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Cartas para Amira (I)

Tema en 'Clásica no competitiva (sin premios)' comenzado por Littera, 9 de Marzo de 2012. Respuestas: 3 | Visitas: 839

  1. Littera

    Littera Poeta asiduo al portal

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    Tomo la pluma en esta fría noche
    del rudo, cruel y lacerante invierno
    no por hacer de su jaez reproche,

    mas porque amor gallardo, dulce y tierno
    ha espaciado sus pródigas semillas
    en de mi alma lo prístino e interno.

    De cuantas en el mundo maravillas
    nos granjean y ofrecen los sentidos,
    es contemplar las luces con que brillas

    como si sol de rayos distinguidos
    o cometa de cola fulgurante,
    monarca de los astros más floridos,

    fueras acaso, Amira apasionante,
    la que con poderío se señala
    igual que entre las piedras el diamante.

    Vinieron en mañana en que de gala
    la yerba de los campos se vestía
    y el arco iris colorida escala

    por las salas del aire difundía
    a fundirse tus sendos ojos garzos,
    nítidos cuanto limpio el mediodía

    y bellos cuanto impávidos los cuarzos,
    con los míos, carentes de ilusiones,
    a la sombra gentil de dos jaguarzos.

    Brotaron de tus labios las canciones
    más hermosas que oído bajo un cielo
    donde reinan los graves aquilones

    haya nunca escuchado, ya consuelo
    de las penas y aspérrimas memorias
    tendentes a esparcir un triste velo,

    ya fuente de poéticas historias
    en que nereidas, dríades y ondinas
    susurran del amor las mil victorias.

    Tocáronme tus manos cristalinas,
    que fuese cual si súbito lo hicieran
    terciopelos, tisús o gasas finas,

    y, porque de placer igual ardieran
    mis antaño ateridos labios, fueron
    los tuyos, que a las rocas sedujeran,

    bajo efusión que los claveles vieron
    y que las mariposas invidiaron
    a oprimirlos con besos que rugieron

    y de felicidades mil clamaron,
    que aun a pesar de su energía nunca
    signos de agotamiento revelaron.

    Quizás el duro viento hiere y trunca
    de la encina señera cada hoja,
    y hace la oscuridad en espelunca

    grande acopio que al ánima acongoja
    de penumbras y tétricas tinieblas,
    mas extendida ya la tarde roja

    que a mastranzos olía, no a vinieblas,
    ni el uno pudo la atracción quebrarnos
    ni la otra, a quien rasgas y a quien pueblas

    de gloriosos destellos, arrojarnos
    nigérrimos capuces suficientes
    a de aquel embeleso despertarnos.

    Mis dedos por tus formas sugerentes,
    cierto que más vibrantes que seguros,
    a proyectar derrotas descendentes

    comenzaron, si bien con sus apuros,
    y es que la sensación de ir cayendo
    desde tantos cabellos tan obscuros

    como es el cuerpo válido y telendo
    del ébano que, sito en raras tierras,
    copa enseña de género estupendo

    y a más beldades por las cuales guerras
    se han pretextado y lides consentido
    sólo admiradas de las mudas sierras,

    pasando unos pechos que abatido
    todo aciago o mohíno sentimiento
    dejan, si no al completo destruido,

    y unas caderas que a la fe consiento
    en pensar, sin ambages importunos,
    como surgidas de inaudito cuento,

    hasta llegar a lo que trazos runos
    definieron con fértil perspicacia
    no del modo en que ríspidos tribunos

    lo harían, como piernas que la audacia
    de Jove recamó de impares mieles,
    mas cual columnas dos de joven gracia

    a las que mayestáticos cinceles
    colmaron en tarea portentosa
    de acantos, rosas, gramas y laureles

    es, lo sabré, la más vertiginosa
    que sea dable hallar en nuestra esfera
    terrible a veces, otras deleitosa.

    Pues me invitó tu risa lisonjera,
    ya con el corazón desenfrenado
    y vuelto incontenible y viva fiera,

    ya del deseo devoraz armado
    de te contar sin voces y sin frases,
    sin un lenguaje efímero y ahilado,

    que las multíplices y varias clases
    de pasiones que apuestos amadores
    prendidos de galones y sutases,

    de bandas y ribetes de colores
    te hubieron de enseñar en el pasado
    por lograr y arrogarse tus favores

    y presumir haber en tu alma entrado
    poco se asemejaban a las mías,
    di la boca a tu muslo regalado,

    recorriendo sus cabos y bahías
    como velero que tras vil fortuna
    y tempestades rábidas e impías

    asohora se mece en ácuea cuna
    a salvo de siniestras asechanzas
    y de abyección o iniquidad alguna.

    A pesar de sus muchas remembranzas,
    no consiguió el remanso que acogiera
    nuestras felicidades y bonanzas

    de tan amable y especial manera
    cuadro evocar de tal encendimiento,
    e incluso, brillantísima y señera,

    la reina del cerúleo firmamento
    no pudo menos que arrojar suspiros
    transmisores de un fuerte sentimiento

    al atisbarnos como sendos tiros
    de luz reconocible en la distancia
    y más centelleantes que zafiros.

    Así, yo respirando tu fragancia,
    tú produciendo acordes musicales,
    fue del tiempo malévola arrogancia

    correr con prisas y prestezas tales
    que hasta los pies del campeón argivo
    a su lado mostráranse banales.

    Alzada, referísteme a lo vivo
    que habías de volver a tu argelina
    y ardiente patria, donde exclamativo

    es de la arena aurívora y refina
    cada reflejo, tornasol y aroma,
    donde aquel peregrino que camina

    por solaz de su luengo viaje toma
    linfa de oasis sápido manada,
    que en rimeros translúcidos asoma,

    y donde la pupila fatigada
    descubre un manantial de sensaciones
    en la contemplación almibarada

    de eriales de ciclópeas dimensiones,
    de marjales y lívidos pantanos
    y de altos y montosos pabellones,

    pero que nuestro par de róseas manos
    a nueva y amorosa enlazadura
    se entregaría luego que a los llanos

    les fuese revelada la apostura
    y el tascar armonioso y aplaciente
    allá en la interminable curvatura

    del bovino que, intrépido y valiente,
    raptó a la más fantástica doncella
    por de su Creta libre y floreciente

    hacerla emperatriz vistosa y bella
    a quien ofrendas dedicar y exvotos
    en de cada edificio cada cella.

    Desde entonces, amor, paseo sotos,
    jardines y parajes solitarios,
    de la algazara y del estruendo innotos,

    presa de indescriptibles y arbitrarios,
    cuando no luctuosos y sombríos,
    pensamientos que esfuerzan mis calvarios.

    Observo la corriente de los ríos
    moverse con acucia inquebrantable,
    mas mis intentos siempre son baldíos

    por advertir tu rostro inenarrable
    y tus sienes de tacto algodonoso,
    que un matiz le deparan deleitable,

    en su líquido añil y rumoroso,
    gracias al cual consuelo a las ausencias
    y placebo celeste y vigoroso

    ante de los recuerdos las dolencias
    un número de amantes sin medida
    hallase junto a otras providencias.

    Nada, en fin, suminístrame la vida
    que valga o sea por sus dones apto
    a rescatar mi mente enfebrecida

    de tu eficaz secuestro, de tu rapto,
    ni me hago a recrearte en las penumbras
    ni a la ruin soledad de ti me adapto,

    y sólo figurando que vislumbras
    reductos de encarnada fantasía,
    que como hedónico cometa alumbras

    más que Timbreo cada limpio día,
    burlan mis emociones y sentidos
    su inflexible y tirana jemesía.

    En todo cuento, queden suspendidos
    al punto tales mórbidos trabajos,
    y sean con honores recibidos,

    con los más entusiastas agasajos,
    los fulgentes rehiletes que mi alcoba
    detergen de cenizas y borrajos,

    mensajeros de tez sincera y proba
    prestos a recordarme que muy pronto,
    en alborada de color caoba,

    las mareas sabrán del ancho ponto
    ser mi veneración por tu figura
    no reducible a síntesis ni a monto.

    Pues terminada la verbal costura,
    retraigo el cálamo, aseguro el pliego
    y lo cometo con asaz ventura

    no a las entrañas vómicas del fuego,
    pero al poniente calmo y comprensivo
    que ha de calarse en tu regazo luego.

    De nadie esclavo mas de ti cautivo,
    besándote se parte y se despide
    tu escritor y liróforo amativo,
    quien gemelas y sándalos preside.
     
    #1
    Última modificación: 9 de Marzo de 2012
  2. arquiton

    arquiton Invitado

    Hermosos tercetos Littera, aunuqe confieso que no he tenido la paciencia de acudir al diccionario todas las veces que su comprensión me lo requiere...
    En el terceto 16, sospecho que quisiste escribir «de la encina».

    un abrazo
    j.
     
    #2
  3. Littera

    Littera Poeta asiduo al portal

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    ¡Guau! Así es: mil gracias por la precisión, amigo mío. Me gusta ser perfeccionista en estas cosas.
     
    #3
  4. eduardocarpio

    eduardocarpio Poeta adicto al portal

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    Littera
    Hermosos tercetos y brillantísimo lenguaje poético, un vendaval clásico que me asombra. Realmente hermosos y en tan pulcro y dulcísono estilo que sólo me resta pedirte preste oido a la ovación que le dedico, aunque sea modesto pago. Amigo, un abrazo
    eduardocarpio
     
    #4

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