Calamidad

Al rayar el alba,un glorioso espectro maldito descorre las mohosas lápidas de un malhadado camposanto,dispuesto a que los cadáveres que yacen encorvados se difuminen con la primera luz malévola del día.Por allí corretea el hijo de la aurora,riendo sonoramente al escuchar el sollozo de esos malnacidos muertos vueltos a la vida.Desearían estos la fragancia marchita de la noche infinita sin par;pero para ello tienen que soportar el intenso e inmenso dolor que les reporta la aurora,tiritando de terror ante la posible evaporación de sus amortajados espíritus sanguinolentos.Pasa la mañana y la tarde raudas y el crepúsculo cae con estrépito sobre las tumbas inundadas de malvas,para alegría extática de los profanados difuntos,los cuales salen de sus ataúdes podridos para,una vez en pie y con sus fémures consumidos por el corroer monótono de los gusanos impíos,cantar roncos a la naciente luna negra:reina de la loca melancolía que tan impaciente lleva a los mortales hacia el funesto suicidio rocoso,en el vértigo implacable de un demoníaco precipicio que subyuga con morboso placer a las sibaritas almas de los poetas fracasados.¡Oh!sí,en la nocturnidad salvaje se siente una macabra fragancia sin parangón que hace levitar de placer a los demonios tutelares de cada uno de los muertos,abrumados ante la insidiosa radiación astral de la rueda zodiacal envuelta en venenosas llamas.