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Al pan, pan y al vino, vino

Tema en 'Clásica no competitiva (sin premios)' comenzado por F. CABALLERO SÁNCHEZ, 28 de Abril de 2014. Respuestas: 3 | Visitas: 874

  1. F. CABALLERO SÁNCHEZ

    F. CABALLERO SÁNCHEZ Poeta recién llegado

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    Al pan, pan y al vino, vino
    (o Una imagen vale más que mil palabras)


    El hombre maneja la vida a su modo,
    y, a veces, ignora el esfuerzo ajeno,
    incluso desprecia, instintivamente,
    todos los trabajos… de tinte hogareño,
    donde la mujer, compañera amante,
    emprende tareas, con grandes esfuerzos
    siendo esposa noble, y abnegada madre
    sin tener apenas el más simple premio
    de que reconozcan su labor callada,
    las mas de las veces, agostado el cuerpo.
    Me cuentan que un día, cierto esposo amable,
    cuyo matrimonio marchaba estupendo,
    y era muy feliz con su patrimonio,
    conseguido todo con su propio esfuerzo,
    así el chalecito, con bella piscina,
    con su buen trabajo y con su buen sueldo,
    padre de dos niños, de cuatro y seis años,
    cuyo hogar navega con dulces eventos,
    cuya esposa ordena con timón de reina…
    Pues bien, cierto día, que este hombre honesto
    como cualquier otro, sin pena ni gloria,
    se acercó a su casa buscando el almuerzo
    en plena rutina, después del trabajo…
    se quedó pasmado… con el desconcierto…
    que encontró en su hogar siempre tan cuidado,
    con tanta alegría y de pulcro aspecto.

    oOo

    Aquel día el hombre, se quedó sin habla.
    Cuando traspasó la cancela de hierro
    del jardín de casa se encontró a sus hijos
    jugando en pijamas, como casi en cueros.
    Rociados estaban: camisas, juguetes,
    yogures, bizcochos, la yema de un huevo…
    Preguntó a los niños: - ¿Dónde está mamá?
    Y sin esperar siquiera sus besos,
    se lanzó a correr, nervioso, angustiado,
    buscando a la madre de sus dos pequeños
    presagiando un drama en su hogar tranquilo
    donde su mujer, desmayo o mareo,
    quizás no pudiera reclamar auxilio…
    y llenó su mente, con graves tormentos
    que le conducían hasta imaginar,
    con total angustia, graves sufrimientos.
    Y ante tal imagen se inquietó aún más.
    Y apresuró el paso… por hallarse dentro
    del hogar y vio abierta la puerta de entrada…
    Subió la escalera… raudo, como el viento
    del huracán frío, mientras observaba
    en los escalones los muchos objetos
    que estaban tirados: Juguetes, estampas,
    cucharas y vasos, un bolso de cuero,
    algunos zapatos y dos almohadas…
    Del cuarto de baño vio el agua saliendo
    y entró para ver: la bañera estaba
    llena hasta su borde, con el grifo abierto,
    y un zapato estaba navegando solo
    y un montón enorme de papel higiénico.
    Algunas toallas empapaban agua
    y el tubo dentífrico fue lápiz de espejo.
    Frente a la cocina, y mientras corría
    vio bien repartido por todo su suelo
    lápices, cucharas, algún plato roto,
    un plátano abierto, un par de cuadernos.
    un vaso con algo oscuro y brillante
    medio vaso de agua y otro casi lleno.
    La olla en la silla, y el lavavajillas
    con platos y tazas y sucios cubiertos,
    la luz encendida en cocina y horno,
    entreabierto el “frigo” y… nada en el fuego.
    Y en el salón se oía, a toda “pastilla”,
    la “tele” infantil, de gatos y perros.
    Todo aquel desastre le llenó de angustia
    llamó a su mujer con evidente anhelo
    Y, sin mirar más, entró con premura
    en su dormitorio… ¡y se quedó… muerto!:
    Su mujer… yacía tumbada en pijama,
    con una novela que estaba leyendo,
    Y, tras el impacto de ver, en la cama,
    a su mujer, sana, sin ningún tropiezo,
    ¿qué es lo que pensó? ¿cómo reaccionó?
    Su mente explotó con giros opuestos:
    Se sintió abatido, quería indignarse,
    creyó en la locura de su mujer… pero,
    ¿debería pedirle, quizá, explicación?.
    Y bien decidido, respiró y sereno,
    y con la debida y adecuada calma
    pudo preguntar: - Dime ¿qué es esto?
    Y la esposa fue, consciente y precisa,
    con respuesta lógica en tales momentos,
    con la sangre fría de quien tiene siempre,
    con la rectitud del comportamiento,
    la razón suprema de toda verdad,
    o, de su verdad, le dijo, al fin, esto:
    - Cuando cada día vienes del trabajo,
    me sueltas curioso –empieza diciendo-
    alguna pregunta, sobre mi quehacer
    y sé que desprecias el quehacer doméstico,
    y estimando sólo… lo que tú realizas,
    y lanzas preguntas, y me das consejos
    casi siempre odiosos, sobre mi parcela,
    sobre mi labor: - Mujer, hoy ¿qué has hecho?
    Pues, hoy no necesito decir, como siempre…
    la casa..., los niños...., la ropa...., esto o aquello…
    Hoy digo, que has visto ¡hoy, lo que NO he hecho!






     
    #1
    A Évano y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. la_huella_del_aire

    la_huella_del_aire Poeta adicto al portal

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    Contundente el final del poema, Caballero Sánchez. Encierra una verdad tan grande que explica como el trabajo doméstico de una mujer nunca es reconocido. Éste es tan arduo, que podría decirse que abarca más horas laborales que cualquier otro trabajo.
    Me ha sido tan valioso que hayas podido reivindicar esta realidad con tu poema y , de este modo, ampliar la perspectiva para invitar a la reflexión.

    Un abrazo.

    ***
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    #2
  3. MP

    MP Tempus fugit Miembro del Equipo ADMINISTRADORA

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    Me gustan mucho tus poemas porque siempre cuentan historias coherentes, completas, que captan la atención y dicen algo sobre la vida...

    Un saludo
     
    #3
  4. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Señor Caballero Sánchez, esta poesía, además de ser magistral, les encantará a las mujeres, y a algunos hombres. Un placer haber pasado y saludarle.
     
    #4

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