Capa de pintura (sobre un día cualquiera)

Desde el interior
de una estrella,
(o en el útero de una bombilla),
mamando oscuridad,
fui creciendo
y decidí tener un cuerpo de cristal
para dejar pasar la luz.

No.
No quiero darle ni un sólo mordisquito a la luz.

Me pasaría las noches
haciendo agujeritos
con un alfiler
en el cielo
para que hubiese más estrellas.

Pero no puedo dejar de abrazarte.

Después me levanto
y dejó un beso en la cama
para que no te des cuenta de que me he ido.

Desayuno
en pequeñas cucharaditas
las malas noticias
que suenan por la radio.

Son las 5:30 a.m.
y las calles siguen donde estaban ayer.

Despertarse antes que el sol
es antinatural
pero la autopista no fuma
muchos coches a estas horas.

Poco a poco,
empezamos a currelar.

A media mañana,
me tomo un par de ‘hasta los huevos’
y un vaso de ‘mala leche’.

Después paseo por la playa
y me acerco a uno de los muelles
donde me esperan algunos rayos de luz.

Y varios camiones.

Están ahí tirados
ruedas arriba
para que se les ponga morena la barriga.

A nosotros nos encanta pasear.

En nuestras largas caminatas
aprovechamos para leer
poesía
en los albaranes.

Después acercamos
algunos electrodomésticos
a la playa
y los dejamos allí a merced
de las oleadas de camiones
como si fuesen botellas
con mensajitos.

Así transcurre el día,
entre ocurrencias
y algunas canciones
que hacen que todo esto
sea más llevadero.

Cuando llegue a casa
te entregaré
media sonrisa
para que no sea todo
tres cuartos de lo mismo.

Por la tarde
me merendaré las tristezas
y las penas
para coger fuerzas.

Haremos las cosas de casa.
Los cuartos, la cocina.

Pasaremos
el resto
del día
juntos.

Tú vives del mismo modo.

Te vistes por las mañanas
de espejo aterciopelado
para que el día luzca más.

De noche sueñas
en blanco y negro
para no malgastar color.