Camina a mi lado...

Hijo mío, acércate.
Ven, vamos a conversar.
Soy ciego. No puedo verte.
Hace mucho que mis ojos se nublaron.
Qué edad tienes?
Diez y ocho?
Veinte tal vez?
No puedo verte,
pero escucho tu risa,
tu insulto, tu burla,
cuando a tientas paso por tu lado:
-Viejo loco!- me dices.
-Aprende a caminar!-
Como vez, tengo muletas
para poder andar...
Y mis piernas?
Esas las perdí en la guerra,
ganando tu libertad...
Bajo estos muñones,
solo plástico y metal encontrarías...
Quieres tocar?

Hijo mío, no te alejes,
ven, vamos a hablar.
Hay un gran dolor,
una gran pena
Aquí en el corazón.
Es un algo que duele
Más que estar en las sombras,
viviendo de cara al sol;
más que no tener piernas,
más que vivir sin amor...
Y es ver que tus ojos,
aunque sanos, no me puedan ver;
y que tus piernas no caminan,
ni corren para hacer el bien...
Y es escuchar la ignorancia
que vomitas con saña,
burlándote de nosotros,
que en batallas olvidadas,
morimos para que tu
no tengas que perecer...
Ven, muchacho,
no te vayas,
que hay algo importante
que te quiero proponer...

Te reto a que te levantes
al amanecer,
y que saludes al sol
en su largo recorrer.
Te reto a que escuches
a la cascada y al grillo,
y al perro que en su ladrido
le da gracias a Dios.
Te reto a que pienses,
a que estudies, a que ores...
a que te ganes el pan
con el trabajo honrado
que nombre tu corazón...
Ven, te reto a que luches
por un futuro mejor...
Te reto a que te bañes,
te recortes y te afeites
para que no huelas mal...
Te reto a que no pinches
tus venas una vez más.
Te reto a que medites
mis palabras al actuar:
Estas palabras ya viejas
de un viejo veterano
camino del hospital.

Te reto a que seas feliz
y que vivas linda vida.
Te reto a que seas hombre
y que hagas buena familia.
Te reto a que cargues tu cruz
con orgullo y valentía...
Te reto a que des la mano
al que manos ya no tenga.
Mira que tu carne joven,
algún día será vieja.
Mira que el alma no muere
aunque la muerte lo quiera...
Vive como vivimos
los hombres de aquellas eras:
andando siempre de frente
contra sequía y tormenta!
Hijo mío, te doy gracias,
por haberme escuchado.
Doy gracias por tu silencio,
por tu respiro anegado;
por tus lágrimas adictas
en tu rostro demacrado...
Soy ciego. No puedo verte,
pero ven, hijo mío,
camina a mi lado...

 

Buena historia, que cada caminante camine su camino, lo que hiciera o dejara de hacer el anterior peregrino, bueno o malo y sin entrar en distopías, puede ser modelo a seguir en esta vida, pero nunca dogma-estilo, del que vive día a día, un abrazo

 

pues muchisimas gracias mi hermano por dejar tu firma e impresiones sobre este poema...RRR

 

Triste presentación la que nos traes, un tanto difícil de poner en tela de juicio ya que el adicto es un ser digno de compasión, necesitado de ayuda, para lo cual debe prepararse, no sólo el adicto, sino todo su núcleo familiar. Ésta se comprende por la vía de la comprensión no la opresión y es una tarea ardua e inquietante que sólo el antídoto del amor y la paciencia puede hacer posible…Un grato placer caminar la calle de tus versos…mis estrellas

 

gracias por tus hermosas palabras...que Dios te cuide!