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Al zorro sin motivos

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por Beache, 8 de Octubre de 2024. Respuestas: 14 | Visitas: 471

  1. Beache

    Beache Bertoldo Herrera Gitterman

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    Un zorrito que caminaba

    Por su camino habitual

    Se encontró con una trampa

    Y no la pudo evitar.


    Caminaba muy descuidado

    Con rumbo a su propio cubil

    Cuando se quedó atrapado

    Un nublado jueves de abril.


    Se cerró el fierro en su patita

    Produciendo un feroz ruido

    Que al zorro le provocó

    Un muy lastimero alarido.


    Procurando poder liberarse

    Más fuerte tiraba y tiraba

    Pero mientras más fuerza ponía

    Mayor daño se provocaba.


    No atinaba a tener en cuenta

    Que perder su patita no servía

    ¡Un zorro con sólo tres patas

    era prolongar más su agonía!


    Y las horas pasaban lentamente

    pero ningún remedio a él venía

    Sólo ese inmenso dolor lacerante

    y toda el hambre que tenía.


    Y en medio de tanta angustia

    Se vino la noche encima

    Un sueño con sobresaltos

    “él, muerto en una tarima”.


    Y ya, casi, no siente dolores

    Cuando llega el nuevo día

    Sólo siente la sed y el hambre

    ¡Con un sorbo le bastaría!


    De nada ya sirve lamentarse

    De venir por otro camino.

    fue perdiendo toda esperanza,

    Doblegándose a su cruel destino


    Y así fue perdiendo entereza

    Embobándose los sentidos

    La sangre no fluye en sus venas

    Ya no siente sus latidos.


    Bertoldo Herrera Gitterman
    05 01 23
     
    #1
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  2. Alde

    Alde Miembro del Jurado/Amante apasionado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    Una historia triste.
    No creí que moriría.

    Saludos
     
    #2
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  3. Beache

    Beache Bertoldo Herrera Gitterman

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    Cierto.
    Me quedé con la tarea de hacerle una segunda parte, donde alguien llegaba y lo salvaba.
     
    #3
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  4. Beache

    Beache Bertoldo Herrera Gitterman

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    Este pobre poema tiene el triste record de ser el número 81 entre 81 poemas que tengo publicados. Y lo ha sido en los últimos 3 recuentos que he hecho. ¿Podrían ayudarlo un poquito?
     
    #4
  5. luna roja

    luna roja Princesa de fuego

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    A mi me criticaron por mi cuentito del reno Rodolfo y después el del gatito que quería comerse la luna pero es que estaba enamorado...
    sin embargo vos en este poema lo dejaste morir tan cruelmente al pobre zorrito:(
    Solo por eso no voy a ponerte me gusta porque me hiciste sentir muy triste:(

    Naaa mentira, gracias por compartir esta historia tan espeluznante pero real
    saludos:)
     
    #5
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  6. Beache

    Beache Bertoldo Herrera Gitterman

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    Sea para bien o para mal, nunca recibirás una crítica mía. Creo que todos tratamos de hacerlo bien siempre.
    Y ya son las dos personas que comentaron, que manifiestan sentirse mejor con la opción que el zorrito no hubiese muerto.
    Fracasé totalmente en este poema: Mi idea era ser el zorro cautivo en una trampa y vivir los momentos hasta su muerte. Quería escribir un poema SENTIDO, pero resulto sólo descriptivo. Lo mantuve inconcluso por más de 9 meses y es el segundo en el cual más tiempo he empleado.
    Si le creo una segunda parte en que se salve moribundo, lo haré en honor a ustedes dos... Pero sin compromiso.
     
    #6
  7. luna roja

    luna roja Princesa de fuego

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    Bueno me recordó también un cuento muy famoso que cuenta como muere un lobo
     
    #7
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  8. Beache

    Beache Bertoldo Herrera Gitterman

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    Estoy convencido que el malo de la trama no es el que escribió la historia, sino el que pone la trampa. Condena al animal a una muerte horrible
    con fuerte presencia del hambre, la sed y el dolor.
    Y, obviamente, te estoy muy agradecido por venir a comentar este poema, pues tengo muy claro que tu presencia le concede un gran valor.
    ¿Cómo va ese café?
     
    #8
  9. luna roja

    luna roja Princesa de fuego

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    Claro el malo es el que pone la trampa no el narrador ...
    y no que va yo soy un alfiler en MP , a mi me encanta leer más que escribir y el café ahi anda como cementerio :(de vez en cuando, paso a alborotar un poco para ver si alguien se atreve a entrar aunque sea a criticar mis locuras :D
    ah y si quieres leer el cuento que te digo lo pondré en el café :)
     
    #9
  10. Beache

    Beache Bertoldo Herrera Gitterman

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    Vale.
    Le haré un empeñito.
     
    #10
  11. Beache

    Beache Bertoldo Herrera Gitterman

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    Hola Lunita.
    De puro "hombre de la chacra" que soy, me fue imposible encontrar el cuento y leerlo.
    Soy un "tío" en un amplio sentido de la palabra.
     
    #11
  12. luna roja

    luna roja Princesa de fuego

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    bueno como Mahoma fue a la montaña pero no la vió :D
    aquí te lo traigo para que lo leas tomando un buen vino o un rico mate;)

    El lobo - Hermann Hesse

    Nunca antes las montañas francesas habían sufrido un invierno tan frío y largo. Hacía semanas que el aire se mantenía claro, áspero y helado. Durante el día, los grandes campos de nieve, color blanco mate, yacían inclinados e interminables bajo el cielo estridentemente azul; de noche los atravesaba la luna, pequeña y clara, una luna helada, furibunda, con un brillo amarillento cuya luz fuerte se volvía azul y sorda sobre la nieve, y que parecía la escarcha en persona. Los seres humanos evitaban todos los caminos y, sobre todo, las alturas; apáticos y maldiciendo, permanecían en las cabañas, cuyas ventanas rojas, de noche, aparecían empañadas y turbias junto a la luz azul de la luna, y se apagaban pronto.
    Fue un tiempo difícil para los animales de la zona. Los más pequeños murieron congelados en grandes cantidades; también los pájaros sucumbieron a la helada, y sus cadáveres enjutos se convirtieron en botín de águilas y lobos. Pero aun estos sufrían terriblemente de frío y de hambre. Solo unas pocas familias de lobos vivían allí, y la necesidad las empujó hacia una unión más fuerte. Durante el día salían solos. Aquí y allá, uno de ellos cruzaba la nieve, flaco, hambriento y vigilante, silencioso y temeroso como un fantasma. Su sombra delgada se deslizaba a su lado sobre la superficie nevada. Levantaba el hocico puntiagudo en el viento y de vez en cuando emitía un llanto seco, tortuoso. Pero de noche salían todos juntos y rodeaban los pueblos con aullidos roncos. Allí estaban a buen resguardo el ganado y las aves, y detrás de los postigos se apoyaban las escopetas. En escasas ocasiones les tocaba una presa menor, por ejemplo un perro, y ya habían sido muertos dos lobos de la manada.

    La helada persistía. Muchas veces los lobos se echaban juntos, en silencio y pensativos, calentándose uno contra el otro, y escuchaban acongojados el vacío mortal que los rodeaba, hasta que uno, martirizado por los maltratos espantosos del hambre, pegaba de pronto un salto con un alarido terrorífico. Entonces todos los demás dirigían sus hocicos hacia él, temblaban, y rompían al unísono en un aullido terrible, amenazador y quejumbroso.
    Por fin la parte más chica de la manada decidió partir. Abandonaron sus madrigueras al despuntar el alba, se reunieron y olisquearon excitados y temerosos el aire helado. Luego partieron al trote, rápido y con un ritmo parejo. Los que quedaban atrás los miraron con ojos muy abiertos y vidriosos, los siguieron una docena de pasos, se detuvieron indecisos y desorientados, y regresaron lentamente a sus cuevas vacías.

    Los emigrantes se separaron al mediodía. Tres de ellos se dirigieron hacia el oeste, a los montes del Jura suizo; los otros siguieron hacia el sur. Los tres primeros eran animales hermosos, fuertes, pero terriblemente flacos. El estómago de color claro, combado hacia dentro, era delgado como una correa; en
    el pecho se destacaban tristemente las costillas; las bocas estaban secas y los ojos abiertos y desesperados. De tres en tres se internaron lejos en los montes; al segundo día cazaron un carnero, al tercero, un perro y un potrillo, y fueron perseguidos en todas partes por los campesinos furiosos. En la zona, rica en pueblos y ciudades, se diseminó el miedo y el temor ante los invasores desacostumbrados. La gente armó los trineos del correo; nadie iba de un pueblo a otro sin su arma. En esa zona desconocida, tras tan buen botín, los tres animales se sentían a la vez temerosos y a gusto; se volvieron más arriesgados de lo que jamás habían sido en casa, y asaltaron el corral de una granja a plena luz del día. Mugidos de vacas, crujido de listones de madera que se partían, sonido de cascos y una respiración caliente, jadeante, llenaron el ambiente angosto y cálido. Pero esta vez interfirieron los humanos. Habían puesto un precio a la cabeza de los lobos, lo que duplicó el coraje de los granjeros. Mataron a dos de ellos: a uno le perforó el cuello una bala de escopeta, el otro fue muerto con un hacha. El tercero escapó y corrió hasta que se desplomó sobre la nieve, casi muerto. Era el más joven y hermoso de los lobos, un animal orgulloso con formas armónicas y una fuerza imponente. Durante un rato largo quedó echado, jadeando. Delante de sus ojos se arremolinaban círculos rojos y sanguinolentos, y de vez en cuando emitía un quejido silbante, doloroso. Un hachazo le había dado en el lomo. Pero se recuperó y pudo volver a levantarse. Solo entonces vio cuán lejos había corrido. En ningún lado podían verse personas o casas. Delante de él se encontraba una montaña imponente, nevada. Era el Chasseral. Decidió rodearlo. Atormentado por la sed, comió pequeños pedazos de la corteza congelada y dura que cubría la nieve.

    Más allá de la montaña se topó de inmediato con un pueblo. Estaba anocheciendo. Esperó en un tupido bosque de pinos. Luego rodeó con cuidado los cercos de los jardines, persiguiendo el olor de los establos tibios. No había nadie en la calle. Arisco y anhelante, espió por entre las casas. Entonces sonó un disparo. Levantó la cabeza hacia lo alto y se dispuso a correr, cuando ya estalló el segundo tiro. Le habían dado. El costado de su abdomen blancuzco estaba manchado de sangre, que caía a goterones. A pesar de todo, logró escapar con unos grandes saltos y alcanzar el bosque más alejado de la montaña. Allí esperó un instante, atento, y oyó voces y pasos provenientes de varios lados. Temeroso, miró hacia la montaña. Era escarpada, boscosa y difícil de trepar. Pero no tenía opción. Con respiración agitada escaló la pared empinada mientras que abajo, a lo largo de la montaña, avanzaba una confusión de insultos, órdenes y luces de linternas. El lobo herido trepó temblando a través del bosque de pinos, casi a oscuras, mientras la sangre marrón corría despacio por su costado.

    El frío había cedido. Al oeste, el cielo estabas brumoso y parecía prometer nieve.
    Por fin el animal, agotado, alcanzó la cima. Ahora se encontraba sobre un gran campo de nieve, levemente inclinado, cerca de Mont Crosin, muy por encima del pueblo del que había escapado. No sentía hambre, pero sí un dolor turbio y punzante en las heridas. Un ladrido seco y enfermo nació de su hocico entregado; su corazón latía pesado y dolorido, y el lobo sentía que la mano de la muerte lo presionaba como una carga indescriptiblemente pesada. Un pino aislado, de ramas anchas, lo atrajo; allí se sentó y clavó sus ojos perdidos en la noche gris de nieve. Pasó media hora. Una luz roja y apagada cayó sobre la nieve, extraña y blanda. El lobo se levantó con un quejido y dirigió su cabeza hermosa hacia la luz. Era la luna, que se levantaba por el sudoeste, gigantesca y color rojo sangre, y subía lentamente por el cielo cubierto. Hacía muchas semanas que no se la había visto tan roja y grande. El ojo del animal moribundo se aferraba con tristeza al astro opaco, y en la noche volvió a oírse un estertor débil, doloroso y ronco.

    Un poco más tarde surgieron luces y pasos. Campesinos con abrigos gruesos, cazadores y muchachos jóvenes con gorros de piel y botas toscas avanzaban por la nieve. Se oyeron gritos de alegría. Habían descubierto al lobo moribundo, le dispararon dos tiros y ambos fallaron. Entonces vieron que el animal ya estaba a punto de fallecer y se le echaron encima con palos y garrotes. Él ya no los sintió.

    Lo arrastraron hacia abajo, a Sankt Immer, con los miembros quebrados. Reían, alardeaban, se alegraban por el aguardiente y el café que bebían, cantaban, maldecían. Ninguno vio la belleza del bosque nevado, ni el brillo de la alta meseta, ni la luna roja que colgaba sobre el Chasseral y cuya luz débil se reflejaba en los cañones de las escopetas, en los cristales de nieve y en los ojos quebrados del lobo muerto.
     
    #12
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  13. Beache

    Beache Bertoldo Herrera Gitterman

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    Muy buena lectura me trajiste aquí.
    ¿Verdad que te dieron malos comentarios?
     
    #13
  14. luna roja

    luna roja Princesa de fuego

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    noooo, nadie me ha hecho malos comentarios( ya quisiera aunque sea que me digan no entiendo tus jeroglíficos como les digo yo a mis amigos, cuando en serio no me gusta algo:rolleyes:) pero...directamente se quedan mudos de dedos o me ignoran:( porque....:mad: saben que los convertiré en sapos :D
    atte la bruja ;)
     
    #14
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  15. Beache

    Beache Bertoldo Herrera Gitterman

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    ¡Ay!
    Ese es un tremendo riesgo que se corre.
    Yo correría ese riesgo. Sin embargo, soy bastante malo paraba buscar a alguien en específico.
    Arriba, a la derecha, hay un recuadro que dice BUSCAR. Pero no me ha funcionado.
     
    #15

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