A un venerado escritor

Viaja tan solo - ¡Malherido!-
Las tristes añoranzas
caminan en su estancia vacía.
La radio colgó la voz.
Las nubes dejaron su color.
Camina en el último borde
del precipicio.

Ahora bien: Esta mañana
al levantarse su brazo
derecho le faltaba.
Sobraba vino en la estancia.
Y tomo un vaso
en su mano izquierda
y lo llevo a su boca intentando
reconciliar el sueño.

Las horas en su paso
fúnebre menguaban agobiantes.
Nunca pensó en morir
pues la muerte ya lo había ahogado.
No pensaba, solo sentía
y respiraba entre los escombros,
debajo del jardín de ambigüedades.

Los deudos arrojaban
jarrones a su lecho. Intentando
ensombrecer la poca respiración
que aún le quedaba.
Apartaba su ombligo del soslayo
hostil, y embriagaba sus lunas
compartiendo la caricia
naufraga de las hojas
en el azar.


​

 

Excelente homenaje. Saludos,