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Ariadna

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por miara, 1 de Febrero de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 759

  1. miara

    miara Poeta asiduo al portal

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    Ariadna presentaba nueva exposición. La galería estaba más concurrida que de costumbre. Habían hecho acto de aparición por el recinto algunos políticos, y sobre todo, una pareja de actores de moda. Los críticos la ensalzaban y eso hacía que su ego creciera hasta niveles cuasi divinos. Pero ella, nunca se conformaba. Estaba hambrienta de notoriedad, de alabanzas. Quería ser la mejor, que nunca la olvidaran y que la pusieran de ejemplo, un modelo a seguir; la creadora de una nueva línea, de un nuevo estilo en el arte.

    Admirando su propia obra, sintió como si alguien la observara. Se volvió rápidamente y su mirada se cruzó con la de un hombre, alto, de aspecto algo sombrío, de inquietantes ojos grises, que la fascinaron. Se acercó a él sin pensárselo un momento; siempre era audaz y atrevida, tanto en su faceta profesional como en la personal. Se presentó directamente, pero él permanecía callado, mirándola fijamente. Después el silencio se deshizo, y pudo escuchar su voz profunda, con acento extranjero. Se llamaba Damien y era suizo. Le dijo que su pasión era viajar para poder contemplar las maravillas que el mundo ofrecía. Le dijo que vivía de las rentas proporcionadas por multitud de inversiones que sus padres, previsores y ahora muertos, le habían dejado. Que estaba soltero, que nada le ataba, y que se había sentido cautivado por las pinturas, y luego por la autora, desde que había entrado a ver la exposición.

    Ella le sonrió, de esa manera especial que sólo empleaba cuando alguien le interesaba. El respondió con otra sonrisa, casi triunfal, porque se consideraba vencedor en una batalla no iniciada. Salieron de allí, comunicándose casi sin palabras, ella agarrando su mano, llevándole a conocer parcelas de su mundo privado: Su restaurante favorito, el paseo junto al mar, las estrellas alumbrando la luna llena... Y después le besó, con toda la intensidad de que fue capaz, como si fueran dos personas que se reencontrasen tras una larga, larga separación. Sobre la arena, se entregó a él, dulcemente, rozando la perfección que siempre buscaba en todas las cosas. Y cuando el sol, tímidamente les tocó, despertándoles, ella le dijo que quería que la acompañase a su estudio para mostrarle su obra más personal, aquella aun no terminada. El la siguió como un sonámbulo cegado por la estela de un cometa.

    Entraron, después de dos horas en que Ariadna condujo ensimismada, perdida en sus pensamientos, sin decir palabra, en su moderna casa de campo, alejada de lo que se considera civilización, hermosa y extraña, como su dueña. "Ven", le dijo besando su mano. "Bajando estas escaleras descubrirás aquello que a los demás no muestro.Son pocos los que lo han visto. Pero tú eres especial. Sólo con verte lo he notado". Cuando llegaron abajo, ella le fue presentando uno a uno sus trabajos, levantando las telas que los tapaban. El colorido era extraño, fuerte y violento;el efecto era hipnótico; parecía que sus figuras hablaran, y lo que decían no eran cosas tranquilas, agradables. La desesperación cubría sus rostros, el terror se intuía en sus ojos. Eran tan reales... "¿Te gustan?", le preguntó besando sus labios."Más bien impresionan, sobrecogen". Ella se echó a reír de forma un tanto exagerada. "He elegido bien, mi amor. Eres perfecto". Se abalanzó sobre él, besándole las sienes, el cabello, los ojos, con una pasión desbordada. Él se dejó llevar, cautivado, exhausto, hasta que sintió un dolor terrible en su cuello. Se lo tocó, y vió su mano cubierta de sangre, mientras se tambaleaba y caía a los pies de Ariadna, que dulcemente le sonreía. "No te preocupes. El dolor durará poco. Te estás desangrando muy deprisa". Se arrodilló a su lado y acarició su cabello, mientras dejaba sobre el suelo, la pluma, afilada como un estilete, que había empleado como arma. "Gracias por todo, amor. Mi obra estaba incompleta. Tú eras lo que precisaba para darle fin. Ahora, te reunirás con todos los demás que me han ayudado a revelarme como artista", y señaló el horno que utilizaba para sus piezas de cerámica. "Nunca sabrán de tí, pero permanecerás inmortal, más concretamente, tu sangre, el pigmento necesario para dar vida a mi mejor composición. Descansa, me has sido muy útil. Te recordaré con cariño", dijo con fingida tristeza, besando su mejilla mientras la vida le abandonaba. Se puso de pie y entró en una especie de vestidor, quitándose lentamente la ropa, mientras se preparaba a drenar del cuerpo de Damien hasta la última gota de sangre.
     
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