Anochecer.

La amé. La amé como el verano ama a las aves que cantan. La amé con todo el corazón. Más ella no me amó. Más sus besos tenían gusto a venganza. Más su pasión era sólo odio, con otro nombre.

La amé más allá del sacrificio y el orgullo. La amé con las miradas envidiosas de quienes amé antes, porque a ella se lo di todo. La amé a costa de mi dignidad y mis sueños, le entregué en bandeja de plata todo lo que yo era, queriendo que me quisiera.

Te di... Le di, lo que tenían de hermosos los anocheceres. Le di lo que tenían de frescas las madrugadas. Le regalé lo que tenían de misticos los quizáses, puse en sus blancas manos todo lo hermoso que me había birlado en la vida.

A costa del hambre, la abracé por las noches. Que sencillo es, hablar de amor y de entrega, cobijado y bien alimentado.

Que dificil es en cambio, musitar un te quiero, con los labios helados de lluvia. Que dificil es soñar con ella, cuando en el cuerpo quiere soñar con comida.

Y sólo ahora, abandonado y perdido, la niebla del querer ya no me traba el juicio. Aquel virus que se esparcía por mi alma, tornandolo todo rosa y precioso, ha cedido por mucho.

Ahora se apodera de mi la más profunda calma. Esa calma que sólo sienten los que han muerto por dentro.

Recostado en el seno de la colina, mis manos abrazan la hierba alta. Los ojos, placidamente cerrados, brotan lagrimas plateadas a la luz de la luna.

No es como que aun me duele. Es como que las lagrimas viajan más lento que los puñales. Es como que la amé demasiado, y el cuerpo aun no sabe que hacer.

Se me acumula, en los labios, ese extraño sabor. No es desengaño, es desidia. Es simplemente la falta de ganas de levantarse, de amar, de sufrir, de culpar. Es la huella de todas las pretenciones y palabras dulces, que, entumecidas, ahora escapan de mi.

Queriendo recitarse a si mismas, irán a donde esté ella. Y la cubrirán de caricias dulces y besos inocentes. Y le dirán que es más grande que las montañas más grandes, que es más hermosa que la venus.

Se van porque yo ya no quiero pronunciarlas. Porque no me merece la energía, porque yo ya no siento nada. He perdido lo que tienen de apasionados los poetas. He perdido lo que tienen de tontos los hombres.

Au revoir.

 

Bellas letras con sabor a romanticismo.
un gusto leerle y comentar.
saludos
Esperanzapaz