Calle tras calle

Calle tras calle.
La sed, por hábito, le rondó la garganta.
El viento, por curiosidad, movió sus cabellos.
El hambre, por disciplina, puntual y acomedida,
taladró la sien de su estómago.
Tragó gasolina, hizo llamaradas.
Hilvanó sonrisas en maquillaje falso,
hizo malabares, limpio uno, dos, mil vidrios.

Un lambido y lo tenia de frente,
con las pupilas arenosas y las costillas hundidas,
con la cola aleteando al aire
como un volantín de triste crepitar.
Tomó su trozo, se lo acercó.
Bastó su humilde sonrisa para quedar dormido.

Y calle tras calle:
La masa humana siguió soñando despierta
con sus máscaras de carne.



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