Carnaval de sombra

Y he visto
a la cristalina botella de la vida
llenar, de a poco, mi vaso
con sangre de los días.
Nublar mi mente con vapor de horas.
Y he visto
sumergirse vastos continentes
de voz en aguas del silencio,
consumirse, enteros,
pantalones y faldas
en la alta hoguera de las acechanzas.
Y casi nada queda.
Cuarto sin nadie,
sino apenas tímidas nubes
que como barcas rotas
van naufragando en el mar del cielo.
Cielo en donde los ojos de mi viento
apenas si mueve
el cabello de los niños,
recostados, en la hamaca de mi infancia.
Infancia que, a trabajos forzados,
cose el remiendo del traje oscuro
en mi presente.
Presente que, aunque se beba
todo el vino de los años
a olvido del olvido,
encontrará en el carnaval de la sombra
el rostro insepulto del recuerdo.