Alepo

Viejo ciprés, que antaño engalanaste,
Patios serenos, estancias encantadas,
Que como suave música esparcías,
El susurro del aire entre tus ramas.

Al paso de los años enmudeciste,
Testigo del horror de otras batallas,
La sangre que alimenta tus raíces,
Es la gloria que otorga las medallas.

Muere también, mata toda esperanza,
Cúmplase inexorable tu destino,
Veremos florecer de esta matanza,
A una generación de niños asesinos.

 

Me recuerda mi infancia trepando arboles de nance. Saludos.

 

Un poema que refleja la barbarie y la horrible realidad a la que tiene que enfrentarse el mundo entero, y en especial quienes más cerca viven y sienten las atrocidades de la guerra, convirtiendo a una infancia llena de esperanza en unos seres que desconocen lo que es el cariño, llevando en sus conciencias la única idea de que sus vidas no tienen ningún valor.
Un saludo.

 

Tristísima situación la nuestra, trágica la de ellos: qué aprenderán sus hijos, qué los nuestros...
¿Es que ya nadie se acuerda de que Damasco fue Córdoba y Córdoba Damasco? Y Córdoba fue el álgebra, la poesía, toda la filosofía greco-latina, la medicina,... poca cosa.