Bendicion

Cuan alegre, metódica, extenuante,
navega la luz del alba en el cansado pavimento.
Sueñan las feroces larvas en la promiscua mañana
mientras tejen delirantes su irrisión.

Me apoyo en la ventana y veo a Plath.
Observándome minuciosamente en la pletórica
huida de las horas. Me a obsequiado su revolver
y lo apunto dentro de mi boca. ¡Desesperante!

Pienso en sus enemigos vestidos de cordero.
El principal. Ted Hughes. Quien en su hipócrita palabra
no vaciló en entregar su alma a las miserias de lo
irreparable. A la estrangulación inacabable.

Cuan gloriosa era su fe (La admiro más por el suicidio)
¡Sus largas venas degolladas en las llamas!
¡Su impaciente mirada esperando el latido final!
Con un dolor detestable. Con ansiedad de partir.

Y quedaron atrás las pastillas (su intento por morir).
Cada cual la suicido como pudo. Ahora soy el siguiente.
Llevo su corazón bajo mi pecho. Llevo su negro sabor.
-¡Aléjense de mí! ¡ Voy a seguir su camino!-

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