Caminando, que es gerundio.

Yo quisiera ser mejor persona,
en esta mazmorra, que está llena de dragones.
Este firmamento, con todas sus criaturas.
Estos fuegos artificiales que estallan en el cielo nocturno, bajo las nubes.





Yo quiero transformarme en Mercedes-Benz, o BMW.


Pero claro, antes he de ser Toyota Supra.
Y también, Ópel Vectra u Ópel Kadett.
Incluso Peugeot 205 ( contigo, al fin del mundo ).
Ford Escort, Ford Fiesta, Focus...





¡ Casi me hundo !


Estamos contaminando el medio-ambiente.
Por esa gasolina, que es un producto destilado del petróleo.
La Madre Naturaleza no nos necesita. Y sus huracanes, sequías e inundaciones nos advierten
de que debemos parar el carro, y aparcar el bólido.


Me conformo con ser quien soy, lisa y llanamente. Eso he decidido. Lo haré, a partir de ahora.

 

Reivindícate.
Un texto algo flojo.
Pero me gusta esa aceptación.

 

Te leo, Ricardo, y noto ese Ego o complejo de superioridad, manejándote.
Manipulándote.
Te ocurre como a Harry, el hermano menor del príncipe Guillermo de Inglaterra.
Harry también se cree inexpugnable. Pobre hombre.
Menos mal que Meghan Markle sonríe, y podrá hacerle ver que la humildad es necesaria.

 

Solo me ciño al texto.
Me da que ves fantasmas donde no los hay.
Solo observo y cotejo.
Todas las materias que discutimos las tratas en tus versos.
¿Casualidad?
No creo.
Yo me he aceptado como soy hace ya un par de años.
Creo que deberías hacer lo mismo.
El psicoanálisis no es lo tuyo.
Si quieres paz te la daré.
Pero los árboles no te dejan ver el bosque.
Prefieres anclarte en tus teorías -mejor dicho, teorías ajenas-, a relacionarte libre y sin prejuicios.
Eso no es de ser humilde, precisamente.
Yo no soy humilde porque no acepto mis limitaciones.
Pero no me las doy de lo que no soy.
O sea, que me gustaría llevarme bien contigo, pero a mí no me la pegas.

 

Luego por tanto, a tus ojos, parezco sospechoso.
Es decir que al leer mis textos, sientes que estás caminando por la cuerda floja.
Como un funambulista, en el gran Cañón del Colorado.





Y claro, no puedes usar bastón, porque el suelo queda a cien metros de distancia.
También te da la sensación de que vas remando, apoyado en una pértiga, por los canales de Venezia.
En tu góndola, ataviado con una camiseta de rayas.





Es el vacío, querido amigo. El vacío existencial, lo que propongo.

 

Pues te animo si ésa es tu voluntad.
Si ése es tu camino.

 

Es un desenlace final, para una obra maestra.
Pero prosigue, enderezándose, a medida que descubre nuevas alternativas.
Se va haciendo eterno, ese camino, que nos lleva al baloncesto.
Porque podríamos pensar que el hombre es la medida de todas las cosas.
Y así, surge el deporte, que a todos nos iguala.
Dado que el final feliz se prolonga, porque la vida sigue.
Un nuevo día comienza, en el más remoto Futuro.
Y engarza con lo más antiguo. Lo primitivo. La fuerza bruta.
Nace la estrella de la NBA. Coordina sus movimientos, como Dios.
Pero siempre va un poco, al filo de lo imposible.
El balón es el Universo.