Alegría, prozac y sueños.

He caído en picada hacia arriba,
en una hermosa elipse de recuerdos,
mis alas se han convertido en soledad,
el mundo me deja afuera, siento no pertenecer.

Han muerto todos los que llegaban,
por más que me acerco voy hacia atrás,
el polvo de sus pasos me han nublado,
y las cenizas de sus sonrisas me pesa en el pecho.

Yo vivo sufriendo una cruda herida,
una herida que ha florecido en mis manos,
cuando me sentía morir de alegría no importaba,
ahora que el silencio es normal se ha vuelto letal.

Ya no siento las armonías despertarme,
no existen hermosos violines tristes,
la ventana de ensueños se coloreo de tormenta,
y la he vuelto poesía con tinta de mis venas.

Me mata los extraños que me extrañan,
las despedidas de lo que nunca sucedió,
me hieren de cariño los que me conocen,
han arrinconado a mi palpitar cuidándome.

Yo quiero un poco más de tiempo,
algo parecido a la eternidad,
perdido en todos sus lugares preferidos,
ser parte de un recuerdo vivo y que sangre.

Ahora estoy perdiendo el equilibrio,
al borde de un precipicio de algodón,
quiero caer y quiero quedarme,
me necesito cayendo y me necesitan al aire.

Oigo los tambores de sus voces,
que no entienden y que entienden demasiado,
yo siento más de la cuenta y duele,
es un abrazo frío en una noche abandonada.

A mi través ha pasado la gracia que apunta,
me quita y me devuelve todo,
nadie ha querido quedarse con lo hermoso,
a veces se deja de entregar ciertos deseos. ​

 

Todos vivimos con deseos incumplidos.