Atalo

(Rey de Pérgamo en el s.II a.C. Célebre por las crueldades que testamentó antes de morir, como la de legar a Roma su reino junto con todos sus súbditos.)



Mucho me apena
no llevarme conmigo
la totalidad de mi hacienda.

¡A vosotros, el primoroso jardín
de aromas letales
os lo dejo intacto de flores bicéfalas!

Iros en paz tras de mí
con la conciencia tranquila,
sin atisbo de angustia en los ojos,
cuando os llegue la luna final
y el cero absoluto en mis huesos
fecunde la tierra.

Si pudiera cargar con todo lo mío,
lo que siempre fue mi heredad,
no dejaría ni para las piedras.

Todo me lo llevaría.

La mala hierba también,
con tal de que nadie pueda
pastarla.

Con lo demás, ¡al fuego!

Poco interesa
que las llamas den cuenta
de lo quede con vida.

Esparcid las cenizas, después.
Reducid a la nada
hasta mi postrera encomienda,
cualquier vestigio y memoria
de los bienes cuantiosos
que os lego en herencia.

 

Buen trabajo!!!




Saludos desde Santander

 

Hola, Nube. Gracias por tu comentario. Saludos.

 

Excelente poema, me ha gustado mucho navegar por tus versos

Abrazos en la distancia,

 

Hola, Lupe. Agradezco la evaluación de tu comentario. Vida y suerte.