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Al revés

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por danie, 13 de Octubre de 2017. Respuestas: 2 | Visitas: 429

  1. danie

    danie solo un pensamiento...

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    Juan, el kiosquero, en verdad no se llamaba Juan, era un japonés que apenas hablaba el español; pero al diablo, cómo iba yo a pronunciar las vocales de su idioma, a horas de la madrugada, embebido en ron y comprando mis forros mentolados para Mary “cosa que seguro él no podría entender, porque los japoneses casi nunca beben alcohol”. Entonces, yo lo apodé: Juan.
    Lo extraño de este kiosquero es que hacía todo al revés. Supongo, que se debe a que los orientales tienen otras costumbres, otras formas de ver las cosas, otras crianzas y culturas, incluso, mejores que las nuestras. Por ejemplo, se sabe, que a diferencia de nosotros, ellos manejan de izquierda a derecha, y el volante en los autos se ubica a la derecha. Esto, sólo el hecho de pensarlo, me resulta incomodo; y ni quiero imaginarme la penuria que pasaría si tendría que escribir mi nombre, allá, en Japón. Debería hacerlo de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo. Sin dudas, toda una hazaña.
    Hasta cuando cuentan con los dedos, lo hacen al revés. Para contar uno esconden el dedo en vez de extenderlo. También se sabe que en los cumpleaños son los amigos los que invitan al cumpleañero y no a la inversa como pasa por estos lados. Bueno, esto si me sería favorable, ya que por ese motivo dejé de festejar con los amigos mis cumpleaños “no hay sueldo que alcance”.
    En fin, sin dar más rodeos, todos sabemos o suponemos que los orientales son raros en todos los aspectos de la vida. Pero, también, se sabe que los raros podemos ser nosotros porque en Japón hacen todo como debe ser, impecablemente bien.
    Pero nunca podría imaginar que su rareza o magnificencia afectara en tal forma los sentimientos que se esconden debajo del pantalón. Y esto lo digo basándome en una pequeña charla que tuve con Mary.
    Mary (que siempre tenía la costumbre de mirar la bragueta del pantalón antes que el rostro de los hombres) me contó que cuando venían dos rubias para el infarto a comprarle algo, Juan sacaba el pecho, se inflaba como un globo, y se derretía en su propia saliva que caía de su boca igual a un grifo, pero en su pantalón no había en ningún momento un bultito que sobresaliera. Caso contrario, cuando algún joven ratero se llevaba alguna cerveza o un paquete de forros sin pagar, Juan (igual que con las rubias) sacaba el pecho, se inflaba como un globo, y se incendiaba en ira con el bate de béisbol en la mano persiguiendo al joven ladrón hasta un rincón oscuro de la calle. Pero en su pantalón, ella, podía notar un prominente bulto que se empezaba a asomar.

    Ante semejante observación de Mary, yo sólo pude responderle: —parece que a este tío le excitaba la violencia del ultraje.

    Ella, con una sonrisita soberbia en su rostro, la que siempre utilizaba para que nunca le diga que no, me dijo: —no, no es eso, es que tú, mi amor, tienes un concepto erróneo de lo qué hay que hacer en la cama. Ya compré un tarro de vaselina líquida y un dildo para hoy a la noche explicártelo bien.
     
    #1
    Última modificación: 13 de Octubre de 2017
    A Blooming Magnolia le gusta esto.
  2. homo-adictus

    homo-adictus x __ x

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    Hay que ver muchas películas y tener amigas de todo tipo para evitar esos bochornosos asuntos Danie jjj pase lo que pase no dejes que te meta nada jjj Buenas letras amigo ... y suerte.
     
    #2
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  3. danie

    danie solo un pensamiento...

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    no, por supuesto, hay lugares propios que son más que sagrados. Aunque, si hubieses conocido a la Mary, te hubieses dado cuenta que es casi imposible decirle que no. :oops: jajaja

    Un abrazo amigo.
     
    #3

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