Calvos al poder

El Presidente me informa, mientras el Secretario del Consejo de Administración mantiene su mirada en el suelo, de mi nombramiento como nuevo Consejero por mi trayectoria en la Empresa y mis valores éticos. Abrumado por la noticia y por los ciento cuarenta mil euros anuales que cobraré, vuelvo a mi departamento. Mis compañeros hablan en grupos pero callan al verme llegar.

Me encuentro un periódico abierto junto al ordenador en mi mesa con la noticia de la imposición por Ley de Consejeros calvos a las Empresas dentro una política, tan calvinista como motivada por las cercanas elecciones, de establecer paridades por capilaridad en los Consejos de Administración de Entidades privadas. Su incumplimiento generará fuertes sanciones económicas y la salida del índice bursátil en el caso de empresas que coticen en el IBEX.

Me siento y medito ¿debería cancelar mi cita para el implante de cabello o renunciar al nombramiento?

Siento una profunda vergüenza con la que no voy a poder vivir. Envío mi renuncia por escrito.

 

Biennnnn ARRIBA LA CALVOCRACIA, ABAJO LOS PELUCONES... jajaja.

Ya dejando la broma a un lado.

Así como es complicado y hasta contraproducente el legislar políticamente la economía, igual es cada incursión de las ideas políticas en otros campos fuera de política y la diplomacia.
Ya hubieron casos donde la política quiso regular las ciencias, e incluso la naturaleza.
La discriminación positiva ha resultado en un show político redituable para las secretarías y ministerios que las "regulan".

Gran texto, aplausos.

Saludos cordiales.

 

Gracias por tus palabras.
Es una pena intentar resolver la evidente discriminación con más discriminación.
Saludos
Cyrano