Alma pura y lozana

Alma pura y lozana:

¿Por qué si al realizar tan grandiosa entrega
luego añades tu condimento de perfidia?
¿Debo respetar pues, tu paraíso hipócrita,
inclinarme ante tus deseos viciados de lascivia,
sonreír cuando el calvario me atraviese,
y callar las lágrimas aunque el dolor me pese?

¿No hay almas puras llenas de deseo
ni destierro de lujuria en aquellos nobles
corazones, que entregando virginal deidad
rozan el extremo de la inconcebible humildad?

¿No existe la pureza, la decencia, la honestidad
sin defectos, sin desviaciones espirituales
en una pasión que desvincula del ser la maldad
tan consumida entre redundados rituales?

¿Dónde quedó la virtud, la divinidad gloriosa,
la pasión sin engaño, la claridad del alma…?
¿Dónde su diáfana y cristalina esencia famosa
y su índole de infinita pureza y calma?

¿No siente un dolor tan intenso el corazón
cuando es contaminado y desflorado
que hasta las nubes con grave perdón
sujetan el llanto por no rozar el don destrozado?

¿No llora también en la noche la Luna
al momento de iluminar la sucia labor
de una joven en pleno trabajo a la una,
o a las dos, sin pausa y con tanto dolor?

Una vez clavada la bandera de conquista
en el ajeno y cercano sentimiento de gloria
¿no desaparece de la mente y de la vista
lo que tantos años aguarda la memoria?

¿No puede podrir el lozano sentimiento
las destrezas impuras, quemando hasta
cenizas incombustibles como cemento,
si la bandera fija está aún sujeta a su asta?

Ojalá ardieran con lúgubre euforia
tanto recuerdos como presencias,
para liberar de esta guerra sin victorias
a mi ser y a mi forma, a mi esencia.

¿Pues no son esclavos al final los perdedores
de una batalla sin fin en un terreno raro?
¿Acaso no sufren enormes dolores
peores que en la igual batalla pagaron caro?

Y helo allí, lo que quedó de mi bondad
y de mi sumisa y trágica condición,
un resquicio de polvo de traicionada lealtad,
y ni siquiera un sincero y desgraciado perdón…

Aunque tenaz, se postra mi espíritu indulgente
ante las temibles ceremonias con fidelidad,
y asume con toda paciencia y humildad
a que concluya el temor efervescente.

Mis venas palpitan al son de los latidos,
gimen mis arterias, gime mi garganta,
y se quejan los pulmones del aire embutido,
pero en mis labios incluso el silencio se aguanta…

Y mis ojos tampoco revelan su dolencia,
sonríen, aunque en el interior apagados;
mi lamento solo el viento lo presencia,
y el inflamable deseo se tiñe ahogado…


[Anexo]

Para quienes hayan leído "A Jarifa en una orgía" de José de Espronceda, caerán en la cuenta que este poema tiene una temática parecida si bien no es aplicable a la mujer, sino al género masculino, especificando a veces en un individuo en concreto y generalizando otras hacia los hombres en general. Disculpad las molestias, chicos.... sabemos que todos (expepciones no he conocido) sois así :::sonreir1::::::sonreir1:::

(Gamberrillos jeje)

Ale ya os dejé ahí el poema, de épocas de más dolor e incomprensión total, ahora ya lo dejé atrás y aprendí a aceptar. Saludos gente ^^

 

Sin generalizar jejejeje, que algunos se salvan de la quema, amiga.
Muy buenos versos, dolor y sufrimiento te han causado y así lo expresas
en tu poema muy bien plasmado.
Me has atrapado amiga.
Mis respetos y saludos