Cervantes y los japoneses

Ganas tendrá don Miguel de bajarse de ese sitial y sentarse a alimentar las palomas a la sombra de alguno de los añosos olivos que rodean su estatua. Su inmensa humanidad solo cabría en una estatua de dimensiones humanas, en actitudes humanas. A sus espaldas y de pie, una señora que quizás represente a la literatura española, manando nuestro idioma de su fuente. Por delante y en sobrio bronce, lo mejor del conjunto: Quijote y Sancho en tamaño casi natural, sobre sus respectivas y célebres cabalgaduras.

Un enjambre de japoneses se une a la bandada de palomas, persiguiendo los unos con fotografías lo que las otras decoran con irreverencia. La universalidad de Cervantes trasciende la de nuestra lengua, pero no puedo dejar de sentir la aguda diferencia: soy turista en España, no en nuestra lengua, y esta lengua es un inmenso océano que me separa, nos separa, de esos japoneses de dedos inquietos. La irreverencia de las palomas no deja de ser la de Sancho, la del pueblo. Me alejo con la sensación de que ese monumento es, por enorme, demasiado pequeño.

Dejo acá un link a una descripción, con algunas fotos, del monumento del que hablo:

https://www.google.com.ar/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=3&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwiE_PicsoDZAhUEE5AKHY-5DmYQFgg5MAI&url=https://www.unaventanadesdemadrid.com/madrid/monumento-a-miguel-de-cervantes.html&usg=AOvVaw2CSW1MfOKe1ZVOAmxJAgs5

 

Con muchísimo gusto me uniría a los japoneses para traerme unas lindas fotografías de tan impresionante monumento a la máxima figura de la literatura española. Gracias por compartir el link donde lo puedo visitar aunque sea virtualemente. Un abrazo, amigo poeta.