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Breve Historia de un poeta Guatemalteco y un Presidente militar

Tema en 'Prosa: Sociopolíticos' comenzado por Orlando Ramos, 9 de Febrero de 2022. Respuestas: 0 | Visitas: 344

  1. Orlando Ramos

    Orlando Ramos Un verso, una vida.

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    Hombre
    Señores les plasmo acá una fascinante historia.

    Vicente Cerna era Presidente de Guatemala en los años de 1,865 hasta 1,871 cuando fue derrocado por el General Justo Rufino Barrios y Miguel García Granados, apoyados por el presidente del vecino país Mexicano de ese entonces Benito Juárez. siendo Justo Rufino Barrios quien se quedaría con el poder, empezando así una persecución a la familia Cerna, El señor Vicente Cerna ya derrocado se exilio en el vecino país de El Salvador ayudado por un sobrino poeta y orador llamado Ismael Cerna y su hermano Nemesio Cerna que era padre de Ismael. Ya en el exilio Vicente Cerna, su hermano Nemesio corrió la mala suerte de ser asesinado, y su hijo Ismael Cerna fue enviado a las bartolinas donde ni moverse podía, es sobre este personaje que quiero comentarles, ya que pidiendo un lápiz y papel a un soldado escribió un poema fenomenal dirigido al señor Presidente Justo Rufino Barrios.

    Dicho poema llego a oídos del general por lo que extremamente enojado mando llamar al joven aquel ante su presencia, y le dice con tono severo. ¿Tu escribiste este poema? y el joven erguido con la frente en alto sin titubeo alguno le dice Si fui yo quien lo escribió, entonces Justo Rufino Barrios entregándole la hoja con aquel escrito le dice, me harías el favor de leérmelo frente a mi, Cerna con aires de grandeza y de cólera le arrebata de las manos el escrito al General, y con gallardía empieza a recitar aquellos versos, algo se apodero de el y con oratoria admirable su corazón encolerizado casi se salia de su pecho, los versos fueron estos.

    A JUSTO RUFINO BARRIOS

    ¿Y qué! Ya ves que ni moverme puedo
    y aún puedo desafiar tu orgullo vano.
    ¡A mí no logras infundirme miedo
    con tus iras imbéciles, tirano!

    Soy joven, fuerte soy, soy inocente
    y ni el suplicio ni la lucha esquivo;
    me ha dado Dios un alma independiente,
    pecho viril y pensamiento altivo.

    Que tiemblen ante ti los que han nacido
    para vivir de infamia y servidumbre,
    los que nunca en su espíritu han sentido
    ningún rayo de luz que los alumbre;

    los que al infame yugo acostumbrados
    cobardemente tu piedad imploran;
    los que no temen verse deshonrados
    porque hasta el nombre del honor ignoran.

    Yo llevo entre mi espíritu encendida
    la hermosa luz del entusiasmo ardiente;
    amo la libertad más que la vida
    y no nací para doblar la frente.

    Por esto estoy aquí do altivo y fuerte
    tu fallo espero con serena calma;
    porque si puedes decretar mi muerte,
    nunca podrás envilecerme el alma.

    ¡Hiere! Yo tengo en la prisión impía
    la honradez de mi nombre por consuelo.
    ¿Qué me importa no ver la luz del día
    sin tengo en mi conciencia la del cielo?

    ¿Qué importa que entre muros y cerrojos
    la luz del sol, la libertad me vedes,
    si ven celeste claridad mis ojos,
    si hay algo en mí que encadenar no puedes?

    Sí; hay algo en mí más fuerte que tu yugo,
    algo que sabe despreciar tus iras
    y que no puedes sujetar, verdugo,
    al terror que a los débiles inspiras.

    ¡Hiere…! Bajo tu látigo implacable,
    débil acaso ante el dolor impío,
    podrá flaquear el cuerpo miserable,
    pero jamás el pensamiento mío.

    Más fuerte se alzará, más arrogante
    mostrará al golpe del dolor sus galas:
    el pensamiento es águila triunfante
    cuando sacude el huracán sus alas.

    Nada me importas tú, furia impotente,
    víctima del placer, señor de un día;
    si todos ante ti doblan la frente
    yo siento orgullo en levantar la mía.

    Y te apellidas liberal ¡bandido!
    tú que a las fieras en crueldad igualas,
    tú que a la juventud has corrompido
    con tu aliento de víbora que exhalas.

    Tú, que llevas veneno en las entrañas,
    que en medio de tus báquicos placeres,
    cobarde, ruin y criminal te ensañas
    en indefensos niños y mujeres.

    Tú, que el crimen ensalzas, y escarneces
    al hombre del hogar, al hombre honrado;
    tú, asesino, ladrón, tú que mil veces
    has merecido la horca por malvado.

    ¡Tú, liberal…! Mañana que a tu oído
    con impotente furia acusadora
    llegue la voz del pueblo escarnecido
    tronando en tu conciencia pecadora…

    Mañana que la patria se presente
    a reclamar sus muertas libertades
    y que la fama pregonera cuente
    al asombrado mundo tus maldades;

    al tiempo que maldiga tu memoria
    el mismo pueblo que hoy tus plantas lame,
    el dedo inexorable de la historia
    te marcará como a Nerón, ¡infame!

    Entonces de esos antros tenebrosos
    donde el honor y la inocencia gimen;
    donde velan siniestros y espantosos
    los inicuos esbirros de tu crimen;

    de esos antros sin luz y estremecidos
    por tanto ayes de amargura y duelo;
    donde se oye entre llantos y gemidos
    el trueno de la cólera del cielo,

    con aterrante voz, con prolongada
    voz, que estremezca tu infernal caverna,
    se alzará cada víctima inmolada
    para lanzarte maldición eterna.

    En tanto, hiere déspota, arrebata
    la honra, la fe, la libertad, la vida;
    tu misión es matar: ¡sáciate, mata,
    mata y báñate en sangre fratricida!

    Mata, Caín, la sangre que derrames
    entre gemidos de dolor prolijos
    ¡oh! infame, el mayor de los infames,
    irá a manchar la frente de tus hijos.

    Aquí tienes también la sangre mía,
    sangre de un corazón joven y bravo,
    no quiero tu perdón, me infamaría…
    Mártir prefiero ser, a ser esclavo.

    ¡Hiéreme a mí que te aborrezco, impío!
    a ti que con crueldades inhumanas
    mandaste a asesinar al padre mío
    sin respetar sus años, ni sus canas.

    Quiero que veas que tu furia arrostro
    y sin temblar que agonizar me veas,
    para lanzarte una escupida al rostro
    y decirte al morir: maldito seas.

    Cuando el General Justo Rufino Barrios escucho de los labios de aquel joven dichos versos, no le quedo otra que admirarlo, y le dijo estas palabras, Tengo frente a mi a un verdadero Guatemalteco, mi perdón aunque no lo quieras lo tienes, y si no quieres ser mi esclavo ve refúgiate en el salvador te concedo el indulto, solicitare un asilo para ti porque tu sangre no la derramare yo. fue así como Ismael cerna vivió difíciles años en el vecino país Salvadoreño.

    Barrios muere el 2 de abril de 1885 en la batalla de Chalchuapa, en El Salvador, luchando por la unión
    centroamericana. Cuatro años después, 2 de abril de 1889 se le
    hace un homenaje póstumo a Barrios y Cerna, ya en Guatemala, es
    invitado a ese acto y declama -ante la tumba de Barrios- el
    siguiente soneto, de tono perdonador:


    EL PERDÓN


    No vengo a tu sepulcro a escarnecerte,
    No llega mi palabra vengadora
    Ni a la viuda, ni al huérfano que llora,
    Ni a los fríos despojos de la muerte.


    Ya no puedes herir ni defenderte,
    Ya tu saña pasó, pasó tu hora;
    Solamente la historia tiene ahora
    Derecho a condenarte o absolverte.


    Yo que de tu implacable tiranía
    Una víctima fui, yo que en mi encono
    Quisiera maldecirte todavía,


    Mas no olvido que un instante en tu abandono
    Quisiste engrandecer la patria mía,
    Y en nombre de esa patria te perdono.
     
    #1
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