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Alonso.

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Pantematico, 28 de Marzo de 2022. Respuestas: 1 | Visitas: 335

  1. Pantematico

    Pantematico Amargo el ron y mi antipática simpatía.

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    Alonso Quijano dejo de leer libros por culpa de su homónimo del siglo XVII, pues leer era solo la parodia de una parodia, además temía perder la cabeza por asuntos tan antiguos, no quería extraviar el seso o que se le secara el coco, y no había un bachiller o un sacerdote que se ocupara de él. Así que Alonso dejo de comprar y leer libros.

    Pero la tentación era fuerte, Alonso, hijo de un notario y una Profesora de literatura, creció en una casa saturada de libros y letras. A sus padres les pareció poético usar el nombre del orate manchego como un homenaje para su hijo menor, y para fortuna de Alonso, no hay suficiente cultura en esta época de redes sociales y letras en los móviles; muy pocos relacionaban su nombre con el ingenioso hidalgo, y los pocos que lo hacían lo tomaban con un estupendo sentido del humor y sapiencia. Arrogancia, era la opinión de Alonso, cuando alguien le recordaba que su nombre era el que Cervantes dio a su célebre personaje. Sí, lo sé, respondía con desgano y desencanto, por lo demás, todo era normal.

    Alonso prefería los deportes, pero por esas ironías de la vida, era muy delgado, poco atlético, y si es posible mencionar sin ofender a Alonso, era seco de carnes. Sus hermanos siempre evitaron jugar con él, sus padres estaban tan ocupados con sus asuntos, que Alonso siempre estaba solo, deprimido y con su figura tan triste.

    Todo cambio cuando paso por una tienda de Comics. Nunca había leído uno, ya que en su casa, los monitos dibujados solo eran caricaturas y no se podía considerar lectura. Eso fue lo que le gusto tanto a Alonso, no era lectura de acuerdo con los cánones familiares, y por lo tanto, de acuerdo con su prejuicio formado, no podía perder el seso leyendo Comics.

    Así comenzó todo, por las tardes, después del colegio, y sabiendo que nadie lo esperaba o extrañaba, Alonso se metía a la tienda de Comics, hojeaba aquellas revistas – que no eran libros, de acuerdo a su concepto- tan bellamente ilustradas, tan llenas de colores y oscuridad y escogía dos o tres, pagaba y los llevaba a escondidas a su casa, se encerraba en su cuarto, se metía debajo de la cobija que usaba como tienda de campaña sobre su cama, y con la luz que daba su celular, devoraba fascinado aquellas aventura de hombres y mujeres con o sin superpoderes, y soñaba.

    Un día, estando Alonso Quijano en esa tienda de Comics, sin decidirse entre las aventuras de un patriótico capitán en una guerra lejana o un extraterrestre poderoso que salvaba la tierra de una calamidad transformada en un destructor villano, dos hombres armados entraron a la tienda y amenazaron con un arma al dependiente. En el lugar solo estaban Alonso y el Dependiente, el cual con una seña de los ojos le dio a entender que se quedara quieto, que no intentara nada. Aquí esta el dinero, dijo el dependiente, solo tómenlo y váyanse, no quiero problemas.

    Uno de esos hombres vio a Alonso y le apunto con una mirada fría. ¿Y este? Preguntó con una voz ronca y fría. Es solo un muchacho, déjalo, no te molestara, respondió el dependiente, solo tomen el dinero y váyanse, por favor.

    Los hombres tomaron los billetes que les daba el dependiente, proporcionaron a ambos unas miradas frías y aceradas y uno dijo: No intenten nada o les metemos un tiro, quédense quietos ahí donde están. Los hombres salieron, Alonso sintió frío y una sensación amarga invadió su boca, sus pantalones estaban calientes y húmedos. Se había orinado.

    Avergonzado salió corriendo de la tienda, llegó a su casa, apresuradamente entro a su recamara y se encerró. Aun temblaba. Estaba lleno de miedo e ira.

    Alonso Quijano, imberbe estudiante de bachillerato, de 16 años, flaco y seco de carnes, solitario y de triste figura, de acuerdo con los acontecimientos que habían pasado y todo lo que había leído en tantos comics, cambio su ropa meada, se puso un pantalón de chándal y sobre el mismo sus calzoncillos, se ató la sabana de la cama al cuello como capa y perdió el seso.

    En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su país, hacerse superhéroe.

    Desde entonces, ya será conocido como el ingenioso superhéroe de la triste figura.
     
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    Última modificación: 28 de Marzo de 2022
    A Luciana Rubio, La Sexorcisto y Emp les gusta esto.
  2. La Sexorcisto

    La Sexorcisto Lluna V. L.

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    ¿Tu has leído Kiss ass? Dibujada por Romita jr.
     
    #2

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