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Alejandro Tapia, el Padre de la Identidad

Tema en 'Poemas Melancólicos (Tristes)' comenzado por carlos lopez dzur, 15 de Diciembre de 2008. Respuestas: 0 | Visitas: 829

  1. carlos lopez dzur

    carlos lopez dzur Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    25 de Febrero de 2008
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    A Roberto Ramos-Perea

    Para decirse borincano
    en las maravillas sutiles del comienzo
    y en la angustia de las aguas del obstáculo,
    para beber de la memoria de los años forjadores
    y la disolución que se resiste a la muerte,
    tu díste el hombre, el padre, el valiente
    cuya semilla es gozo, heroísmo,
    su conocimiento.

    Contra viento y marea se crece este antillano.
    Alejandro Tapia, sanjuanero.
    El gran observador, agradecido nato,
    él, que forma identidades, el inclusor
    del pobre, el negro, el indio, él todo abrazo,
    intelectual momento de presente y futuro;
    el que proteje las leyendas como sal de vida
    en su pueblo, el que sabe el valor del documento
    que data el heroísmo de las etapas
    que se niegan a desaparecer para que exista
    la patria histórica, el triunfo, la auto-estima.

    A los pies del educador se lo tiene en cuclillas.
    Alejandro lo escucha embelesado, respeta
    al Negro Rafael, al piadoso inspirador
    del pobre, al que libera las consciencias
    con el libro de la palabra armoniosa,
    igualitaria, soñadora, Rafael Cordero.

    Lo ha retado a duelo un tunante miserable.
    Un oficial de Artillería que a varones
    como él, nativos de la isla, tiene en menos
    porque la España colonial es jactanciosa
    con las risas prepotentes del gandaya.


    ¿Y cómo que ha de callar? Acepta el desafío
    y es deportado, separado fue de su tierra
    de desvelos; pero, ningún escarnio estropeará
    su vida, porque Alejandro es sabio
    y bien sabe del heroísmo del trabajo
    y de la meta que late en su alma buena:
    orientar pueblos, salvar la esencia
    que los pone en pie, con el combate,
    con la consciencia vibrante de arte,
    representación, sana autoimagen.

    Guarionex canta y vive en su palabra.
    Como un barco corsario, Roberto Cofresí
    navega en mares, defensivo, tesonero.
    Como una bandera incipiente y soñadora,
    su corazón, Alejandro es quien ahora
    está en lo alto de la
    Palma del Cacique.

    Heroico, como los numantinos, de Camoens,
    es todo lo que salva; romanticismo universal
    visualizante, dramaturgo de su propia patria
    que sabe verse en los espejos, sin faltas
    a su esencia. Entiende el grito de D'Evreux
    en la Inglaterra isabelina y durante la Matanza
    del Día de San Bartolomé lleva manos santas
    como orfebre,
    Bernardo de Palissy es
    patrón de los buenos artesanos,
    y Alejandro su vida lo conmueve. De la opresión
    de la mujer, rescata el llanto, la parte
    del león con que se ofende.

    Ese es él, Alejandro, espiritista, veedor
    de lo escondido, descifrador de lo objetivo,

    abolicionista, voz de actores,
    escarbador de símbolos y máscaras.
    Padre de la identidad, visionario.


    23-09-1987 / Indice: EHE / El hombre extendido

     
    #1

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