a Stephen Hawking.

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Stephen Hawking, bien sé que tu palabra era rica y tu voz Adagio trémulo de espera, pero hubo que haber dicho que, si la rosa espera mientras nace, tú engendrabas por silencios la aritmética en flor del universo.
Tus silencios ya no te pertenecen. Ahora tu mirada contiene todos los tiempos. Estás presente en la memoria espléndida de los vivos, existes porque tu nombre hiberna en el pensamiento. Te presentabas con la voz que tenías, aunque bastante disfrazada, porque nunca la verbalización pudo ser fotocopia de lo que ocurría entre tu conciencia, el universo y la palabra.
Ahora estás ligado a las estrellas como yo a la palabra. Ahora tus ojos buscan un horizonte íntimo. Esa línea concentrada en ellos, delata que has muerto en el universo: es la línea del horizonte, que el cosmos mientras se apagaban fijó en ellos. Levitas inmóvil en un eje, ya borradas las horas, abolido el reloj, el tenaz minutero, podrás palpar el paisaje con el tacto del génesis.
Has dejado tu voz para mañana para sentir esa constancia de la luz que no vemos. Apagaste la palabra para filtrarte en el sol cansino del olvido. No habrá más en el cielo tus pisadas lentas de pensamiento. Ahora sueñas por encima de la vida. Los misterios insondables no existen si no se adora el universo. Tú sales de una nueva ventana y lo contemplas desgajado del paisaje.
Dame, Stephen, el dictado inadvertido y misterioso de la creación. Confunde con tus predicciones el cálculo preciso de mi lógica humana; mi exacto pesimismo a la orilla del tiempo. Mi mano sobre tu sien; percibo un tráfico denso de sueños, mi cerebro acelera los prodigios a la velocidad de tu mirada. Y entonces siento latir el universo.
Un pensamiento algebraico rota la frecuencia varias veces, y vuelve un desorden vagabundo. Desde aquí donde auguraste a mil años el posible final de la tierra, pienso en aquel gran planeta donde el sol se acuesta sólo una vez al día. Pienso en los encuentros y en las ausencias, la ternura y el conocimiento, en los paisajes hostiles o amables y las criaturas que los habitan. Pienso en un científico inmóvil frente a poniente que sigue cavilando. En el vagabundo dormido al aire libre. En los soldados que hacen una pausa en la guerra. En tu obsesión por registrar los secretos del universo sin desvelarlos.
El cosmos tienes su orden, sus leyes, su disciplina. Tú investigaste ese otro ordenamiento sin intervenir en él; descubriste, contemplaste y nos ofreces esa parcela de conocimiento. Tus teorías vienen a ser el botín recogido de esa experiencia. El génesis queda más lejos que cuando lo soñaste desde la nada. Después de todo creo que te será hermoso contemplar, entre los restos del Big Bang, el momento interminable de la vida.
Ya eres materia desorientada hacia la dimensión de lo infinito, partículas elementales estirándose hasta el asombro.

 

Pero qué preciosidad de vídeo mi querido Engel. Tanto tiempo hace que no visitaba tu universo.... imperdonable, y el regalo de estas imágenes que impactan con el recuerdo de el más grande de entre los grandes.
Qué lujo de prosa, qué lujo de imágenes, qué lujo volver a tu universo.

Un abrazo enorme lleno de admiración.

Palmira

 

Mil gracias por recuperar esta prosa, Palmira. Me da gran alegría hallarte, una vez más, en mi rincón. Agradezco también el lindo y generoso comentario.
Fuerte abrazo virtual querida amiga.

 

Ha sido un verdadero placer recuperar esta maravilla y vuelvo porque merece la pena escucharte de nuevo mientras los ojos navegan por ese universo tan maravilloso.

Otro abrazo virtual para ti.

Palmira