Acción Sacrílega

Las acequias se inclinan sin ningún pudor en el remanso calmo, donde se respira aroma fenomenal de naturaleza en calma. La luna y las estrellas iluminan el río cuyo cauce lleva cofres de oro. Directo va hacia el afluente donde la pura majestad de la mortandad espera. Y mientras, un susurro apenas audible por parte de las almas de los pinos se cuela en los oídos finos de la fresca rosa que arranca huraño el puño de un pastor. Ciego en sus ojos glaucos, pero percibiendo con el sentido infatigable del corazón. Entonces, los cimientos del bosque se tambalean de horror. Y los cielos se abren para engullir a la vía láctea. Quedando sólo la estrella vespertina. Sin sol ni luna ni estrellas. Sólo un silencio que lacera en lo más hondo del espíritu al solitario y huraño pastor.

 

homo-adictus, todo era equilibrio nocturno en una naturaleza enigmática, con un río lleno de ajuares y un pinar que susurraba con un eco que hacía las delicias a una rosa sagrada. Hasta que un pastor ciego pero impelido por un instinto del corazón decidió arrancar de raíz a tal bella flor. Fue entonces cuando el bosque se tambaleó y los cielos engulleron todos los luceros, dejando al atrevido mortal en un silencio sepulcral que lo heriría en espíritu hasta el resto de su vida. Atentamente Edouard.