A mi madre

Fue el simple hecho de abrir los ojos por primera vez
y enamorarme de ella.
Es una mujer muy bella, su mente es tan indiferente
que es capaz de convertir lo maligno en esperanza.
Recuerdo aquella vez, cuando la gente dudaba
de cierta idea que prometía. Quise ser un médico
y mis descuidos terminaban siempre
por alejarme de tal idea.
Pero confiaste, dijiste que sería el mejor y ahora
me esfuerzo por no demostrar lo contrario.
Tal es el destino, que nos puso en nuestros caminos
una añorada esperanza.
Recuerdo cuando era niño y cuidabas de mí,
eso nunca cambió crecí y lo seguiste haciendo,
y ahora en este momento lo irreverente de la vida
me hace ver de forma diferente ciertos aspectos.
Ahora cuido yo de ti, te siento tan mía como cuando niño.
Te protejo y gracias a ti volví a encontrar el significado de mi vida.
A veces abres los ojos más tarde de lo que un ciclo circadiano entendería,
lo increíble es que ahora únicamente los abro por ti, y hasta que los cierre
te recordaré en la eternidad.

 

Ella nos da la bienvenida y nosotros la despedimos. Y en medio toda una vida. Saludos cordiales para ti, Francisco.