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Avitualla La Estrella

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por SOLCIEGO, 3 de Febrero de 2023. Respuestas: 0 | Visitas: 264

  1. SOLCIEGO

    SOLCIEGO Poeta asiduo al portal

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    1 de Noviembre de 2022
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    Hombre
    CUENTO DE CAMINO




    AVITUALLA LA ESTRELLA



    Este relato es la historia fabulada de un personaje del siglo pasado en mi tierra natal Península de Paraguaná, Edo. Falcón. Venezuela.


    PROLOGO

    La historia narrada brevemente en este cuento, es un cantar de avideces de un personaje de campo y brega, de manos duras y ásperas, mordaz, parrandero, labrador de su tierra, de su “Conuco en el mar “como le nombrada el conquistador Cántabro Juan de la Cosa, por allá a principios del siglo 16, nombrado así por la fertilidad de su campo, siendo esta tierra una península incrustada en mar caribe y que nadie sabe cómo los lugareños originarios entre voces secretas, lograron burlar al temido Santoñés y mantuvieron por siempre el nombre de su madre tierra, Paraguaná.

    Chencho nativo de los predios de Jadacaquiva población rural de la península, constituye el personaje central de este mudo relato, develado entre lo real y lo fantástico, en un ambiente de vida natural apasionante, terreno agreste, vegetación tropical apabullante de belleza, fauna única e impresionante, sol bravo y brillante, brisa refrescante, de atardeceres hermosos adornados de crepúsculos únicos, de noches claras y oscuras, donde el labriego, cazador y gañan por herencia y por persistencia de sobrevivencia y convicción, sabe aprovechar cada instante y cada momento de su vida.

    Hernán Guanipa.


    Dedicado a mi compae Nau…que siempre anda por ahí…por esos lados.
    COMIENZO DE ESTA HISTORIA.


    1

    . – Buenas compa Alejo. Como me le ha ido… Saludó Chencho…. asomándose por encima de la palizá del corral a su compadre por años…al místico y taciturno José Alejo… quien desde su posición de ordeño le contestó.

    …Aquí compae Chencho, estrujando esta jorrita pa acompañar la arepita pa más ahora.

    … Y que le trae por aquí, con este sol que relumbra y que parece que quema el mundo sin remedio.

    . – Voy de paso compa, buscando rumbo al rastrojo de Doña Elodia, vía La Estrella, estoy loco por una mascaita de tabaco y un trago de Rabo Pelao, se me acabó hace dos noches…no le quedará alguito por ahí mi compa.

    Alejo, guindó el tarro de ordeño de un clavo en el parar de la puerta del corral, se metió la mano al bolsillo y le paso medio tabaco a su compae Chencho…quien lo dobló en dos, lo masticó, gargajeo dos veces, esputando al suelo.

    Compae… Andamos escasos de todo, nadie ha venido por estos rumbos desde hace días, hasta la sal pa los cueros se me acabó, el maicito está por acabase también y a Quecha lo que le queda es una migajita de café pa mañana.

    Yo no había visto verano como este desde el año 12 pacá, cuando caminando se fue medio Paraguaná hacia Caujarao y más allá también, buscando vida.


    . – Manifica compa, manifica, esto está feo… le contesto Chencho.

    . – Yo sigo con la misma, compa.

    …Vaya con Dios compae y no regrese muy tarde, en esos caminos solos y sin luna dicen que salen espantos.

    . – No fique compa, esas son puras mordaces… le contesto Chencho con cara de incrédulo.

    …Bueno mi compae, no diga que no se lo dije…. mire que a mi compadre Marcelo, una noche pasando por Tanque Viejo camino al Alto y que le salió un espanto bien feo, no le vio la cara pero llevaba un sombrero echándole candela y que iba ageliao rumbo a la Morita, dijo mi compadre que no pisaba ni el suelo….No jile y más adelantico llegando a la Atalaya, le salió de un mogote una mujer sin rostro ni manos , iba seguía por cuatro perros cetrinos que la llevaban acoquina, y que iba dejando una rastrera con una entina que hedía a iguana muerta en trampa de zorro, impregnado con un vaho pútrido la brisa cálida de la noche…Bueno con decile que mi compre Marcelo tuvo que quemar toitica la ropa y bañarse por varios días con jabón de la tierra y agua de taparita madura, pa poder sacarse aquel hedor a pico e zamuro.

    Bueno pues verá Ud. compa, cuando de media noche pa bajo sentí un tropel y al ratico me estaban tumbando la puerta, vaya Ud. a saber era pues Marcelo que venía esbarutao, sudao y a la carrera y sin alpargatas, mudo del susto y con una cara de calentura espasmosa, tan blanca que parecía que la sangre se le había dio pa los pies, gua… y Ud.- sabe que el compae Marcelo embustero sí que no es.

    Bueno con decile que no supo de sombrero, perdió en la carrera, un quesito de a kilo que traía, un manojo de tabaco en rama, la cartera con unos reales que no eran de él, y una múcura que había encargado a Maicara, se le partió en dos y dígame Ud., el perrito que lo acompañaba, se metió debajo del fogón y no hubo manera de sacarlo esa noche… así sería el susto que llevó ese penco compae.

    . – De inmediato Chencho, con el sudor rodándole por la frente le repicó.

    . – Que va compa, ese embuste no es verdad, tengo años trillando estos caminos de noche, de madrugá, solo o acompañado y no he visto más que:

    Burros rebuznando por los llanos, Daras azoras volando en lo oscuro, Tapacaminos atravesaos en las vereas, Pavitas ululando a lo lejos, cazando murciélagos que se comen las flores y los cachinares de los cardones fantasmales en noches que parecen sin fin y haciendo eco con sus graznidos apocalípticos, o pájaros adormitaos trapeando con sus alas acalambradas, las ramas secas de algún Kedebé y una que otra Cascabel encocora cascabeleando la cola, pero espantos no he avistado ninguno… ni por encargo compa, ni por encargo.

    . – Vaya pues con Dios, mi compae.

    . – Amén compa, y salúdeme a misia Quecha, que no paso porque voy apurao.
    . – Con gusto mi compae.


    Alejo siguió en su faena, vertió la leche espumosa en el tarro, soltó las cabritas y cogió camino a la casa, con un silbido en la boca sin tono, pero sin pausa.

    Chencho se perdió allaaá en la majá’ buscando rumbo al Rastrojo de Doña Elodia apurando el paso, tenía que volver temprano, no por los espantos, ni se diga, sino porque las cabras se le iban a mamar esa noche, si no llegaba temprano pa encerrarlas y quien le iba a amamantar los mecos esa tarde, ni nadie alimentaria a las gallinas tampoco, ni a llevarle el suero verde y la agüita de maíz al marranito que estaba engordando pa las pascuas.

    En el camino el compa Chencho se dijo calladito pa sus adentros… como para que más nadie lo oyera… más que él mismo.

    . – Por las animas venditas del purgatorio ese compae Mareco es un mordaz, por Dios y la Virgen.

    Entonces se hecho el sombrero pa tras, destapo el cuartico y se bebió el último trago que le quedaba y tiro el frasco pa el monte.

    . – Que espanto ni espanto se dijo. – y continuó la marcha.

    Ya estaba llegando a la caña’ del Negro, cuando un zorro espelucao color ceniza con los ojos que le alumbraban como conejo encandilao se le cruzó en la vereda, le hizo un gañido, como desafiándolo y se paró medio a medio del camino con el rabo alzao y lamiéndose el hocico….

    Bueno a Chencho los pelos se le erizaron, el sombrero se le cayó y un remolino de viento y polvo que se formó de la nada se lo arrastró hacia donde estaba el animal, …se agachó pa agarrar una piedra, pero cuando volteó ya el zorro no estaba, ni el sombrero tampoco y por más que lo busco no lo encontró.

    Azorado Chencho, miro al sol y dijo…. Caramba será mejor me vaya de aquí se me está haciendo tarde de verdad.
    Sacó del bolsillo de atrás, su pañuelo le hizo un nudo en cada punta y se lo puso en la cabeza, se hizo la cruz y siguió palante, ya cierto con recelo se dijo…


    Caramba de verdad que ese zorro me asustó.

    …Ese animal me robó el sombrero…se dijo… y pa que sipote necesita un zorro un sombrero y agarro la pica palante con ganas de echarse un palito pa pasar el susto.

    Ya recuperado del recuerdo de aquel zorro patizambo arribó a los predios de los Hermosos, al final de la pica agobiado por la tórrida tierra ardiente, en el encierro de aquellos intrincados urupaguales al paso entre una sola trilla, pudo entonces sentir la brisa refrescante en su cara, era ya el final del adusto camino.

    Al fin La Estrella, se detuvo a sestear bajo una La guarí en flor, a lo lejos se veía una casa blanca, pintada con cal, sal y agua, parecía como un punto opaco contrastando con el horizonte celeste de la península en la hondonada azul celeste, la imagen al alcance de la vista, le dio fuerzas y apuro el paso, a lo lejos un perro pardo lo atisbó, acompañando su imagen brillante reflectada por el sol de la tarde, con ladridos de alarma como si hubiese visto un fantasmal engendro viniendo del más allá.

    Chencho, pudo divisar una figura femenina, asoleando las gallinas en el patio, que al notar su presencia apuró el paso y la perdió de vista.

    El perro encendió aún más su colérico ladrido en la medida que el viajero acortaba la distancia, pero Chencho diestro en el dominio animal, se puso en cuclillas, y lo llamó por su nombre… Bonifacio, Bonifacio, Pacho…Pacho, el perro ante el ademan del visitante, bajó su tono amenazante y Chencho lo aquerencio en el acto, acariciándole el hilo del lomo y el perro dejo de ladrar, con guiñó de sumisión el perro se fue a echar en la sombra de un cují frondoso y gacho, frente a la casa.

    Llego al umbral de la puerta, y sobre la misma se apreciaba inscripta en la pared frontal, se distinguía una estrella de cinco puntas de color blanco calizo, signo pentagrámico y místico, que dio nombre desde un comienzo y para siempre aquel casarón de bahareque con techos de barro y paja, cubiertos con tejas ennegrecidas del tiempo, construida hacía un siglo atrás.

    La Estrella como así fue llamada por la vecindad, era la única Avitualla en más de 5 leguas a la redonda, desde Montecano hasta San Román, desde El Silencio hasta La Soledad y desde Las Cruces hasta El Carmen, administrada por su único dueño José Nicodemo Sangroni, un mestizo acaudalado, llegado de la Sierra de San Luis más allá de ciudad de Coro y casado con Manuela Santaella, dueña de varios terrenos en la zona y que al morir ésta, le dejó en herencia la bodega atiborrada de bienes para el comercio en toda esa basta región.

    Chencho golpeó la puerta varias veces, sin recibir contesta alguna, al golpeteo el perro volvió a ladrar, pero lo silenció la sóla mirada del Gañan.

    Entonces llamó por su nombre al mestizo… Josefo, Josefo, pero el eco era sólo la contesta… Que pasaría… Se dijo…

    Lo menos que quería era perder su viaje viniendo de tan lejos…ya el sol estaba cayendo y con él la tarde se llevaba sus últimos rayos, empujada por la noche que apuraba por nacer.

    De pronto se abrió a medias una de las ventanas de la blanca fachada… pudo divisar entre penumbras, los ojos chiripiosos y saltones del mestizo José Nicodemo, alias Josefo.

    Josefo, hombre rechoncho y fortachón se forjó cierta fama en la Sierra Coriana, donde dicen que mató un Tigre Mataguarito, cuando atravesaba el río Meachiche, el feroz animal se les salto encima desde una frondosa Ceiba donde estaba en acecho y lo tumbó con caballo y todo, pero aun en el desbarajuste causado por la sorpresa pudo desenfundar su revólver y logró atinarlo justo en la cabeza, pero su caballo un semental Bermejo de raza Andaluz regalo de su padrino Tirso Didenot Brett, con gran pesar tuvo que sacrificarlo, pues en la caída, se le partieron las dos patas traseras.

    Dicen que Manuela Santaella, su difunta esposa lo conoció allá en la sierra cuando hizo un viaje por negocios a comprar Cocuy de penca, para la reventa en toda Paraguaná, convirtiéndose en la pionera desde entonces en la distribución de Cocuy por toda la península, dígase desde La Enramada y más allá de Baraive, Charaima, La Selva, Acaboa, Bajabaroa, Sebastopol, hasta toda la orilla norte de la playa paraguanera, donde revendía el Rabo Pelao a precio de oro a los lancheros que echaban contrabando desde Bonaire y Curazao, y la avivada mujer aprovechando que tenía un sobrino cumpliendo servicio en la alcabala de Coro, un tal sargentico Mayo, como buen fidelista de su tía, le dejaba pasar su cargamento de Cocuy sin que le registraran la carga.

    Cuando Josefo se mudó a Paraguaná se rejuntó con Manuela, y ella para darle el sí del casorio, lo obligó a jurar que dejaría el juego de dados, las parrandas, el juego bolo y otras marramusias más que el tercio tenía, comprometiéndolo a que la ayudaría por siempre en las enmiendas del negocio.

    …Como está Josefo… Saludó Chencho.

    …Pa decirle mentira mejor le digo la verdad Chencho…….le respondió el mestizo.

    Ando con un dolor de Gota que me carga renco, cuando no es la rodilla, es un brazo o sino el espinazo que no lo aguanto.

    En la consternada expresión de su cara, Josefo no podía ocultar su pesar y nada parecía estimular su congoja por el dolor de gastar infructuosamente su fortuna en la tediosa enfermedad que le cercenaba los huesos.

    Como muestra… Josefo, sacó de un rincón, un saco de cabullita repleto de frascos, y cajas vacías de medicamentos que, según él, había tomado por años en la infructuosa búsqueda de la sanación y se lo mostró entre el desconsuelo y la resignación… Chencho quien mirándolo impávido…. le dijo.

    Josefo, lo que tiene ahí es una botica completa,

    Dígame, Ud.- no ha probado tomar suero verde endulzao con panela y una cucharadita de ruibarbo, dicen que eso sirve para todo mal conocido y por conocer.

    …Pues no, Chencho, pero lo que si le puedo decirle … le argumentó Josefo… Me he gastao una fortuna en remedios, yo diría que más demedio corral de chivos, sin contar unos becerros, un par de cochinos de raza, y media docena entre gallinas y pavas.

    … Pero Chencho, amigo mío. Con voz gruesa y tono firme, abriendo de par en par la puerta, le dijo a Chencho….pase adelante, en que puedo servirlo.

    … Cocuy deme un litro…. Josefo… Vengo seco. Deme una cajita de fósforo y dos tabacos Perro Negro, no pruebo uno desde hace días, bueno con decile que ni cabitos me quedaron.

    Josefo, caminó y destapó un frasco bocón repleto de tabacos y le dijo. …Perro Negro, es lo mejor que ha salido en tabacos, de esos horros no vendo, son más baratos, pero nadie los quiere están rellenos de puritas venas de la misma hoja, y huellen a palo de tococoro fofo, cuando se prenden.

    … Josefo le paso los tabacos y siguió la conversa.

    Déjeme decile que antier fui a verme con el curioso de Azaro, Lázaro Gotopo, me dijo que lo que padecía era frío en los huesos y las coyunturas y que hiciera un bebedizo de sauce con unos granitos de guano y que la tomara en ayuno por cuarenta días, y para el dolor que hiciera un ungüento con manteca de tigre, polvo de altamisa y almidón…También me dijo que lo mío no era de cura sino de alivio.

    … Dígame Chencho, como le va con este verano pa esos lados…le preguntó…. mientras caminaba hasta un adornado mostrador lleno de frascos de vidrio repletos, unos de chupetas de colores, otros de caramelos surtidos, almendras rellenas, suculentos membrillos, dulces de leche de cabra, debudeques, conservas de Coco, gofios azucarados, y otras delicias de la zona.

    Extrajo entonces un litro vacío detrás del mostrador y desde un barril dispensador que descansaba sobre una horqueta comenzó el trasiego, de ipso facto el aroma de aquel sagrado néctar indígena invadió todo el recinto dejando toda la casa impregnada de un aromático olor que hacían un ambiente entre lo místico y lo profano.

    Le pasó el litro a Chencho, este lo destapó y boto la tapa hacia el patio… No creo que haga falta dijo… y se bebió unos cuatro dedos y medio de cocuy de una sola sentada sin arrugar la cara.

    Respiró hondo y arrimo una silleta y se acomodó en el reducido recinto de la bodeguita, a la vez que encendía el primer tabaco, écheme otro litro en esta mucurita pa el camino, le dijo a Josefo, extendiéndole la vasija de barro que sacó de su mapire.

    Del verano que puedo contale… le dijo a Josefo.

    Implacable está insoportable, con decile que los chivos se me están muriendo, unos de tabardillo, otros de Grito, se están derrengando, no consiguen que comer en el monte, les estoy echando cardón pa que aguanten. Si no llueve este año, no creo que resistan, aseveró.

    … Voy a necesitar otras cositas, le dijo soltando, bocanadas de humo que nublaban la visión por momentos del recinto.

    … Pues Ud.- dirá Chencho.

    Póngame pues, un real y medio y cuartillo de panela, un paquetico de café, medio saco de maíz cariaco, una trenza de chimú, un real de tabaco en rama, cinco fulminantes, un cuarto de kilo de plomo de agua y un potecito de pólvora negra umm. Me pone también una media cuenta de paledonias, y una mulita de popuche, ah… sí tiene ungüento Borge deme un frasquito y también cuatro velitas de a cobre, dos kilos de sal en grano y un frasco de creolina.

    .. Con la misma voy pa atrás Josefo, se me hace tarde, ya está oscureciendo.

    Chencho, acomodo la encomienda en el mapire y se lo tercio en la espalda, el litro se lo puso en el bolsillo de atrás, el botijo de cocuy en el de adelante y emprendió el retorno, rumbo a la pica.

    La brisa ya estaba fresca, pero la noche mostraba ya sus oscuras sombras…. le revolotearon en la cabeza unas luciérnagas, adornando la noche con brillantes pinceladas como ínfimas estrellitas de fuego en el aire… Esto es señal de buena suerte… Dijo… De pronto una nube de chicharras de cuerpos transparentes pasó rozándole la cabeza, envueltas en el zumbido de su canto rechinante y abrumador, dejándolo sordo por momentos…. Chencho pensó rápido… Vacié que anuncio será este… las luciérnagas son de invierno y las chicharraras de verano, en qué mundo estamos… y cargo palante.

    Llegando a la boca del camino, cambió de parecer.

    … Me voy por la Caña’ Oscura mejor, aunque está más cerrao el monte, es más derecho el camino y tiene menos pedregales.

    Con más de una hora de camino, cerca de La Graciosa se le cruzó un animal, pero en la oscuridad no lo reconoció, parecía perro, pero no ladro, o tal vez o tal vez un chivo alzao, con el verano, los chivos no bajan a los corrales y al tiempo se vuelven salvajes, pero no le dio hedor a berraco, así que le quedó la duda.

    Metió la mano al bolsillo y saco la mulita, se libó un trago largo, que le hizo sacar un suspiro, ya se sentía un tanto saruzaro, pero tenía que seguir la marcha.

    Escucho a lo lejos el roznido de un burro y el rebuznar de otro, que peleaban por el control territorial y no les prestó mucha atención. Se hecho otro lamparazo de Ron y dejó la mulita casi vacía.

    Sintió como que los tragos ya le estaban haciendo efecto, trastabillo en un piedrero, y casi se cae, pero recompuso en paso.


    Como a media legua en el camino le pareció ver una luz, pero se apagó en el acto. Será algún cazador encandilando se preguntó. Un hilo de recelo lo estremeció.

    Detuvo la marcha para orientarse y no reconoció el punto

    Será que estoy perdió se preguntó…… Válgame Dios…

    Jamás en sus años de viajero lóbrego, solitario, jopiando por los montes, en parranda de año nuevo, o cumpliendo con algún deudo amigo, ni pillando zorros en noches sin luna, nunca jamás había pisado areniscos suelos, minados de Guarataros y lajas resbaladizas como los que estaba trillando ahora, donde y a que paraje he venido a parar… se preguntó.


    Sin amainar el paso entre penumbras, en aquel camino desconocido y con un cielo lleno de estrellas lejanas apagadas por la noche ennublecida, con figuras de aspecto sombrío y escalofriante… oyó un vozarrón de brisa fría crujiendo a su pasó unos tupidos mayales, que resistían como soldados impávidos el ataque mortífero de arcabuces enemigos que silbaban sus perdigones y cortados por las ramas deshojadas de los Cujíes y Cuaguaros rodeados de tunales impenetrables.

    Me creo que estoy bien perdió. Válgame Dios… Volvió a decir… ahora si la puse pues….

    De pronto percibió el pelambre áspero de un animal rozándole la rodilla, escucho un sordo tauteo, que no conocía, lo buscó con la mirada, pero no vio nada, el animal aulló de nuevo, como avizorando un mal augurio.

    En el entretén… Chencho. Escucho’ un tropel de cascos, que parecía venírsele encima (se puso las manos en la cabeza y cerró los ojos, esperando lo peor), y en un santiamén pasaron en estampida desenfrenada por sobre su cabeza, y sobre un viejo Guayacán cientos de coces, que estremecieron al centenario árbol dejándolo desnudo, como si un vendaval en furia, le hubiese arrancado todas las hojas de un soplo, dejando un esqueleto de ramas desnudas pálidas y una nube de verdes hojas flotando en el aire.

    La descontrolada turbamulta se fue abriendo camino entre las nubes negras que escondían el cielo, envueltas como en una sola mente gregaria, enfurecida que bramaban y bramaban al azote de latigazos de jinetes iracundos, chisporroteando al aire sus látigos, como sirios en candelabros de un altar abandonado en tierras del olvido y que reflejaban un su estruendoso traqueteo, mil cascos, mil berridos, incontables voces indescifrables, como una tormenta al va y ven del viento, que lo mueve todo y que al final se lleva en sus garras todas las esperanzas, dejando solo el silencio y el desconcierto de su saña devastadora.

    Chencho entre la confusión y la ebriedad, ya con la mirada turbia y acantonada pudo divisar como se fueron alejando aquella estampida aciaga, abriéndose camino entre las nubes negras, como la misma noche en un cielo desconocido para él.

    … Se detuvo por un momento, tomó un respiro hondo y largo, que lo puso otra vez en la tierra, sentía el corazón en la boca, como un tambor sordo y perpetuo, no recordó nada más sino la jácara, la sacó del mapire y se bebió un trago largo, pero no le sintió ni olor ni sabor…Ya no la hacen como antes esta Guasinga, será que la están ligando con melao…Sabrá Dios, se comentó entre dientes con estupor y sorpresa...

    Con un temblor inusual en sus manos guardó la múcura, a la vez que, recordó a Marcelo y los cuentos de su compae Alejo hacia rato no más.

    Será cosa mía… Se dijo… O serán espantos como dice Marcelo… Estoy por sabelo balbució otra vez…

    Entonces como agarrado aire de sapo inflado, se ajustó el mapire a la cintura, se sacudió la camisa, que estaba hecha un calembe y empapada en sudor como si se hubiese hundido y revolcado en un jagüey de barro e loza, abrió de nuevo la múcura y se sorbo otro lagañazo de cocuy, vio pa los lados como asegurando el camino y continuo la marcha.


    Al cabo de unos metros de camino, se despejó el cielo de repente y vio un claro en la vereda, tan claro como el día, haces de luz que salieron de no sé dónde, atravesaron el monte ralo en plena noche.

    …Por San Antonio Bendito y las Tres Divinas…… personas… Exclamó… Será Llano Blanco se preguntó.

    En el claror por la vereda vio un rebañito de Chengas atravesando el camino, dos Gavilanes volando bajito, uno de ellos de exquisito plumaje blanco brillante, también vio un Chivato padrote cariaco seguido por un rebaño de cabras, cada una con su cría y un hombre de vestimenta argenta con un turbante negro de seda con vivos dorados, el anciano llevaba paso cansado y se apoyaba al caminar en un báculo que terminaba en garabato.



    Mirándolo a los ojos le dijo en voz baja y clara, señalándolo con el dedo índice:

    CON VOS ES:

    SI TE VAS, NO VUELVAS

    Y SI VAS A VOLVER,

    ES MEJOR QUE NO TE VAYAS.


    Chencho no le entendió ni una palabra.

    Detrás del anciano, paso un zorro de pelambre gris plata muy parecido al de «La Caña’ del Negro” y más atrás cerrando el aquerencio del anciano, un lobo negro brillante, con dos pupilas incandescentes en cada ojo, lo miró fijamente y le lanzó un aullido espeluznante… El anciano miró al animal y le dijo con voz de mando» DABBAR DAJI YANA KASHE «, el lobo le mostró sus colmillos, bajo la cabeza y siguió su camino.

    Jamás había visto un animal como ese, de este mundo no es… seguro que no… seguro, comentó Chencho en su parloteo interno.

    El anciano detuvo su andar nuevamente, se volvió y le dijo:


    INOCENCIO… NO ES PA VOS, ES PA TU ESENCIA…

    SI NO HAS VISTO EL CIELO ES PORQUE NO TE HAS FIJAO.

    PARECES UN GUACUCO ENTIERRAO., DONDE ESTÁ TU CONCIENCIA. BEODO SIN VERGUENZA.


    Aquí te dejo, tu razón… dijo el anciano…extendiendo su mano.

    Y dejó una piedra, citrina y lucia sobre unas protuberantes raíces de un Caimito, que sobresalían en tumulto de la tierra junto a otras más, como hirsutos tentáculos que parecían clavar sus uñas al agreste terreno, para sostener con firmeza el esquelético tallo del arbusto.

    El anciano, le dio la espalda y siguió su camino.

    Chencho quiso preguntarle quien era y como sabía su nombre. Tartamudeo, pero no le salieron las palabras…

    A lo lejos le pareció que el anciano no pisaba el suelo al caminar…, de inmediato recordó a Mareco y sus espantos de Tanque Viejo y el Mocote, entonces se persignó, mostrando un hilo de congoja en su rostro.

    Se pregunto dubitativo…será San Marcos…quien sabe, yo estoy por sabelo.

    La caravana de animales cerrada por el anciano y el lobo se fueron perdiendo en la oscuridad más allá del claro y los nubarrones batiéndose contra el viento en el cielo volvieron a dejar el camino en penumbras.

    … No me queda más remedio que seguir, aún me falta pasar por la Caña Oscura y el Cují del Zamuro. Dios y la Virgen me amparen.

    …Se dijo entonces… Si me hubiera traído a Saturno, al menos anduviera acompañado, pero lo dejé para que espantara los zopilotes que se comen a los cabritos recién nacidos sí la madre los descuida. Caramba pues…es mejor pues no voy encontrar ni retobos.

    Anduvo un buen rato y llegó a una trocha que le parecía ser la mensura, ese era el rumbo hacia la Caña Oscura…Pensó.

    Trastabillando siguió por la pica, sin seguridad alguna de su rumbo…como saber dónde estaba el norte, sur, este, oeste, sin luna, sin estrellas, sin compañía, de pronto se enredó con unos charamisos de Chiguare secos enrollados por la corriente de algún aguacero en algún año bueno, sintió entonces como la alpargata se le reventó la capellá dejándolo descalzo de un pie, se inclinó a buscarla al tanteo en la oscurana, pero no dio con ella. Entonces se quitó la otra alpargata y la tiró al lado del camino…mañana la busco con el día… y siguió descalzo. No es la primera vez que camino así…

    Sintió un suelo resquebrajado en las plantas de sus pies, como si estuviera pisando el fondo de un estanque ciego y seco que se vuelve terrón rajao, con grietas donde por las noches hurga la Coral sus presas, buscando retobos de sapos deshidratados por la inclemencia del sol o cocos muertos de sed, o lagartijas presas en la cipa seca…sintió entonces el temor natural humano fluir por sus nervios, pero no tuvo miedo, pues recordó el conjuro que le dio el viejo Tito Graterol en Guacurebo hacía algunos años atrás parrandendeando en unas fiestas de la Cruz de Mayo…


    Ve Chencho, para que ningún animal ponzoñoso ni culebra alguna te molesten, recite estas palabras con fe, cuando se vea apremiado «OSI OSOA ASI», y siguió con paso firme.

    A la distancia vio una luz amarillenta opaca, pero esta vez se notaba que esta fija con leve parpadeo, como un faro de carro viejo apagado en el medio del camino. El foco luminoso parecía acercarse, pero no llegaba…. Entonces pensó, estoy pasando la Cañá Oscura…se dijo… lo sé, porque estoy pisoteando un tapiz de vainas de cují seco, olorosas a maduro sobre tierra blanda característico de esta adusta zona… por aquí dicen que aparece una luz, que viene al encuentro, allí mismito pero que nunca llega, también cuentan que no le hace mal a nadie, eso cuentan los más viejos…dicen que es un alma en pena que deambula caminando en silencio con una lampara sucia de carburo , buscando quien le abra la puerta al más allá, pero que nunca la ha conseguido…sabrá Dios, Ave María Purísima, se me crispan los cabellos, pero miedo no tengo, la luz de pronto se apago por momentos y apareció a sus espaldas como huyendo, Chencho no le hizo caso alguno y prosiguió la nocturna marcha.

    Al buen rato de haber dejado atrás, los intrincados Aritivales, los secos y escuálidos Semerucales y algunos que otros Yabos, de troncos verdosos como piel de iguana pichona y los dormidos Casetales de la Cañá Oscura, escucho el cacareo ronco de un gallo, que reconoció en el acto…Ese es el canto de mi gallo búlico burrón… dijo…estoy seguro, ya estoy cerca, del rancho, gracias a La Virgen de la Caridad del Cobre, que siempre protege a los viajeros perdidos.

    Acostumbrado a la penumbra pudo ver un fantasmal Cují gacho y se dijo… Ese debe ser el Cují del zamuro… busco refugio y se sentó a descansar, para zumbarse un trago antes de terminar de llegar, pero el cansancio lo venció de momentos y sintió que parpadeo.

    De pronto despertó sobresaltado, al tronar de la borrasca retumbándole en la sien y sintió la lengüetada fría en su frente de su manso perro Saturno, que lo saludaba con esmero, batiendo en vaivén su cola empapada por la lluvia, que comenzaba a caer en gotones transparentes que rebotaban en el suelo duro y seco de sed, enchumbando los minúsculos volcanes de tierra de los hormigueros, tan laboriosamente trabajados en incontables noches de verano por las miles hormiguitas obreras y embarrialando el camino con mazacote de barro y agua.

    No sabía si estaba ebrio, dormido o despierto, la borrasca, los recuerdos, la resaca, una punzada de cabeza, un recuerdo lejano de la mujer del calendario de Rojas Hermanos, que nunca la conoció pero que la adoro de por vida, por su belleza e impactante sonrisa, recordó el pronóstico de que ese año llovería en primavera… pero en su vida nunca recordó ver caer gota de lluvia en primavera. Que se yo de donde inventan esas cosas…murmuro…


    Lo volvió a lamer Saturno, que estornudó al vaho de su beodo amo…abrió los ojos, bostezó y se puso de pie, entonces fue cuando pudo ver la imagen esclarecedora del día pujando por abrir sus destellos a través de los nubarrones cargados de agua, y que hacían cortinas blanquecinas descargando su valioso cargamento desde el cielo sobre los llanos cobrizos y los grises montes dormidos hambrientos y sedientos de aquel milagro de Dios.


    Escuchó el berreo de sus cabras que corrían espantadas por los truenos y los lamparazos brillantes del relampaguear en el cielo, buscando desesperadamente cobijo en los aleros de la paltiabajo de la casa, alineándose unas tras otras como si estuvieran entrenadas para el momento.

    La lluvia comenzó a caer con brisas de vendaval, busco su mapire y el saco de maíz, y como cosa extraña los vio guindando de un cacho de palo en el Cují, recogió su encomienda y se fue bajo la lluvia camino a casa, al jugueteo entre sus piernas de su fiel perro Saturno.

    Ya en el cebadero se veían correr las venas de agua, teñidas en tierra de campo, buscando camino a la ensenada.

    Llego a la puerta de la casa, se quitó la camisa y las alpargatas… entró en razón entonces… pero bueno y no era que las había perdido en la Cañá Oscura.

    … Sape, como que estuve soñando sería…murmuró…

    …Esto no se lo cuento a nadie, menos a mi compae Alejo, no me va a creer ni palabra…

    Abrió entonces el mapire y sacó poco a poco: la pólvora, los fulminantes, el plomo, las velas, la caja de fósforos, las paledonias, los tabacos, el ungüento Borge, la creolina y la mucurita llenita de cocuy.

    Esta salvaó este ratón. Gritó … mientras le echaba maíz a las gallinas, que se habían filtrado por la ventana y fueron a esconderse debajo del fogón, atolondradas por los truenos.

    Se acordó del anciano, y la piedra lucia que le dejó en el camino sobre el enjambre de las raíces del Caimito, curutió nuevamente en el mapire y la sacó… Se arañó la cabeza con recelo…

    Pudo entonces, con los destellos de luz entre relámpago y relámpago pudo leer claramente lo que decía la escritura.

    EL QUE VA AL CIELO Y VUELVE,
    NO ES PORQUE QUIERE,


    ES PORQUE SE LO MERECE.


    EL CIELO SE COMPRA CON EL ORO DEL ESPÍRITU


    Y LA PLATA DEL CORAZÓN.


    LAS PIEDRAS PRECIOSAS SON DEL ALMA.



    ESTE VA SER TU SECRETO INOCENCIO,


    AHORA VE AL ESTANQUE Y TIRA ESA PIEDRA AL AGUA, QUE NO ES TUYA, DE LA NATURALEZA ES.



    Entonces el viejo estaba vivo, todo era verdad… …pensó… Se arañó la cabeza nuevamente la cabeza.

    Ahora sí. estoy por sabelo…comento para si mismo.

    Le dio una paledonia de premio a su perro Saturno que se la estaba velando, luego salió a bañarse en la lluvia, pensando en la caminata desde La Estrella, antes se bebió un trago de cocuy, estaba amaneciendo y la ventolina, junto con la lluvia le estaban dando frío y hambre.

    Escuchó un trueno rumbo a la Atalaya y se dijo, a mi compa Alejo también le está lloviendo…. Gracias a DIOS, esta es otra esperanza, hacia un año y nueve meses que no caía gota de lluvia en estos lares, bueno ni con el rezo del año pasado a San Judas, se pudo lograr.

    Volvió la mirada hacia el llano para ver la corriente de agua hacia el estanque y vio en la barranca, la silueta de un animal. Ese el mismo zorro del camino… gritó…, será que voy a encontrar mi sobrero, puede ser una señal.

    Saturno olfateó el zorro patizambo y salto al instante rumbo hacia el animal, pero el estruendo de un trueno, que parecía abrir las entrañas del cielo, como quebrando montañas de vidrio y una centella que se descargó en el monte cercano, lo detuvo en seco y el perro se devolvió con el rabo entre las piernas y de un salto se metió debajo del fogón.

    El zorro a la distancia ni se movió, no lo perturbo ni el trueno, ni la centella, parecía una figura borrosa, de una pintura en un cuadro de una mañana lluviosa… luego se sacudió el cuerpo y desapareció.

    Chencho se dijo así mismo…Con este tiempo revuelto, lo que es hoy no encierro… abrió la puerta de la corraleja y los cabritos hambrientos corrieron a alimentarse en las ubres de sus madres…y se plantó el aguacero.

    Esto no es ningún pringoteo, ya esto es invierno y en primavera… en primavera como dice el almanaque.

    …Yo pa que quiero caballos, si caballos tengo yo…

    …Se acordó de una canción vieja y se bebió otro trago.

    … Chencho, reía de felicidad, este año la siembra será buena… Pensó.

    … La lluvia cayo copiosamente todo el día tarde y noche, Chencho acabó con el cocuy restante y durmió toda la noche, mañana sería otro día.

    AUTOR: SOLCIEGO.

    Turmero, de 2021

    Estado Aragua, Venezuela. SurAmérica

     
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