Carta a nuestro adiÓs

Supongo que ya era el tiempo de decirnos adiós. Aunque la verdad para mi sigue siendo, y por capricho, algo inconcebible a mis deseos. Yo sé que no muchas palabras cruzamos en este invierno, y que fueron pocas las puestas de sol que contemplaron nuestros ojos, viendo como tan grande estrella se iba perdiendo en los horizontes para que a su ida renacieran nuevamente las estrellas de cada soñador en este mundo perdido.
Tal vez de nuestra relación, entre tu egoísmo y el mio, no había mucho que rescatar. Y quizás hoy mi tristeza por tu ausencia sea mas culpa mía que tuya por no haber ido a verte o preguntar como estás. Pero no me lo reprocho ni a tu silencio tampoco. Era difícil pintar una sonrisa en mi rostro cuando tú, con tu mirada y encanto exacerbado, te tomabas el minucioso trabajo de encontrarle la vuelta a los rincones mas secretos, que camuflaban mis palabras amables, en un diálogo de intento por hacer lo nuestro mas llevadero. Siempre terminabas descubriendo la debilidad de mis sentimientos y quebrando si piedad la coraza de mi espíritu, que no quería doblarse ante tan impetuoso carácter teñido de supuesta ingenuidad. No sé como lo lograbas o que hechizo en mi lanzabas, no sé...
Pero de algo estoy segura, y en esto no podrás diluir mi firmeza aunque lo intentases. Tu, tanto como yo, estas sintiendo la misma nostalgia por ser ésta nuestra última puesta de sol, y es mas, aunque me lo niegues, te causa el mismo dolor decir adiós, porque sabes bien que no es un hasta pronto como solía ser o un nos vemos, por confiarnos en un reencuentro cercano; perfectamente conozco esa parte de ti que no puede hacer esto como algo indiferente; porque se trata de un adiós definitivo que nos hacemos el uno al otro. Y aparece como siempre, y ahí esta de nuevo, ese gesto que haces cuando intentas pintar azules en algo que no puedes manejar y excede a tus necesidades, porque te conozco jugando este juego del cual me culpas.
Yo guardo silencio ante tus palabras de reclamos, acusaciones y agradecimientos insensatos. Sólo te observo despojar tus penas y no digo nada porque contradecirte sería peor sabiendo que eres un experto en dar vuelta hasta lo imposible para ponerlo a tu favor.
Adiós te digo, a pesar de que por ciertas razones nos debamos encontrar, pero sin temor a mostrarme me despido con gran pena y me llevo el sabor agridulce de tu persona para recordarte cuando decida ir sola a contemplar una puesta y ver aparecer el lucero de los sueños que alguna vez tuvimos juntos. Pero antes de marcharme y darte la espalda te digo con la fuerza de la seguridad que me invade ahora a pesar de tu neciedad "EN LA VIDA SE PIERDE O SE GANA. Y ESTA VEZ HEMOS PERDIDO LOS DOS"...