Algo de no cicatrizar

Cada día es una nueva libertad.
Los caminos del hombre que no soy
son enigmas del viento.
Cada persona que me mira no tiene rostro,
estoy lejano a sus cuerpos, a sus miedos.
Sus historias son absurdas, son humanas.

Tengo tantas horas llena de cansancio,
el reloj de la memoria me consume,
me agota.
Soy el único ser que enciende un fósforo
para un cigarro que no va a fumar.
Esa llamita que me distrae,
évoca el rostro de una mujer que no puede brillar.

A veces me ilusiono con la idea de que mis raíces siguen dentro,
que aún no existe sol para mi negra aura,
pero me miro al espejo
y hay uno y hay dos pelos en la barba.

Aquí, en el verso, puedo gritar y callar,
nadie me oye.
Soy libre para todo menos para mis emociones.
Los ojos se me duermen aún cuando estoy despierto,
estoy de a poco cerrando los misterios de la percepción.
Soy un ser inacabado que acaba de admitir su rencor,
su decimocuarta o vigesimaséptima rendición. No recuerdo ya.