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Arácnido

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por S.E. Avilés, 9 de Octubre de 2017. Respuestas: 2 | Visitas: 833

  1. S.E. Avilés

    S.E. Avilés Poeta Novato

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    9 de Octubre de 2017
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    “ Miedo no es ver una araña...miedo es perderla de vista “.

    La puerta del departamento rechinó, anunciando que alguien había entrado. Sonia se recriminó porque aún no había podido arreglarla, odiaba ése rechinido. Asomó la cabeza desde la cocina para ver quién era, y vio a Cristina, su hermana.

    “¿Cómo te fue? ¿Qué dijo el doctor?” Cristina estaba seria, se veía preocupada. “¿Hermana qué pasó?”, insistió Sonia. “Nada, aún no me dicen qué tengo; el doctor no se explica por qué tengo éstas marcas en el cuerpo, ni por qué estoy tan delgada y tan débil; me va a hacer más estudios. Pero tengo miedo de que sea algo grave”.

    Sonia miró fijamente a su hermana. Efectivamente cada vez estaba más delgada. Por más que ella cuidaba que se alimentara bien, seguía perdiendo peso y cada vez se veía más demacrada, ojerosa; y ésas marcas en el cuello y los senos que no dejaban de aparecerle desde hacía varios meses, como si la hubieran mordido….”no te preocupes -trató de tranquilizarla Sonia-seguro que no es nada grave; anda ayúdame a terminar la comida, necesitas alimentarte mejor y seguro que pronto recuperas tu peso”.

    Sonia se detuvo en la puerta de la recámara, sudando, tratando de recuperar el aliento. Había revuelto toda la habitación, movido los muebles, desbarató la cama y quitó las sábanas; seguía oyendo las palabras del doctor en su cabeza: “revise usted muy bien si hay algo que le esté causando estos malestares a su hermana, tal vez sea una fuerte reacción alérgica a algún insecto; podrían ser arañas pues encontramos restos de una toxina en su sangre, pero me desconcierta el tamaño de la mordedura, como si fuera una araña gigante o cientos de arañas que la mordieran al mismo tiempo, y ninguna de las dos cosas es lógica ni posible”.

    Buscó telarañas, rincones oscuros, debajo de la cama y el armario. No encontró nada. Al día siguiente fumigarían la casa entera, tenía que asegurarse de que cualquier insecto se muriera.

    Cristina cada vez estaba peor. Estaba extremadamente delgada, su piel amarillenta, sin vida, se pasaba el día entero acostada pues no tenía fuerzas para levantarse, pareciera que la vida y la energía se le estaban acabando; tenía pesadillas, estaba llena de erupciones en el cuerpo y las marcas en el cuello y los senos ya se veían de un color morado, como si por dentro se estuvieran muriendo sus tejidos. Los doctores no sabían qué le pasaba; por más estudios que le hacían no encontraban respuesta a su enfermedad, seguían diciendo que era una fuerte reacción alérgica, pero no sabían a qué, ni qué hacer para eliminar sus síntomas.

    Sonia estaba desesperada. Varias veces se quedó a velar el sueño de su hermana, tratando de descubrir qué le producía tales lesiones, pero todo fue infructuoso; por más que trató siempre se quedaba dormida, como si hubiera tomado una droga, le era imposible mantenerse despierta. Al día siguiente le preguntaba a Cristina si ella había sentido algo, y Cristina siempre respondía lo mismo: “no Sonia, yo no siento nada, yo sólo tengo pesadillas; sueño que alguien me roba el alma y que me comen por dentro, pero nunca puedo despertarme”.

    Ya hacía mes y medio que Cristina había empezado a sentirse mal. Ya no se levantaba para nada, la mantenían sedada para soportar los dolores que tenía especialmente en el estómago y la cabeza, y para que no se hiciera llagas en los brazos y piernas al rascarse las erupciones que cada vez cubrían más su cuerpo. Sus signos vitales eran muy débiles, sus síntomas habían empeorado y algunos de sus órganos empezaron a fallar. El doctor la visitaba diario pero sin ningún resultado positivo; estaba desconcertado porque en ningún estudio o radiografía se detectaba nada, sin embargo era claro que estaba muriendo. “Lo lamento -le dijo el doctor a Sonia-, pero no creo que pase de ésta noche”.

    Sonia dejó a Cristina con la enfermera mientras ella realizaba los trámites para el próximo funeral de su hermana, resignada ya a que no había cura para su extraño mal. Pasaban de las 10 de la noche cuando llegó a su casa, exhausta. En cuanto abrió la puerta sintió que algo estaba mal. Todo estaba oscuro, quieto, silencioso, terriblemente silencioso. La enfermera estaba sentada en un sofá, dormida; trató de despertarla sin conseguirlo, parecía que estuviera desmayada o drogada. Corrió a la recámara de Cristina en dónde sólo se veía por debajo de la puerta la tenue luz de una pequeña lámpara de noche. Tuvo que contener la respiración y un grito se le sofocó en la garganta cuando abrió la puerta, no podía creer lo que estaba viendo.

    Encima de Cristina había una enorme araña gris, del tamaño de un gato; sus enormes patas peludas rodeaban el cuerpo de Cristina y sus colmillos estaban clavados en su seno derecho, del cual escurría un hilillo de sangre; se veía claramente cómo la succionaba, como un vampiro. Y por todo su cuerpo cientos de arañas más pequeñas, entrando y saliendo por sus orejas, nariz y boca; por debajo de su piel se veían pequeños bultos que se movían, como si quisieran salir perforándola. Cristina tenía los ojos abiertos, fijos en los múltiples ojos de la araña; el veneno de la araña la tenía paralizada pero se notaba el terror en su mirada, y un débil quejido de dolor era todo lo que podía emitir, el cual era silenciado por un horrible ruido, una especie de ronroneo que hacía la araña, como una muestra de que estaba disfrutando al devorarla.

    De pronto, la araña se detuvo y se dio la vuelta sobre el cuerpo de Cristina, fijando sus ojos en Sonia que seguía parada en la puerta del cuarto, horrorizada. Sorpresivamente la araña le saltó encima a Sonia clavando sus colmillos en su cuello; Sonia sintió un dolor quemante y que le impedía moverse, y sus ojos se desorbitaron cuando debajo del enorme abdomen de la araña se abrió una bolsa de la que salieron sus pequeñas crías, decenas de ellas, que se le metieron por todos los orificios de su cuerpo para alimentarse de ella, sintiendo claramente cómo caminaban por debajo de su piel y cómo la iban comiendo por dentro, y lo único que pudo hacer fue lanzar un gemido, más bien como un aullido de dolor cuando las sintió caminar por su cerebro.

    El doctor Solís realizó su visita diaria en el pabellón de Psiquiatría del hospital. Lo tenía intrigado el caso de la nueva paciente, Sonia. Su expediente decía que había perdido la razón el día que su hermana falleció de una rara enfermedad necrotizante que le consumió los órganos internos. Sonia no pudo resistir el dolor y se sumergió en un mundo de alucinaciones. Lo que más le preocupaba al doctor Solís, eran las extrañas marcas, como mordidas, que día tras día le aparecían en el cuerpo, y la pérdida de peso de Sonia, probablemente porque se rehusaba a dormir gritando que se la comían las arañas….
     
    #1
  2. Maramin

    Maramin Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global Corrector/a

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    Escalofriante e interesante relato bien redactado y sorprendente final.

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    #2
  3. S.E. Avilés

    S.E. Avilés Poeta Novato

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    Muchísimas gracias por su comentario!!!!!
     
    #3

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