vengo a cobijarme en tu sedosa ternura
a reposarte mi esqueleto
a regalarte mi último claro de luz

vengo con la luna en la garganta
y un dolor suspendido en el paisaje
que rueda para alcanzarme

 

Gracias Luz, por tu valioso tiempo y amabilidad. Por tu labor.

 

Y yo agradezco tu inmensa labor altruista, SEÑOR.

 

Yo creo que este poema alcanza una gran altura lírica, Vicente.
La muerte nos hace humildes, y quizá hayamos equivocado esa forma cultural de verla como algo mostruoso.
No es sencillo,,lo sé, pero deberíamos tomar una posición menos tensa respecto a ella. Me gustaría llegar a tener esa imagen de ella, de cobijo de sedosa ternura.
Sin duda, un magnífico poema, en mi humilde opinión.

Un fuerte abrazo, poeta.

 

Gracias por tu amable paso, Luis.

Va un abrazo.