Cantable sin respuesta

“Sal, mi lozana y celestial princesa,
porque pueda mirar tus glaucos ojos
y derretir en ellos los abrojos
de que es agora el alma mía presa.
Permite a tu sentido enamorado,
a quien el hado
llama al Mavorte
que asola el Norte
con fiera garra
y vil moharra,
escuchar la corriente cristalina
que mana de tu voz tan pura y fina.

Bastará descubrirte un solo instante
para que aqueste corazón tembloso
vuélvase fuerte, intrépido, brioso
y duro cual la roca o el diamante.
Sal, y sean mi amparo y mi muralla
en la batalla
ya tus cabellos
suaves y bellos,
ya tus mejillas
como sarillas,
ya tus labios melifluos y candentes,
ya tus pechos rosados y placientes.”

Así un gallardo y joven caballero
bajo el balcón dijese de su dama
en una noche de semblante austero,
aunque olorosa cual la verde grama.
Mas, como quiera que a su ardor cimero
no contestase más que la carama,
pronto batió su pie la térrea alfombra
y consumiose, lúgubre, en la sombra.​

 

Precioso, como todo lo que escribes.

Felicidades.