1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Aprendiendo a concursar

Tema en 'Prosa: Infantiles' comenzado por Starsev Ionich, 3 de Noviembre de 2023. Respuestas: 0 | Visitas: 102

  1. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    26 de Marzo de 2011
    Mensajes:
    346
    Me gusta recibidos:
    204
    Aprendiendo a concursar
    Tom era un niño muy inteligente. Casi siempre ocupaba el primer lugar en su clase, y día a día se esforzaba en ser aún mejor de lo que era. Como pasaba tanto tiempo estudiando y preparándose para ocupar el primer puesto, no compartía mucho con otros en los descansos y era un niño de pocos amigos. Incluso pensaba que los demás eran muy tontos para jugar con él; mientras los demás jugaban futbol, a las escondidas, o policías y ladrones, el disfrutaba jugando a adivinar capitales de los diferentes estados del mundo, resolviendo sudokus o leyendo sobre dinosaurios.
    En su casa tampoco compartía mucho con niños de su edad, ya que era hijo único. Cuando iban sus primos maternos a visitarle, que eran de su misma edad, rápidamente se aburría de jugar con ellos, pues también compartían diferentes intereses, y prefería jugar con sus tíos ajedrez, a quienes hacía rápidamente jaque-mate.
    A veces, cuando su madre insinuaba sobre acerca de la idea de tener un hermanito, Tom le enumeraba rápidamente las desventajas de tomar esta decisión: que ya éramos muchos en el mundo y estaba quedándonos pequeño, que se agotaban los recursos.
    También le explicó sobre el peligro de que naciera con deficiencias o algo como una enfermedad– ya que un primo suyo tenía dificultades escolares y no hablaba muy bien-, y él había investigado que los familiares cercanos tenían más riesgo de nacer con otro problema similar; y sobre todo le preocupaba que podían decaer sus notas, debido al estrés y la carga de tener un hermano pequeño a quien cuidar.
    Aunque, en el fondo su primera razón era que, con solo pensar tener un hermano, sentía una enorme y extraña emoción que le era difícil entender, al igual que otras. Una mezcla entre tristeza, ansiedad y rabia, a la que los mayores llamaban celos.
    En la segunda entrega de boletines del año escolar, sus padres fueron citados por los profesores, y como era de esperarse, Tom tuvo unas excelentes notas, pero a diferencia de anteriores ocasiones en esta ocupó extraordinariamente el segundo lugar. Y vaya que era algo extraordinario porque sus notas estaban muy por encima de los restantes cuarenta alumnos del grado cuarto B. Pero para sus padres esto fue decepcionante y tomaron la decisión de quitar sus fichas de memoria durante una semana completa y también estudiaron con él, tardes enteras para ocupar de nuevo el primer lugar.
    Pero, aun así, Tom siguió ocupando de nuevo el segundo lugar, por lo cual sus padres se volvieron más restrictivos. Le ponían más castigos, no le permitían jugar con su atlas, con sus libros de dinosaurios, o con sus sudokus, y le exigían que estudiara muchas más horas en la semana. Esto empezó a ocasionar en Tom un molesto sentimiento de frustración, ya que por más que se esforzara nunca podría recuperar el primer lugar.
    Además, empezó a ser más intolerante con otros niños, los cuales le parecían más tontos que antes, con sus ociosos juegos infantiles. Por otro lado, a pesar de que estos juegos le parecían bastante básicos y fáciles, el hecho de perder le generaba mucha rabia, y últimamente se propinaba pequeños pellizcos en su pierna y jalones de pelo, ya que se decía a si mismo que, no merecía más que esto por ser tan tonto para perder en un juego tan fácil.
    Y para sumar, sentía mucho rencor hacía la pequeña verdugo, que había ocasionado todo este estrés escolar: la querida y preferida de los profesores, la monitora de varias materias y super-deportista Daniela, quien tras del hecho le parecía bastante bonita, aunque esto nunca se lo reconocería a nadie, ni a su mejor amigo Klaussen, quien a todas estas, solo existía en su imaginación.
    Con Klaussen, pasaron largo rato en su cuarto, analizando el por qué Daniela siempre lograba ser mejor que él. Empezando sus padres no eran tan exigentes como los suyos, entonces seguro no pasaba largas horas estudiando como él. En la mañana observó que cuando se despedían de su hija, daban un fuerte abrazo, le deseaban que disfrutara con sus amigos, que aprendiera de ellos y sus profesores, le decían que era una hermosa niña llena de talentos y que recordara que lo importante no era cuanta nota alcanzaba en un examen, sino que tanto había logrado aprender y que tanto se había esforzado, pero sobre todo deseaban que fuera feliz.
    Reían, recordando con Klaussen cuando contaron esto a mamá y ella les había dicho: - ¡esos son unos padres conformistas, el mejor es el que saca mejores notas, y esa niña va mejor que tú es porque estudia el doble que tú y no pierde el tiempo con dinosaurios! - Reían…, pero en el fondo escondían sus lágrimas de tristeza. Idearon un plan, y recordaron lo que decía su tío Julio, quien siempre perdía jugando al ajedrez, que si no puedes con tu enemigo únetele. Intentaron conocer un poco más a esta niña, copiar sus formas de estudio y la forma en que se comportaba.
    Aunque al principio le pareció muy fácil, y concluyó que Daniela no tenía una gran inteligencia ni unas grandes estrategias para estudiar, poco a poco se fue haciendo más difícil, ya que las tácticas de la pequeña iban un poco más allá de memorizar conceptos y tener respuestas correctas en un examen.
    Daniela se preocupaba por los demás, ayudaba a otros cuando lo necesitaban. Cuando sentía que algún compañero no entendía algo que hubieran explicado en clase, ella con mucha calma y amabilidad volvía a explicarlo y con esto memorizaba y entendía el tema desde la óptica no solo del que aprende sino desde el que enseña.
    Ella también solía participar en diferentes eventos como el día del idioma, el día de la ciencia y había desarrollado unas excelentes habilidades para llegar acuerdos con otros alumnos, organizar el trabajo en equipo, y al estar en constante cambio de información con los profesores, estos le enseñaban otras cosas que no se alcanzaban a aprender en el salón de clase, pero sobre todo adquiría la confianza para dar su criterio y decirle al profesor cuando no estaba de acuerdo con este, algo que parecía escalofriante para Tom. Otro de los pasatiempos de la pequeña era vender sanduches y golosinas en los descansos, eso sí, a escondidas de los profesores, y practicaba todo lo aprendido en sus clases de aritmética.
    En este camino de aprender los movimientos de su contrincante, descubrió más de lo que hubiera creído. Luego de desesperarse explicando a un compañero sobre suma de fraccionarios -al que casi, por cierto, le pega una cachetada-, sintió la satisfacción más allá de saber algo: el saber enseñarlo a otro y como se siente su agradecimiento. Aprendió que no solo los espacios de las clases son un espacio de aprendizaje, sino que podemos aprender en diferentes actividades, sobre todo las que nos permiten aprender a respetar y aceptar la opinión de otros. Reconoció que no solo las matemáticas se realizan en el papel, sino haciendo un simple mandado, así como todo conocimiento tiene un contexto de aplicación. Y lo más importante: si sonríes y no te las das de sabelotodo, te dan propina.
    Concluyó que los profesores no son enciclopedias andantes de conocimiento y que la cercanía hacia estos, potencia nuestro aprendizaje.
    Con todos los conocimientos aprendidos, imitando a Daniela en secreto…, para el cuarto periodo escolar los primeros puestos iban muy competidos. Tom y Daniela habían quedado empatados por lo que el profesor titular del curso ideó un concurso con participación de los padres de familia.
    Las pruebas constaban de algunos problemas de razonamiento numérico resueltos por los niños, los cuales podrían recibir ayuda de los padres por medio de mímica, mas no podrían pronunciar palabra, algunos problemas de solución de situaciones en el ámbito escolar, y como hijos y padres llegaban a un acuerdo para evitar conflictos con otros. Otra prueba consistía, en idear un producto para ser comercializado y convencer a los compradores ganando quien alcanzara mayores ventas.
    Tom recordó el malestar que sintió cuando empezó a realizar las actividades que realizaba Daniela, explicando a otros, participando con otros, vendiendo a otros, y se sintió contento porque por un momento empezó a disfrutar cuando veía las caras de alegría: porque entendían lo que antes no entendían, o por sentirse aceptados o respetados en su opinión, en algún evento científico o cultural. Y este sentimiento de satisfacción superaba cualquier idea de ser el mejor de la clase.
    Sentimiento que difería de la frustración y el malestar que demostraban sus padres al ver que perdían poco a poco a medida que trascurría el concurso. Y aunque le dolía que sus padres delante de todos le reclamaran por su falta de esfuerzo y su mediocridad, en el fondo se sentía contento porque su pequeña maestra disfrutaba un poco más que él y ya no sería en adelante su rival.
    Empezó a frecuentar con ella y descubrió que también le encantaban los dinosaurios, reconoció con su ayuda la lógica y el potencial de aprendizaje detrás de un juego simple y descubrió al profesor que llevaría dentro, por lo menos por los siguientes diez años, puesto que sí tendría un hermanito.
    Sus padres por medio del resultado del juego y su retroalimentación, reconocieron, a medias, sus falencias en la crianza y en el estilo de aprendizaje de su hijo, y por amor decidieron llegar a acuerdos con el profesor para seguir algunas pautas en casa. Para todos, esta experiencia permitió que comprendieran que los concursos no solo están diseñados para ganar, sino también para aprender.
     
    #1
    Última modificación: 3 de Noviembre de 2023
    A Alicia12 le gusta esto.

Comparte esta página