Asalto

ASALTO

Un caballo pretencioso

me está horadando la cara

como si fuera un establo

con sus patas afiladas.

Viene desde muy atrás

sin bridas y sin albardas,

herida dejó a la noche

en los límites del alba.

Tiene una antigua memoria

y un cuerpo que a dentelladas

se ha ido ganando un espacio

en los confines del alma.

Un relincho de cristales

rotos donde el sol reclama

acequias para sus rayos,

posesiones usurpadas.

Es el grito colectivo

de la especie marginada

que aunque se quedó cautivo

tiene de sangre empapadas

las crines y las pezuñas,

y va poniendo en la nada

banderillas con las uñas,

estoque con las espadas.

Parece que me ha elegido

porque al ver mi cara amarga,

en los rincones del miedo

ha encontrado una ventana

por donde un pájaro herido

se coló de madrugada.

Y ahora yo con este peso,

esta herencia no buscada,

soy portavoz inconsciente

de una rabia incontrolada

que me sube por la frente

y se aloja en la mirada.