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Así nos conocimos.

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Agatha O'Connel, 19 de Noviembre de 2009. Respuestas: 4 | Visitas: 5418

  1. Agatha O'Connel

    Agatha O'Connel Poeta recién llegado

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    16 de Noviembre de 2009
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    Después de darle un par de vueltas a mi mente, regresar a la cama unas ocho veces y tomar cerca de cinco tazas de café seguidas, seguía sin poder escribir algo interesante. Había hecho ya bastantes ensayos y borradores, que sólo habrían de terminar en la basura. No tenía ideas fluidas. Lo único que rondaba en mi mente era aquella hermosa criatura que me había robado el corazón y que ahora ocupaba la mayor parte de mi pensamiento, e incluso, pensando en aquel noble caballero, no podía escribir ni una línea. Quería llenarla de "Te amo", o de frases que para lectores ajenos no tendrían sentido alguno y podrían resultar incluso estúpidas. Y obviamente, no me dejarían publicar eso ni aunque fuese el último libro escrito sobre la Tierra.

    Harta, me levanté y arrojé la pluma al escritorio. Me dirigí al balcón, abrí la puertezuela que daba acceso al mismo y me senté cuidadosamente en un banco que yo misma había preparado tiempo atrás para cuando me sucediesen este tipo de cosas. El aire fresco me hacía entrar en razón.
    Levanté la mirada al cielo. Una hermosa luna blanca y redonda resplandecía en el cielo nocturno. De ser más pequeña, hubiese cantado aquella canción infantil que versaba sobre la luna, comparándola con una pelota de gran tamaño. Pero sólo me limité a sonreír y a suspirar un poco antes de que mi mente volviese al cuento que debía escribir. Y como era de pensarse, de nuevo parecía que me habían extraído el cerebro y lo único que me habían dejado era un cerebro seco, lleno de pensamientos sobre él, sobre su cabello negro, sobre su piel blanca, tersa, sobre esos ojos castaños, en los que podía perderme por tanto tiempo...
    Recordé entonces cómo me había yo enamorado de esa bella criatura, y cómo el destino había cruzado nuestras vidas. Había sido una tarde calurosa de verano, de esas tardes aburridas, vacacionales, en las que no hay nada que hacer ni con quién salir, pues todos se han ido a las playas u otras ciudades del país a pasar un buen periodo veraniego. Y como siempre, yo me había quedado en casa por indisposición de mis padres, como era común durante mis vacaciones de verano. A veces creía que alguien me había echado una especie de maleficio, o que poseía de nacimiento un destino a lo Sor Juana Inés de la Cruz, porque mientras todos se divertían, iban a fiestas, conocían muchachos y tenían un verano sensacional, yo me quedaba enclaustrada en casa, haciendo las faenas de la casa o cocinando el asqueroso arroz con caldo que tanto le gusta a mi madre.

    Lo que no sabía era que aquella tarde, el bochornoso y aburrido verano se iba a convertir en la mejor estación de mi vida por culpa de un helado.

    Aquella tarde, decidí salir- sola, como siempre- a comprar un helado a una pequeña heladería que se encontraba a varias calles de mi casa. Naturalmente, fui caminando lentamente, en parte para disfrutar del sol cálido del verano, y por otro lado, para no cansarme demasiado, pues a esas horas, aunque el sol era confortable llegaba a fatigar bastante. Llegué a la heladería sin ninguna especie de maravilla en el camino, mas que un niño llorando porque su madre lo regañaba, o un perro que hacía sus gracias a media calle, si es que eso se podía considerar como una. Algo abochornada por el calor, me acerqué a mirar los helados. Todos tenían colores raros y todos se veían igualmente deliciosos. Me coloqué del lado del mostrador donde tenían los helados de leche, mis favoritos. Especialmente, el helado de chocolate en cono. Vi de reojo que un chico intentaba comprar un helado desde antes que yo llegase, así que le di el paso. No había más gente queriendo comprar helado aunque hiciese más calor que en el infierno, y yo no tenía prisa alguna, además de que parecía haberlo estado pidiendo desde hacían siglos. Él me sonrió agradecido, y pidió su tan esperado helado: un helado de chocolate, en cono.

    Me llamó un poco la atención no sólo el hecho de que hubiese pedido el mismo helado que a mí me encantaba, sino que había pedido el helado a señas, pero no parecía ser ni sordo, ni mudo, ni ambos, sino mas bien, un extranjero. Cuando hubo recibido el helado, terminé por comprobarlo: un extranjero. Se giró suavemente hacia mí, y con una suave sonrisa, me agradeció en un idioma que pude catalogarlo de chino mandarín, coreano, japonés, o un idioma de esos raros que hablan en Oriente y que yo me moría por aprender.
    -De... nada- dije torpemente, como si el chico fuera a entenderme. Curiosamente, parecía haberme entendido a la perfección, y en un inglés mucho más masticado que el mío, añadió:
    -Hola. Soy []. - dijo mientras me hacía una pequeña reverencia. -Gracias.
    -De nada- volví a decir con una sonrisa, en un inglés un tanto mejor que el de él. -Soy Agatha- dije mientras le extendía la mano. Él me miró con ojos de desconcierto, y después de un rato de mirarme, me tomó la mano y la sacudió con fuerza.

    Cierto es que nunca he sido creyente en supersticiones ni cosas parecidas, sin embargo, escuché varias veces que cuando una persona te aprieta la mano con fuerza, y la sacude de igual forma, significan relaciones estables.

    Y en ese momento quise creerlo, sin saber siquiera por qué.

    Con delicadeza (y después de haberme comprado mi rico helado), comenzó entre nosotros una amena conversación mientras consumíamos el helado, en la que él se disculpó por su inglés tan malo, y yo, por no entenderle del todo. Comentó que era de Japón, lo que me hizo hilar el "arigatogodaimas" que me había dicho al principio de la conversación con sus facciones físicas. Como estábamos ambos por terminar nuestros respectivos helados, decidimos ir a un lugar cercano a sentarnos para poder conversar un poco más. Me había parecido una persona muy agradable, de esas personas con las que uno desearía estar bastante tiempo.

    Al poco tiempo, llegamos a un parque. Nos sentamos en una banca, y seguimos con la conversación. Entonces fue cuando lo pude mirar con detenimiento. No era muy alto, pero sí considerablemente más alto que yo, que era una enana. Su piel era blanca, con un ligero tono amarillento, muy asiático, pero también muy bello. Sus ojos, ligeramente rasgados, y castaños, bastante profundos. Me fijé también en su cabello. Llevaba el cabello largo, a manera de melena, negro azabache. Aparentaba unos veintitrés años, bastante más grande que yo, que apenas era una niña que por esas fechas acababa de elegir la carrera que estudiaría en la facultad. Aunque el idioma representaba una barrera enorme, seguimos hablando hasta bien entrada la tarde, cuando tuve que disculparme porque debía irme o mi madre se preocuparía por mí. Al fin y al cabo, sólo había ido por un helado a dos calles de mi casa, sin celular, y sin dinero extra.
    Él lo comprendió plenamente, y me regaló otra sonrisa, de esas que parecían ser muy comunes en él. Le devolví la sonrisa con un gesto de amabilidad, y justo cuando me iba a dar la vuelta, y decirle con dolor "adiós por siempre", él se levantó y me extendió un papel.
    -Mi teléfono celular y mi e-mail - me dijo.- Estoy en un hotel que está en la Avenida Principal, pero aún no entiendo cómo usar el teléfono de mi habitación- dijo entre risas. Yo sonreí involuntariamente, tomé el papel sin dudarlo y regresé a casa, con la misma lentitud con la que había llegado a la heladería.

    Llegué a casa aproximadamente a las 7:30 de la noche, cuando ya había oscurecido. Y justo como había pensado, mi madre ya había llamado a la policía, la SWAT me buscaba con helicópteros por toda la región y en las morgues ya se buscaba mi cuerpo y se pedía recompensa por él. Una vez más, me metí a la casa renegando por la exageración de mi madre, y aunque me preguntó unas ochenta veces a dónde había ido, no le dije más que había comprado un helado de chocolate- en cono- en la heladería de dos calles adelante de la casa. Obviamente no me creyó, pero a mí no me importó. Yo sabía la verdad, y era que a causa del helado, tenía un nuevo amigo extranjero, que me había agradado bastante y a quien me gustaría seguir viendo, sobre todo por la apertura que tenía y los intentos que hacía por entenderme y los temas de conversación tan interesantes que tenía.

    Subí corriendo a mi habitación, sin dejar de mirar el papel. ¿Debería hacerlo? Si sí, ¿qué debería hacer primero? ¿Llamarlo... o mandarle un e-mail? Como no sabía si seguía despierto -con eso que sabía yo de que los japoneses se duermen muy temprano para madrugar- decidí mandarle un e-mail, agradeciéndole lo que había hecho por mí. Y para sonar más amable, decidí escribirlo en japonés, aunque me tardé unas dos horas en escribir el mensaje y en comprobar que efectivamente decía lo que yo había querido decir originalmente.

    Me fui a dormir, y agotada por la actividad de aquel día, me quedé profundamente dormida hasta la mañana siguiente. Como sabía que la inspiración para escribir llegaba incluso cuando yo estaba dormida, siempre dejaba la lap top encendida. Este día, no llegó la inspiración, pero en la mañana sí llegó algo que me agradó bastante: un e-mail de []. Casi doy una machincuepa cuando vi su mensaje en el que me proponía ir a tomar otro helado al mismo lugar de ayer, pero dar una vuelta por la zona, puesto que estaba de vacaciones y deseaba conocer la ciudad. Acepté sin pensarlo, me bañé, me vestí, y salí despavorida de mi casa, ante los ojos furiosos de mi madre.

    Una vez más, la tarde pasó con un poco de dificultad de idioma, pero sin nada significable. Pasamos un rato maravilloso juntos y yo pude mostrarle la mayor parte de los edificios interesantes de la zona. Para mí no eran la gran cosa, pero él, al ser de otro país tan lejano, de otro mundo, iba enteramente fascinado. Cuando llegué a mi casa, era aun más tarde que el día anterior y mi madre ya había preparado un látigo, pero argumenté que también había ido a comprar unas revistas y dos libros, que traía en mi bolso. Me felicité por ser una gran mentirosa, y subí corriendo a mi habitación, y esta vez lo llamé por teléfono. Salimos prácticamente todo el mes juntos: yo de guía de turistas, y él, de turista perdido en Montenegro, guiado por Agatha.

    Pero todo tiene un fin. Incluidas las vacaciones. Y las suyas terminaron el primer sábado del siguiente mes. Su vuelo salía a las 8 de la mañana, así que no había modo de verlo el mismo día en el que se iría. Escaparme de mi casa para verlo sería arriesgado, así que tuve que conformarme con verlo el viernes antes de su partida. Ese día lo llevé a un centro comercial cerca de su hotel donde se estaba hospedando. Ahí tuvimos una exquisita comida- al 2x1, él tampoco tenía mucho dinero- y lo llevé a su hotel. Me dio un gran abrazo de despedida, me dio las gracias y me regaló la última sonrisa, la más hermosa que yo había visto en su rostro. Yo me despedí correspondiendo ese gran abrazo y dándole una sonrisa de las mías, si bien no muy hermosa, sí contagiosa. Él hizo la última reverencia y se alejó, perdiéndolo de vista al poco tiempo. Pero cuando se hubo ido fue cuando comencé a sentir un vacío enorme en mi pecho, en mi estómago. No quería que se fuera. Y cuando se hubo ido, cuando no podía corretearlo a su hotel ni subir a su habitación y meterme a patadas, me di cuenta de lo que me sucedía: ese muchacho no sólo me encantaba, me volvía loca. Ese muchacho era todo lo que yo había soñado siempre en un hombre, era todo lo que yo esperaba en un hombre. Era el hombre que había sido hecho para mí. Era todo eso y más.
    Era el hombre que había sido hecho especialmente para Agatha, aquel que yo deseaba amar hasta morir, aquel que de sólo escuchar su voz me ponía los pelos de punta, aquel que de sólo pensar en su partida, sentía que me desvanecía. Pero no había manera de que él supiera eso que yo comenzaba a sentir por él. Ya no.

    Llegué a mi casa más tarde que antes, e ignorando por completo a mi madre, subí como muerta y me encerré en mi cuarto a llorar, no sin antes mandarle un e-mail a [] que no decía más que "Suerte en el viaje, cuídate mucho por favor. Regresa pronto, que yo te estaré esperando". Y no lo volví a ver desde entonces, sino por e-mail únicamente, aunque en mi mente su cara, su cabello, su sonrisa, todo él sigue estando tan presente como en aquel momento en que lo conocí.

    Desde ese día en el que grabó su nombre en mi mente, lo único en lo que he podido pensar ha sido él y esa alma que tanto deseo proteger, esos labios suaves que tanto anhelo besar, y el cuerpo aquel que tanto deseo tener entre mis brazos, sin poderlo sacar un instante de mi cabeza ni de mi corazón.

    Nuevamente, di un suspiro, y me giré despacio hacia la calle. La luna cada vez se veía más grande, y el silencio era cada vez más espectral. Las luces de la calle disminuían minuto a minuto, y el frío se hacía cada vez más fuerte, a tal grado de helar los huesos. Regresé al escritorio sin cerrar la puertezuela del balcón, abrí la lap top encendida y actualicé mi bandeja de entrada. Había recibido un nuevo e-mail que me hizo sonreír plenamente.

    Entonces, supe sobre qué debía escribir.
     
    #1
  2. Xuacu

    Xuacu Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    28 de Octubre de 2006
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    A pesar de su extensión me encantó poeta. Y si ya sabe sobre que escribir, no deje de hacerlo, ni de amor ni de cualquier otra cosa.

    Un saludo.
     
    #2
  3. ALBUJA BRAVO GUILLERMO

    ALBUJA BRAVO GUILLERMO Exp..

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    2 de Febrero de 2009
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    Maravilloso y encantador tu relato, fundamentalmente porque en ti reina la alegría y la felicidad.

    Gracias por haber observado mi poema: “ROMANCE”.

    Dejo estrellas y un saludo cordial de amistad.
     
    #3
  4. ROSA

    ROSA Invitado

    AGATHA,no te habia leido antes,pero este esrito sobre ese encuentro me cautivo, prometo leerte mas amenudo un abrazo
     
    #4
  5. Agatha O'Connel

    Agatha O'Connel Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    16 de Noviembre de 2009
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    Muchísimas gracias por haber leído mi "pequeño" relato! Últimamente me había ausentado un poco por acá, la preparación para la universidad es más difícil y absorbe más tiempo de lo que creí.
    Pero termino esta semana, así que tendré bastante tiempo para seguir escribiendo, tal vez me anime por fin a un poema o a otros escritos.

    En verdad ¡muchas gracias por leerlo!
     
    #5

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