Algo de las lágrimas que se guardan

Pobre de amor, del esquivo tropiezo que es tropezar al amar.
Se me cansaron los ojos de ir rectos, de no bajar la mirada ante una sombra hermosa,
no hay placeres que sorprendan el hueco, la pupila, el alma,
no hay murmullo en las pestañas, ni fiestas de dulce éxtasis con las que soñar.
Todo está tan apagado, como si la vida, como si la muerte estuvieran fornicando.

Un amplio jardín de flores parece ser mi pecho,
todas tan rosas, todas tan mías, todas tan de la mañana siguiente,
nadie corta aquí un racimo, nadie se acuesta a jugar con los duendes,
nadie lo entiende, nadie usa un disfraz de lluvia para tocarme.

Veo tanta cruda luz. El goce terrenal es rápido y de cielo abierto,
se encantan, se abrazan, se incendian y son un bosque a horas de morir.
No hay una transformación placentera en las palabras
lo que es invisible siempre lo será, lo que pesa siempre es la falta de atención.

Flores. Estigmas en el corazón. Todo duele tan despacio,
y crece. La soledad tiene el don de multiplicarse
y afecta a tus amigos, a tus hermanos, a los que quieres pero que no quieres ir de su mano.
Y es un yunque, y es una pobreza tan tibia que solo el invierno nos vuelve mejores amantes.