Cada cielo, muerte

Desembarcando,

la tripulación del odio,

inseminando su desprecio hacia todo,

suelos petrificados,
y cielos sin luz,

avanza una nueva noche,

fortaleciendo a su rito divino,

glorificará su nombre,

entre espacios repletos de silencio,

nos cederá su olvido,

cuando toda existencia sea huida,

y cada cielo,

muerte.

 

El poema presenta una visión apocalíptica del mundo, donde el odio se manifiesta como una fuerza organizada, casi sagrada, que desembarca con el propósito de imponer su desprecio y devastación. La tierra y el cielo, elementos esenciales de la vida, aparecen aquí desprovistos de vitalidad: petrificados, apagados, testigos mudos del avance de una oscuridad que no solo destruye, sino que se celebra a sí misma como un rito divino. En este paisaje desolado, el silencio sustituye al sentido, y el olvido se convierte en el destino final otorgado por una fuerza indiferente. El poema sugiere que, cuando la existencia se convierte en una huida constante, incluso el cielo —símbolo tradicional de esperanza o trascendencia— se transforma en muerte. La obra concluye, así, con una reflexión nihilista y devastadora sobre el destino de la humanidad bajo el dominio de una oscuridad glorificada y total.

Saludos Cordiales