Bendito.

Mi esposa y yo somos salvajes.
Por eso, necesitamos bebernos el brebaje.
La pócima mágica de la fuerza sobre-humana.
Y el Ormus o Manná egipcio, de oro, rodio e iridio monoatómicos.


Para rejuvenecer y hacer Alquimia, convirtiendo el plomo, en oro; y al viejo, en joven.


Hemos hecho el Amor, durante milenios.
Pero nuestros hijos siguen siendo niños pequeños.
Porque siempre escribo en la pared, esta palabra: Ignorancia.
Y este lema: Todos París, hijos, obras o responsabilidad; pues eso dice Francia.


¡ Ignoradme, por favor, muchachos !


Tanto conocimiento me da empacho.
Es como comer sin cesar, en el banquete de bodas.
O leer poemas, cantares, coplas y odas.
Ya, me cansé...





Mi esposa y yo, boxeamos. Luego, las heridas y moratones, nos curamos.


Finalmente, ella desaparece de la escena.
Se están fundiendo todos.
¡ Mis hijos ! ¡ Mis propiedades ! ¡ El patrimonio y el matrimonio !
Rayos, truenos y centellas...


Exclamo: ¡ No me derrito ! ¡ Jamás cometeré ningún delito ! ¡ Soy demasiado bonito !

 

Interesante y bella confesión domestica, la poesía surje de el amor en cualquiera de sus formas. Abrazote vuela amigo Nommo. Paco.

 

Al Sur, vive el grande y bendito por siempre, según el patriarca Henoc, que escribió un Libro del Juicio.
Gracias por comentar, Paco.

 

Gracias, Luz y Absenta, con tu comentario, me gané el jornal.

 

Este gitano está loco pero escribe bueno...

 

Gracias, Antonio.
No soy de la etnia gitana, pero es un honor para mí, parecerme a ellos.
Eso, sí: Soy puro nervio.
Cada uno sale por las suyas, ¿ Verdad ?
Si bien, es cierto que nosotros somos dueños de nuestro destino.