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Atorrante (Cuento ingenuo)

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Cris Cam, 16 de Marzo de 2019. Respuestas: 2 | Visitas: 363

  1. Cris Cam

    Cris Cam Poeta adicto al portal

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    Atorrante (Cuento ingenuo)



    Era tarde, muy tarde, no recuerdo muy bien, pero seguro después de las 12, encima lloviznaba, con un frío que me calaba los huesos. Venía, como de costumbre, acomodándome la bufanda una y otra vez, con la barbilla sin sacar las manos de los bolsillos.

    En verdad, las cuadras, aunque pocas, no pasaban nunca, quería estar en casa, quería tomarme una regia sopa e irnos a dormir, los dos juntos como siempre.

    Y bien,... yo andaba sumergido en estas elucubraciones, cuando al pasar por ese Porche, surgió de las sombras y comenzó a seguirme. Primero a distancia, después paralelamente, con paso cansino, más adelante como mostrándome el camino, parándose, dejando que lo alcance y lo pase, y vuelta a empezar. Como para disimular, husmeaba, se cruzaba a la vereda de enfrente y volvía, no me sacaba los ojos de encima. Y yo, para que lo vamos a negar, por entre la bufanda que me llegaba hasta los ojos, pero no me los tapaba, tampoco. No me asustaba, pero me había puesto nervioso.

    Llegué a casa. Entré, le dí un beso a la Monona, empecé a desvestirme, amparado al calor del ambiente. De pronto, la Monona se puso pálida, con lo cual yo también me asusté.

    -Afuera hay alguien; me dijo, con la respiración entrecortada.

    Tragué saliva, con un ¡Glup! como para despertar a todos los vecinos, pero igual tomé el valor necesario como para salir afuera (¡Otra vez al frío, que castigo!).

    -Papi, tené cuidado. Me dijo la Monona mímicamente.

    Salí, con decisión... y ahí estaba, mirándome a los ojos y ... moviendo la cola como para provocar un terremoto. Lo eché en forma imperativa, levantó las patas traseras, bajó la cola y la puso entre las patas, las orejas y un poco arrastrándose, haciendo tres pasos y volviendo la cabeza... por las dudas. Por un montón de razones técnico-económicas, volví a echarlo gritando, salió por la puerta del pasillo y desapareció por la derecha.


    - ¿Quien era?; me preguntó.

    - Un perro que me venía siguiendo, desde que bajé del colectivo; contesté.

    -¡Ah!, buenos mal que lo echaste, me dijo.


    Y se vino otro día, como todos los días, y con él la noche, y otra vez volver (¡por fin!) a casa. Cuando me bajé en la parada, me tomé el trabajo, por las dudas, de que ningún perro me siguiera... ni ninguna otra cosa.

    Cuando llegué a casa, ¡Oh, sorpresa!, gran mesa gran, comida especial, vino especial, hasta unas románticas velas. Rememoré cuanto hacía que no... bueno no hacía tanto... . Me habré olvidado alguna fecha importante; pensé. Nada me surgía como explicativo. Entonces juntando todos los dedos de mi mano derecha en forma de punta hacia arriba, moviéndola repetidamente, de arriba hacia abajo, levantando cejas y cabeza, mirando a mis alrededores, le dije: ¿Que pasa?, perdonam... .

    No pude terminar, un hermoso beso estampado, con la marca en le orillo, me cerró la boca.

    Comimos, la pasamos muy bien, hablando, rememorando. Pero yo no podía dejar de pensar que había gato encerrado. La miraba, sonrisa va, sonrisita viene, y la pícara nada, no me decía nada. Cuando terminamos la cena, se levantó, se acercó a mi lugar, me abrazó por detrás y me preguntó: -¿Estás de buen humor?. Le contesté que si, con los ojos y la mirada. Insistió: Seguro que no vas a enojarte con una esposa inconsecuente con si misma.

    -Pero sí, hermosa; le dije, frunciendo el ceño con dulzura.

    Me tomó de la mano, y me llevó al lavadero (¡Otra vez al frío!), y me lo mostró.


    - ¿Que hace este perro acá?; dije.

    -Me dijiste que no te enojarías.

    -No, yo no me enojo, pero que hace acá, si vos decías que no podíamos tener animales, y aparte es el mismo perro de ayer.


    Entonces, la Monona, inclinando la cabeza, mirando como el atorrante dormía, me respondió: Es, y no es, porque ya lo bañe, lo desbiché y lo llevé a la veterinaria; ....es que es tan buenito, que la verdad, me dio pena volver a echarlo.

    Lo acepté. ¡Que otra cosa podía hacer!

    Lo bautizamos ATORRANTE, otro nombre no le cabía, porque aparte de ser atorrante (dicen los diccionarios callejeros que es también sinónimo de dormilón), era sinvergüenza y caradura.

    Con el paso de los días, nos dimos cuenta, que de la calle, directamente, no venía, nos sorprendió con algunos juegos muy graciosos, se nos hacía el muerto, se nos paraba en dos patas y caminaba, nos gruñía cuando le escondíamos el morfi, nos saltaba la mesa sin carrera y sin tocarla ( excepto ese día en que no vio la gaseosa), dormía (porque al final se salió con la suya) en nuestro dormitorio, en permanente custodia.

    En realidad, tengo que decirlo, ocupaba el lugar del hijo que todavía, por las circunstancias, no podíamos tener. Tal fue así que ese mismo año, lo llevamos con nosotros de vacaciones.

    Ese año nos fuimos al mar, y corrió, y gozó, se divirtió junto a nosotros. Era ante todo libre, y se sentía libre, estando entre dos aves mimosas, que no le reprochaban nada, y nada tenían que reprocharle.

    Pasaron los meses.


    La Monona tenía la costumbre, cuando venía del trabajo temprano, de llevarlo con el coche al supermercado.

    Esa tarde, fué una tarde distinta, completamente distinta. Siempre lo dejaba en el coche con las ventanillas abiertas, para que lo cuide y desde donde lo observaba todo, con las orejas como dos parabólicas.

    No se si es sabido o no, pero los animales ven cosas que nosotros no vemos, y él no era la excepción. Estando de vigilia, algo advirtió, algo que lo impulsó a saltar del coche con toda su energía hacia la esquina, cruzar hasta la mitad de la esquina y morderle la ropa a esa criaturita que en forma naturalmente inconsciente, se escapó de la mano de sus madre, la cual ocupada sus manos con los paquetes, no pudo, con desesperación, impedir.

    Arrastró a la criatura hasta el borde de la calle, pero él no pudo. El conductor, vio, pero no alcanzó a frenar lo suficiente, pasando la rueda delantera derecha por sobre el cuerpo de Atorrante,... un grito animal desgarrador, otro mas... y nada mas.

    Atorrante, terminó su hazaña, y allí terminó su vida. Una mamá que se desmayó de la impresión, gente que se arremolinó, la cara desesperada de mi Monona, marcaron el punto final de una existencia de la cual fuimos en un 50 por ciento testigos.


    Hoy, mi hermosa, está esperando un hijo, el que no sólo será el destinatario de todo el amor del corazón, también será destinatario de una historia que también es una historia de amor.


    La historia de mamá y papá, cuando tenían a ATORRANTE.
     
    #1
    A bristy y Jazmin blanco les gusta esto.
  2. Jazmin blanco

    Jazmin blanco Invitado

    Un relato encantador, Cris. He disfrutado leyéndolo.
    Te felicito y te deseo que pases buen día, perdón, buena noche allá.
    Saludos.
    Jazmín
     
    #2
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  3. Cris Cam

    Cris Cam Poeta adicto al portal

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    Gracias, Jazmín. Tengo muy pocos cuentos infantiles, este es uno de ellos.
     
    #3
    A Jazmin blanco le gusta esto.

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