Carta a mis viejos

Hola viejo, hola mamá, como quisiera que la vida me diera la sorpresa de volverles a ver, de poder nuevamente estar al lado de ustedes, de hecho daría veinte años de mi vida, por estar solo un día en compañía de ustedes, de poder acariciar sus cabellos, de decirles cuanto los quiero y cuanto los amo viejos lindos, de sentarme al lado de ustedes viejos hermosos y hablar de todas las cosas que quedaron pendientes, de contarles cuanto me ha pasado en todo este tiempo en que no estuvieron a mi lado, de sentir ese abrazo y ese beso que me dabas mamá cuando algo andaba mal y solo atinabas a decir: ¡Vas a estar bien! ¡Vas a lograrlo! De tener tu mano ayudándome cuando algo se descomponía papá y siempre terminabas arreglándolo, ¡Porque eras un genio! ¡Porque eras mi héroe!
Hoy los años me han crecido en la piel, en la venas, en los ojos y en el alma, hoy ya no soy aquel niño que corría al lado de ustedes para buscar protección, hoy soy quien la otorga, soy quien trasmite el legado que ustedes dejaron en mí, soy quien da el ejemplo a seguir, el que debe ser fuerte para no doblegarse a pesar de que en ocasiones la vida me pone de rodillas, el que da los ánimos para hacer continuar con ese legado, el que abraza y besa para decir ¡Tú puedes hacerlo y los vas a hacer bien! Hoy no me rindo, a pesar que mis fuerzas muchas veces desfallecen deseando tirar la toalla e irme a dormir con ustedes, pero cada mañana el sol alumbra mis días, sonrío, y agradezco por tantas cosas inmerecidas de las que hoy gozo.
Ya soy un hombre, pero muchas veces me siento como un niño, siempre llevé ese niño en mi interior, aquel que nunca deja de sorprenderse de las cosas que le rodean, aquel que siempre busca aventurarse en cada situación que le motiva a ser, a vivir, a sentir, muchas veces emprendí aventuras al lado de ustedes, como cuando íbamos de pesca a tu lado papá o cuando te ayudaba en la cocina mamá, de ustedes aprendí a ser osado y valiente en la vida, sin embargo muchas veces siento que, no doy la talla en comparación cómo eran ustedes, tantas historias y anécdotas suyas me contaron, otras tantas las viví al lado de ustedes, historias que hoy quedan en el recuerdo, de ti papá muchas veces oí decir: “Recordar es volver a vivir”
He aprendido a vivir sin ustedes, ha pasado el tiempo, pero aún hoy día no me he acostumbrado a estar sin la presencia de ustedes, no pasa un solo día en que no les recuerde, no es porque no quiera dejarlos ir, no, no se trata de eso, sino porque fueron parte de mi vida, porque unos padres como los yo tuve, nadie más los tendrá, y a pesar de tantos defectos que tuvieron, también tuvieron hermosas virtudes, no les cambiaría por nadie más, me enseñaron a ser responsable, a ganarme el pan con el sudor en mi frente, a que toda acción tiene su reacción, sea buena o sea mala, que todo lo que se siembra, se cosecha.
Hoy, la vida, se ha encargado de pasarme factura de mi camino recorrido, llevo entre mis manos, tanto sendero caminado, llevo en mi espalda una mochila de recuerdos, muchos de ellos buenos y otros tantos malos, qué más da, me llevo la satisfacción de haber dado lo mejor de mí, quizás muchas veces sin darme cuenta fue lo contrario, pero sí puedo decir qué, nunca mi intención fue con el fin de hacer daño a nadie, ni con el deseo de aprovecharme de mis semejantes, soy tan humano como cualquier otro, con defectos y con errores, pero también con virtudes que no me hacen mejor que nadie, solo soy, como quise ser, como aprendí de ustedes, como aprendí con ustedes.
Sé que les llevo dentro de mí, que nunca les he olvidado y nunca les olvidaré, sé que soy un reflejo de lo que fueron ustedes, de lo que vivieron ustedes, solo que, a mí manera, con mi propio sello y mis gustos en particular, porque aún en eso me enseñaron a ser original, a ser autentico, a no ser una copia de nadie, de ningún otro ser humano más, a tener mis propias ideas, mis propias convicciones, mis propias creencias, mis propios ideales y más aún a defenderlos, pero también a escuchar, a pensar y razonar cualquier cuestión ideológica, a comprender a los demás, a conectar y hacer empatía con todo aquel que respira, que vive y que siente, a ponerme en los zapatos de los demás, a escuchar antes de juzgar y ayudar antes que condenar.
Ojalá y la vida me diera la sorpresa de volverles a ver en vida, sé que no será así, sé que no escucharán estas palabras de amor y de cariño hacia ustedes, porque están dormidos, y desde entonces no han despertado, hoy tan solo quise expresarles este deseo que me quema el corazón, pensando en un ¡Quizás! Soñando como sueña un niño, esperando que al despertar
una mañana, el sueño se pudiera hacer realidad y verlos a mi lado nuevamente, abrazarlos mirarles a los ojos y decirles lo que tanto tiempo he guardado dentro de mí, decirles mirando sus ojos…
¡Los amo viejos hermosos!


Ángel René





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