Arcturus

Hay una estrella que muere…

En el horizonte de Boötes, en la constelación del cielo norte.
Es una estrella brillante, radiante más que el sol, y Arcturus, es tu nombre.

Hoy, ahonda la tristeza, más que ayer, y mi corazón se inunda de luto.
Mis ojos se sumen de lágrimas porque ya no estás.

Hoy mis ojos no se cansan de llorarte, Arcturus: La esperanza más dulce de mi vida agoniza…

Arcturus, la pena enloquece…La pena no mata… La pena va ahondando en el alma, como una bala de plomo en una gelatina infinita.

Las estrellas que mueren escriben su propia canción; melodía de mil colores y melancolía en desesperado intento de seguir viviendo…

Tu canción, Arcturus, es silencio hielo. Sin yo aún alcanzar a comprender por qué…
como la estrella muere, el amor acaba…

Y la mía, Arcturus, ecos de mis anhelos que se desdibujan con el tiempo…
Y el pávilo de esta pluma que flaquea, revolotea la balanza del tiempo perdido…

Solo puedo contemplar impávida cada uno de los momentos que pasan frente a mis ojos, como desfilando hacia su pena de muerte...
gota a gota como hiel amarga, tu amor se desvanece,
en el infortunio de un error imperdonado…

y estás decidido a asesinarlo, y sin yo saber porqué.
Verdugos y mudos “te amos” que emanaron de tu boca, de tus ojos, de tu alma y de tu piel.

Asombro en la mañana me despierta, cuando mis sueños me traicionan.
Cómo en las noches revive mi corazón el anhelo de tenerte, y la angustia de perderte…

En esas noches, ahonda en el silencio, el eco de mi voz que te busca aguardando una respuesta.

La negra verdad me hiere con saña, mientras mis manos en mis sueños tocan tu piel a terciopelo…
y cuando me acerco a las orillas de tu cuello, te suspiro y soplo, y un temblor esparce tu cabello cercano… a ese cuello que amo.
Ese silencio que pretende decirme:
No quiero saberte, no quiero verte, no quiero escucharte;
y sin embargo tu corazón me llama;
y sin embargo no puedes borrarme…
y sin embargo, tu espalda se convierte en campo de crisantemos infinitos, blancos y tupidos, donde no queda más espacio para una despedida…
pero si hay espacio para una semilla más sembrada en ti…
Campo Arcturus, bordado con marisgoles amarillos de tus mesetas…

Hoy, Arcturus, de la constelación de Boötes,
tú y yo llevamos un pedazo de lo nuestro,
la mitad de la misma estrella, pues nacimos de ella en distintas épocas…
y sin embargo, no te pertenezco ni me perteneces;
y sin embargo, nos pertenecemos eternamente… inevitablemente…

En la mañana soleada, el Sol ya no sale.
Es solitaria, porque ya no estás.
En los días grises, cuando sopla el viento helado, te veo,
con los ojos del alma, aparecer en el rayo de Sol que se apaga…

Hay una estrella que muere, Arcturus… y somos.
Eres tú. Soy yo.
Parte de la misma esperanza, del mismo cielo negro y de la misma estrella.
Esa estrella fuimos tú y yo,
fundidos en un beso,
un día en la eternidad,
un día como hoy.​