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César Dávila Andrade

Tema en 'Biblioteca de Poetas consagrados en verso libre' comenzado por lluvia de enero, 10 de Mayo de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 1192

  1. lluvia de enero

    lluvia de enero Simplemente mujer

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    César Dávila Andrade
    , poeta, narrador y ensayista nació en Cuenca - Ecuador en 1818. De familia modesta, tuvo que abandonar sus estudios para trabajar en diversas ocupaciones. Su obra neorromántica y surrealista, alcanzó su plenitud al final de los años cuarenta cuando publica sus primeros libros de poemas (Oda al arquitecto -1946), más tarde hizo parte del grupo literario Madrugada y a partir de 1951 vivió en Venezuela, dónde trabajó como periodista y reafirmó su carrera como escritor y poeta. Allí, debido a su vida bohemia y desajustada, el sufrimiento y la adversidad le llevaron al suicidio en Caracas en 1967. Dávila Andrade fue un nombre fundamental en el proceso evolutivo y en la madurez de la lírica ecuatoriana de la segunda mitad del siglo XX.

    http://www.espanholtotal.com/literatura ecuatoriana3.html




    CARTA DE LA TERNURA DISTANTE

    Estoy solo. La niñez vuelve a veces
    con sus blancos cuadernos de ternura.
    Oigo entonces el ruido del molino
    y siento el peso de los días caer desde la torre de la iglesia
    con un sonido de aves de ceniza.
    Pienso qué harás ahora frente al camino blanco
    por el que cierto día pasó mi soledad.
    ¿En dónde estás? ¿Qué haces?
    ¿Bajas aún al pueblo los domingos?
    ¿Y a la feria de rosas de castilla?

    Recuerdo: tenían tus pupilas color de té y de arenilla
    y bullían en el fondo de tus ojos
    esos mínimos puntos luminosos
    con que escriben los músicos
    las más azules y hondas melodías.

    Cómo recuerdo tu cabello, hecho con las panojas del estío
    y con la leve arborescencia fina
    de la miel del topacio,
    y de la crencha ardiente de la espiga.

    Tenías creo ya sobre los senos
    dorados terroncitos
    y algo como el azul de la azucena...
    Tenías creo ya sobre las sienes
    la sagrada blancura de la nieve
    y una hebra distante y tan delgada que moría en el cielo.
    ¿Tienes aún ese hoyo de nardo en la sonrisa?
    ¿Y ese nudo de rosas que te rodeaba los tobillos?

    ¿Por qué tu andar me ha parecido siempre
    el temblor de un jilguero entre los mimbres?
    ¿Recuerdas esos barcos de papel cargados de semillas
    que, a veces, pusimos en el río?

    Llevaban como en éxtasis nuestras más dulces lilas.
    Todas han muerto en soledad y en frío.

    ¿Y el pan que abrimos juntos con los dientes?
    Salió de él como un ángel su perfume.
    Aquí hay pan abundante, pero no tiene aroma
    y la ternura esconde como un niño las manos.
    Qué extraño es todo lo que me rodea!
    Volveré algún día.
    El maestro de capilla de la aldea
    tocará para los dos aquella música
    que tiende sobre un río siete puentes de rosas.

    Y por ahora basta. Volveré algún día.
    Afuera son las nueve de la noche.
    Se esconden poco a poco mis palabras...


    ****************​

    ESPACIO, ME HAS VENCIDO

    Espacio, me has vencido. Ya sufro tu distancia.
    Tu cercanía pesa sobre mi corazón.
    Me abres el vago cofre de los astros perdidos
    y hallo en ellos el nombre de todo lo que amé.
    Espacio, me has vencido. Tus torrentes oscuros
    brillan al ser abiertos por la profundidad,
    y mientras se desfloran tus capas ilusorias
    conozco que estás hecho de futuro sin fin.
    Amo tu infinita soledad simultánea,
    tu presencia invisible que huye su propio límite,
    tu memoria en esferas de gaseosa constancia,
    tu vacío colmado por la ausencia de Dios.

    Ahora voy hacia ti, sin mi cadáver.
    Llevo mi origen de profunda altura
    bajo el que, extraño, padeció mi cuerpo.
    Dejo en el fondo de los bellos días
    mis sienes con sus rosas de delirio,
    mi lengua de escorpiones sumergidos,
    mis ojos hechos para ver la nada.
    Dejo la puerta en que vivió mi ausencia,
    mi voz perdida en un abril de estrellas
    y una hoja de amor, sobre mi mesa.

    Espacio, me has vencido. Muero en tu eterna vida.
    En ti mato mi alma para vivir en todos.
    Olvidaré la prisa en tu veloz firmeza
    y el olvido, en tu abismo que unifica las cosas.

    Adiós claras estatuas de blancos ojos tristes.
    Navíos en que el cielo, su alto azul infinito
    volcaba dulcemente como sobre azucenas.
    Adiós canción antigua en la aldea de junio,
    tardes en las que todos, con los ojos cerrados
    viajaban silenciosos hacia un país de incienso.
    Adiós, Luis Van Beethoven, pecho despedazado
    por las anclas del fuego de la música eterna.
    Muchachas, las mi amigas. Muchachas extranjeras.
    Dulces niñas de Francia. Tiernas mujeres de ámbar.
    Os dejo. La distancia me entreabre sus cristales.
    Desde el fondo de mi alma me llama una carreta
    que baja hasta la sombra de mi memoria en calma.
    Allí quedará ella con sus frutos extraños
    para que un niño ciego pueda encontrar mis pasos...

    Espacio, me has vencido. Muero en tu inmensa vida.
    En ti muere mi canto, para que en todos cante. Espacio, me has vencido...

    **************​
     
    #1

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