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Ángeles

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Solaribus, 1 de Marzo de 2024. Respuestas: 4 | Visitas: 222

  1. Solaribus

    Solaribus Poeta veterano en el portal

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    Recuerdo el cuarto de mi infancia. De día por la puerta entraban algunos ángeles. Recuerdo sus rubias túnicas, sus palabras no tan claras, la justicia de sus consejos. De noche invitaba a cuanta alimaña salvaje se cruzara. Por la ventana iban y venían lagartijas, abejas, zorros rojos, sapos y un raro tipo de nuez que caía y rebotaba desde el árbol. Recuerdo las uvas azules de mi padre. Recuerdo esa época cuando todas las uvas eran azules y todas las plantas del jardín eran jazmines. No importaba si eran alelíes o magnolias, clavelinas o arvejillas, todas las plantas florecían en jazmines blancos, enormes, perfumados. Recuerdo esa casa en las afueras de Buenos Aires. Mis compañeros de escuela.
    ¡Tantas cosas y gentes! ¡Tantos armónicos adminículos como inservibles armatostes! Todo está aún ahí, ocupando un espacio, un tesoro, una luz o un pozo.
    Pero de todo aquello, lo que más quedó fijo en mi memoria son los ángeles. Y de todos ellos, uno en especial. Vos. Con tu voluptuosa manera de desplazarte por mi habitación. A veces colgada de algún estante de la biblioteca. Otras, acostada frente a mí, escuchando mis quejas. Y la más de las veces, conforme iba creciendo, enseñándome a desnudar el alma y el cuerpo para entrar dentro tuyo.

    Jazmines. Los ángeles siempre fueron jazmines blanquísimos… Las alegrías, en cambio, siempre fueron uvas dulces. Hasta que murió mi padre y fueron tristezas, endulzadas solo gracias a la nostalgia.

    Anoche, de pie y a la entrada de mi alcoba, estabas esperándome. Desde hacía algunos unos días estabas ahí. Yo te vi paseando sin pudor por el marco de la ventana. Pero me esforcé en negar que habías vuelto. Enseguida pusiste precio al permiso que pediste para entrar, avanzaste y te sentaste en mi sillón canasta de yacar rojo. Tenías las alas azules en un leve degradé hasta terminar las puntas en celeste. No sé si era santidad o el gélido aliento móvil de la noche que usaste para empujarte hasta mi puerta. Estabas exhausta. Buscabas asilo y desplegaste a Drexler como un boomerang.
    ¡A veces la soledad hace experimentos con mundos distintos!
    Tus pies transparentes tocaron mi alfombra. Y ahí fue cuando realmente te vi. Te reconocí en el arte de despintarte las uñas y desnudarte el alma para que entrara en vos. Me costó reconocer tu paso. No tenías ya la rubia túnica ni la blanca cabellera con los estambres amarillos.
    Pero eras vos. Aunque ya no éramos los mismos. Lo sabía. Lo sabías.
    Por eso quisimos ese beso que con descaro viniste a buscar y a regalarme. A traer y a llevarte.
    ¡Y quién sabe desde dónde o cuándo lo veníamos necesitando! (Ya sé que vos estás afuera del tiempo y del espacio).
    Entonces nos volvimos locos. Mordí tus dedos y salpicaste mi cara. Parecía que Arlt fuera tu abuelo o tu creador a juzgar por el tinte oscuro de tus ojos y la voz vivaracha de tu mediterránea garganta. Por eso nos dimos ese beso con desesperada demora. Porque a veces los besos cargan con el peso de las palabras no dichas. De las gargantas secas. De los dolores mediterráneos. De las uvas azules.
    Y entraste en mí. Y entré en vos. Y sacaste a pasear por un rato esas uvas, que se quedaron para siempre a doler con dulzura.
    Desbarataste mis sentidos. Y oscurecí un poco tu alegría y tu reputación de guía y mensajera. Y te anduve. Y te tuve. Y me tuviste. Viniste a eso con el descaro de quien se detiene, mira y persigue lo que perdió hace tiempo. Y te puse una de Serrat. Y te dejé creer que se te había ocurrido a vos.
    ¡Cómo si no hubiera yo aprendido tu oficio angelical de meter ideas en la cabeza del otro!
    Por un buen rato los adminículos y armatostes se rieron a carcajadas de mi torpeza. Y de la tortura de no haber sabido nada de vos.

    Sé que no soy tuyo. Ni sos mía. Y sin embargo soy tuyo y sos mía. En la locura de aquellas horas. En la de hoy. O cuando sea que vuelvas a mostrarme tu blanca desnudez de jazmín y tu nocturno azul de plumas.

    Sé que no soy mío. Y que «infinito», es solo aquello que se junta en tu mirada.
    Y que te irás. Y volverás -—tal vez a buscarme cuando muera.
     

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    #1
    Última modificación: 1 de Marzo de 2024
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  2. Solaribus

    Solaribus Poeta veterano en el portal

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    Gracias, @Medusa, Romi, por tu presencia en este pequeño texto tan querido por mí.
    Dani.
     
    #2
  3. Solaribus

    Solaribus Poeta veterano en el portal

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    Gracias @Narablus por dejar tu huella.
    Dani.
     
    #3
  4. La Espartana

    La Espartana Hija del Fuego

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    Qué bonito! Un encuentro mágico con alguien especial. Me encantó, qué linde escribe.
     
    #4
  5. Anamer

    Anamer Poeta veterano en el portal Equipo Revista "Eco y latido"

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    Un hermoso relato nos dejas Dani, hay amores así, que perduran como esa presencia que jamás se irá
    de nuestro corazón, y aunque no esté la intuimos, la disfrutamos, la vivimos.
    Besitos cariñosos vuelen a tus mejillas.
     
    #5

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