Betty la Fea.

Te escribo desde el cielo.
Probablemente, no me creas.
Pues soy un hombre, y esposo de Betty, la Fea.
Que evoluciona, gracias a Dios, y se hace empresaria.


Me paga todos los caprichos que me doy, estrafalarios.


Nuestros hijos son guapos y perversos.
Los guío en el camino del altruismo y de la generosidad.
Pero prefieren hacerme enfadar; yo los abandono a su suerte.
Emigro a otro país, con mis alas de ángel. Pero soy un Macho Man.


No se confundan, pues soy camionero.


Pero caigo en la cuenta, de repente, de que en Dios no caben el enojo, ni la risa.
¡ Debo imitarle ! Vuelvo a casa, y me muestro cariñoso y comprensivo.
Betty me atiza un bofetón en una mejilla. Muestro la otra.
Me arroja un jarrón que esquivo. Tengo buenos reflejos.


Estuvo a punto de buscar un apoyo moral en un gran vecino, que es dueño de una finca.





¿ Cómo que es psicólogo, masajista y baila bien la bachata ?
¿ Cómo es que bebéis juntos el ron Santa Teresa ?
¿ Cómo es que tiene un corazón latino ?
¿ Por qué te besa ?


Nuestros hijos son Ramiro y Jacinto. En su soledad, han reflexionado.


Ramiro me obsequia con una ballesta, que él mismo ha ingeniado.
Jacinto, por su parte, escribe un poema.
Y lo recita ante todos nosotros.
El gran vecino Jonás se despide. No sin antes, besar a la novia.


¡ Te he visto ! ¡ Cuidado, que te vigilo ! Presta atención, el próximo día...


Si oyes ciertas pisadas.
Se va, con las orejas gachas y el rabo entre las piernas.
¡ He vencido ! Hemos ganado, Betty. ¿ Betty ?
Llora, y las lágrimas recorren sus mejillas. Se arrepiente. Como María Magdalena.


Mas no quiero lapidarla.