1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Antidiós: Secretismo mortal

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por Ricardo López Castro, 3 de Diciembre de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 240

  1. Ricardo López Castro

    Ricardo López Castro Poeta adicto al portal

    Se incorporó:
    17 de Septiembre de 2017
    Mensajes:
    1.956
    Me gusta recibidos:
    1.489
    Género:
    Hombre
    No sé qué escribir, escribo.

    No sé qué decir, digo que no sé qué decir.

    Son conductas que no van a resolverme la vida, pero, ¡eh!, ¿puede una vida resolver una conducta?

    ¡Por supuesto que sí!

    Basta con agonizar.

    Ahora bien, la muerte sería la solución, que no el remedio, ¿que no?

    Lo mismo ocurre con Satán.

    Quería el trono de Dios para Sí, y el deseo le puede, de hecho le durará por los siglos de los siglos.

    En esta analogía, la codicia era su agonía.

    Pobre engendro, yo te cuidaré.

    Nadie concibe el mundo como tú, sin concepción, habiendo sido concebido sin concepción.

    El tiro por la culata de Dios.

    Las golondrinas son aves migratorias.

    La carne de conejo es sana.

    Mis letras son mi paraíso.

    Pobre diablo, parche tras parche.

    Deberías buscarte un abogado.

    Conozco escenas de crímenes con más huellas que tú, oh celular.

    Al margen de irme por las ramas estilo serpiente, sé lo que me hago.

    Dejar interlineado, al quite.

    Todo esto, el día anterior a la vista.

    Los picapleitos, el tribunal, el jurado, los asistentes, alguaciles y taquígrafos, y, cómo no, los testigos.

    La expectación era mínima.

    La empresa Dios S.L. había caído «misteriosamente» en bancarrota algunos trienios antes.

    La sentencia fue unánimemente inservible.

    El demandante había actuado a diestro y siniestro.

    Se podría decir que se tomó la justicia por su mano.

    Los teléfonos de mi oficina satánica echaban humo.

    Libre albedrío pasó a ser tan furtivo que me vi sumido en una tesitura nada cómoda:

    Dios zarandeando a Satán, y Éste propinándole -curioso término- puntapiés -curioso término- en los tobillos.

    Termino:

    Todo terminó por volverse tan boscoso que los árboles no dejaban ver el bosque.

    Dios y el demandante, el demandante y Dios. ¿Quién manda de los dos?

    Si ya sabía yo que con una eternidad sin hablar en plata a tus espaldas, puedes achicar a cualquiera.

    -Y así se esfumó, de la mañana a la noche -tantas noches en vela producen este efecto-, el sueño de ser Dios…-

    El demandante renunció a sus derechos -en otras palabras, lo único que quería de verdad era dejar las cosas claras-.

    Ganar el juicio y escupirle en la cara a Dios.

    Los barcos a veces transportan pasajeros.

    En los centros comerciales hay de todo, suele decirse.

    ¿Para cuándo Satán en su trono?

    Para ello es completamente necesario que le beséis los pies, se diría.

    Y es que un ángel caído no vuela, ni cuela la historia de un ángel caído.

    ¿Dios?

    ¿Satán?

    En mi oficina satánica no echamos nada en falta, pero lo que sobra va a la papelera.

    Y es que yo guardo el secreto más importante, y por supuesto, mejor guardado:

    Les subo el sueldo a mis secretarias una vez por semana.

    Por fin han caído en la cuenta de cuál es el trono de Satán.

    Todo aquel proceso judicial no era más que pura parafernalia, carne de papelera.

    No sé qué escribir,escribo.

    No sé qué decir, digo que no sé qué decir.

    Esto sin Dios no es lo mismo -¿eso lo he escrito yo?-.

    Secretismo mortal es algo así como las postrimerías de Dios.

    Confabulaciones sin pies ni cabeza.

    Y es que a estas alturas de la película, los testigos deben haber puesto ya pies en polvorosa.

    Y yo a solas, aquí, más Dios que nunca, escribo con una mano satánica, endiablada mente y con alevosía.

    Con el conocimiento del asesino más sádico, hago añicos la obra de Dios.

    Y es que no se puede ser Dios y Satán al mismo tiempo, pero se puede poseer a Dios.

    Esto es como si a Cristo se le revolucionaran las hormonas.

    O como si Satán encontrase su fuente de placer.

    El Reino de Satán ha comenzado, y yo coloco la primera piedra.

    Entre la primera mujer y el primer hombre.

    Entre los seis jinetes y el Apocalipsis.

    Entre Dios y el Día del Juicio.

    El secreto mejor guardado de la humanidad, el más letal:

    «La humanidad no tiene secretos para mí, ni siquiera Dios.

    Es más, hago de Dios su propio Antidiós».

    -¿Puede ser Dios más Uno con el Diablo?-

    Tamaña avaricia inmaterial.

    Esto es como si me multaran por mear en una esquina.

    En esta analogía, Dios es la multa, y el Diablo el guardia que me la adjunta.

    Pues con mis escritos sucede lo mismo.

    No me posiciono a favor ni en contra de nada.

    Es por ello que son infumables.

    ¿Acaso cambia algo el hecho de que yo sea Dios, o incluso Satán?

    Necesitaría mil cigarrillos, uno tras otro, para que este texto llegase a trascenderme.

    Pero me conformo con que me trasciendan los mil cigarrillos.

    Ésta es una situación incómoda de cojones.

    ¿Qué vino antes? ¿El sistema hormonal o el neuronal?

    Dios, busco en ti los remedios, y me atraganto con una aceituna.

    Satán, sin embargo, supone mi autocrítica elevada al máximo exponente.

    A infinito, se diría, infalible.

    Y es que no se puede ser Dios y Satán al mismo tiempo, ¿que no?

    No ser Dios ni Satán al mismo tiempo.

    Dicen que todos llevan dentro algo de ambos.

    En mi caso, bicho raro, criatura oscura incapacitada para los placeres humanos y eternos, solo queda una mención honorífica a mi autocrítica.

    No podía ser de otra manera.

    Pobres Dios y Satán.

    En su reparto no contaban conmigo.

    Pienso poner todo esto patas arriba.

    Sin avaricia material ni inmaterial.

    ¿Qué clase de monstruo es capaz de meterle el miedo en el cuerpo a lo maravilloso de la vida sin esfuerzo alguno?

    Salgo más reforzado de este poema que de mis otros tres millones de poemas juntos.

    Es por ello que quemar a Dios y Satán, al margen de tener todo en común con hacer una hoguera con todas mis libretas para luego saltarla tres veces y pedir un deseo -esto último me resulta irreverente-, no deja de ser mi propia naturaleza, y una desinfección espiritual sin precedentes.
     
    #1

Comparte esta página