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Cirujía psicodélica

Tema en 'Prosa: Obra maestra' comenzado por Ricardo López Castro, 28 de Enero de 2024. Respuestas: 0 | Visitas: 85

  1. Ricardo López Castro

    Ricardo López Castro Poeta adicto al portal

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    Hombre
    Algo hay aquí


    No sé cómo afrontar las memeces del colectivo.

    Bonita palabra para meteros a todos en el mismo saco.

    Yo no soy el culpable de mi inteligencia superlativa.

    La culpa es suya, ¿es que no lo ven?

    Probablemente no.

    Les sucede como en su día me ocurrió a mí.

    Iba a un colegio de monjas en el que no entendía nada.

    Lo más desternillante es que di el pego.

    Con lo poco que tengo que ver yo con dios.

    Él sí que sabía manejar la situación.


    Sé guardar silencio,

    pero en mis textos no perdono.

    Sea quien sea de quien se trate.

    Una aparición de mis ex, un verso mal medido.

    Da lo mismo.

    Jamás lo entenderían, mi escritura es intríngulis.


    Mi falta de recursos así me lo permite.

    "Nadie en sus cabales comprará la casa por la ventana."


    Siempre quise ayudar de una forma indirecta.

    Mi experiencia con las drogas

    tiene cuerda para rato.

    Cuántos se hicieron ricos de espíritu a mi costa.

    ¿Dije espíritu?

    Trapichear con la gente equivocada no formaba parte de mis planes.


    La verdad es que mi vida no le importa a nadie.

    Por eso lo que plasmé son disuasiones.

    Quién sabe cuánto de ella depende de los demás.


    Reacción mental


    Cuando los pensamientos derivan en insultos o faltas de respeto, las cosas se tuercen, o eso es lo que parece.


    Si contenemos un agravio o una difamación hasta fuerzas inconcebibles corremos el grave riesgo de convertirnos en aquello que nos suscita dichos pensamientos. O incluso peor, en una bestia abominable superior y más fiera que nuestro primer objetivo.


    Tensamos la mandíbula, apretamos el rictus y los dientes.

    Pero por más que forcemos nuestra expresión siempre será:

    Menudo/a hijo de puta.


    Y es que por más inteligentes que seamos, eso precisamente está reñido con la impulsividad.


    Eso sí, mi próximo pronto, por lo menos, puede esperar sentado. Yo lo vigilaré con atención. O mejor dicho, contaré hasta diez, por si acaso se rebela.


    (Y así incurrió mi mente en el maravilloso mundo de los impulsos.)


    Ten(d)encias


    Me molesta la gente, me molesta el ruido, me molestan las vistas, el perfume de moda que misteriosamente desprenden todas las mujeres.


    Me molesta todo lo… Igual.

    Y las tendencias me joden, me repatea el rastro que dejan en las personas… Igual.


    ¿Caminamos acaso en la misma dirección?

    No me vengan con mierda comercial.

    Tanto para acabar en pelotas y fornicando.


    Yo elijo discretamente lo que voy a vestir la próxima temporada.

    No soy un visionario, por ahí no va la cosa.


    He superado fantasías que ustedes no pueden ni soñar.

    Los grandes almacenes no me entran por el ojo.

    No me levantan la paletilla sus adornos navideños, guirnaldas, ni azafatas que me indiquen la entrada.


    No tarda más de cinco minutos en hincharse la vena de mi cuello.

    El único atavío fiable de toda esta pantomima abierta todo el año.


    Y les puedo asegurar que compre lo que compre, saldré del maldito comercio con un calentón.


    ¿Moda?

    Si solo fuera una, no tendría la absurda sensación de que me estoy perdiendo algo:

    Espere, espere, primero dígame algo que no marque tendencia.


    Un sobre natural


    Dios me debe una, no vida, no chavea, no favor.

    Dios no se las gasta así.

    Él me debe algo mucho más sutil, y puede decirse que es tan tenue, tan volátil, tan efímero como su propia existencia.


    Dios me debe una creencia, me lo ha quitado todo.

    Me voy a llorar a mi rincón.

    Yo, un hombre de fe en las cosas imposibles, le tacho de mi lista, lo encaramo a una categoría aún más inverosímil:

    El gremio de las metáforas.


    Allí quizá la poesía recupere su caché perdido.

    Será cosa de Dios, no lo duden.

    Mejor dicho, de la persecución verborreica,

    de lo que el poeta cree que puede hacer.

    No quiero meter baza ni presumir, pero van a rodar cabezas. La mía, la primera.

    A Dios no le convence que el mundo lo retrate, para luego retractarse.


    Que quede claro que no le conozco de nada, nunca me juntaría con semejante personaje.


    Cotillón


    Es otra manera de insultar lo que hacen los cotillas.

    No me convencen.

    De qué, se preguntarán.

    Pero ellos no tienen ni idea.


    El concepto de mí mismo no es algo que haya puesto en venta, pero hay quien ofrecería por él unos buenos fajos.


    ¿Tengo razón o no? Es lo mismo, ni con la razón se llega a Roma. Como mucho a ser el centro de atención.

    Y eso es jodido que te cagas.

    Una gran faena.

    Puedes enfermar más rápidamente que con el aire.

    Lo que quiero decir es que me la trae al pairo lo que escucho.


    La mayoría de la gente está aún por etiquetar.

    Por no decir toda.

    Por que ni Dios lo admite.

    Y yo estoy en un punto de no retorno.

    No sé adónde me llevará.

    Lo que sí sé es que yo no tengo mi verdad.

    Eso es un truco para telespectadores enfermizos.

    Y la verdad sería algo así como un truco.

    De eso precisamente te estoy hablando.


    Nuevos diagnósticos


    Cuando me lanzo a escribir, no es eso realmente lo que hago. Algunas personas te dirán que es una metáfora, yo lo llamo ponerse a salvo.


    Pero muchos te dirán que no te venden la moto.

    Y es que la realidad es el único juego donde cualquiera te puede pintar la cara.


    Ser fiel a uno mismo es la única premisa dentro de este atolladero (Qué leches acabo de decir).


    Ser fiel a uno mismo es la única forma de ir contra todos, y puedes perder la piñata en el intento.


    Aunque, admitámoslo, la ignorancia es la mejor opción.

    Al menos con ella, oh, indiscutible, acabarás mezclando churras con merinos.


    Por más que nos neguemos, y al que no, se le coloca en el punto de mira.


    Seguro que acaba volviéndose majara, y creyéndose Dios o el elegido.


    Patología:

    Manipulación del pensamiento.


    Tratamiento: tratamiento de tú a tú.


    Sentí miento


    Los sentimientos son algo peliagudos. Si alguien se enamora siempre se busca enemigos, si alguien sonríe siempre se busca enemigos, si alguien da saltos de alegría, todas las miradas se clavan en él, como si fuera una ofensa, un insulto.


    Como acotación les digo que a veces todas estas reacciones se exageran por la moda del postureo, del «molo más que tú», del «mira ése qué amargado».


    Y es que el único sentimiento que no suscita malos rollos es el sufrimiento.


    Mierda puta, ni siquiera eso es un sentimiento.


    Difícil mente


    No te olvides de quererte a ti mismo. Eso se hace para fardar, y está muy pero que muy bien visto.

    Además te dará un subidón que ninguna droga será capaz en quinientas vidas, o en quinientas sobredosis, podrá darte.


    Sabe Dios qué tipo de hormona segrega eso, pero seguro que no se le escapa ni una.


    Ni a ti tampoco.

    Irás a gusto por las calles más transitadas con la cabeza bien alta y el paso firme.


    Dicen que en esos momentos lo ves todo claro.

    Pero lo cierto es que mienten como bellacos, lo que sucede es que el resto piensa que sabes lo que te haces.


    Es una simple ilusión que depende de los demás.

    Si todos te mirasen con cara de estornudo fijo que no estarías tan seguro.


    Pero la evolución humana la trataré muchísimo más adelante, cuando tenga noticias de ella.


    Más allá


    La muerte debe ser algo muy amargo, perturbador, inaguantable. Lo digo más que nada por lo que se dice de ella.


    No es que quiera meter las narices donde no me llaman, pero lo hago, porque joder, eso es para mí la muerte.


    Cuchitril de la fama


    Hay cosas inalcanzables, como la fama sin dinero, y es que el hecho de que seas archiconocido, en este caso sin un puto duro, te convierte en infame.


    La gente se cansa muy rápidamente de andar invitando a copas y a lomos.


    Mención especial para los vagabundos.

    Pedir calderillas por oficio es lo más digno que puede hacer el ser humano.


    Copérnico


    Cuando todos confabulan contra mí me pregunto quién lo hace en realidad.


    Esto quiere decir dos cosas: Que hablamos de una conspiración selectiva, o de mis sesos ejerciendo la mayor fuerza conocida por el hombre.


    Pero eso de andar por ahí presumiendo de cerebro no es lo mío.

    Yo soy más de interiorizar lo que pienso.


    Tengo un don de la hostia, eso se lo garantizo.

    Que se lo digan a los grandes filósofos, incontinentes hasta decir basta, o Eureka, más finamente.


    Antes elucubrar era lo mío, pero me he topado con estos textos, que se escriben solos y aún encima me recuerdan que puedo silenciar las opiniones ajenas.


    He escuchado de todo unas cien veces, y me quedo tan corto que el mundo se ha vuelto plano otra vez.


    La vida es lista


    Mis textos son infumables, pero siempre busco las vueltas para que resulten legibles.

    Si bien es cierto que lo que leo yo podría distinguirse de lo que leen las páginas del Word.


    Mantengo una contienda infinita con ellas.

    Tanto es así que nunca se acaban.

    Nunca mueren del todo.

    Nunca las machaco.


    Adoro la libertad de expresión pero odio que vean con más avidez que yo entre líneas.


    Descargo, copio y pego.

    Y a otro menester.

    Al final la guerra la ganan los cobardes, y más las que duran toda la vida.


    Recitar y discurrir sobre lo que aquí expongo es lo mismo que esconder la pasta bajo el colchón.

    Dulces sueños.


    ¿Se imaginan un sermón mío?

    Porque así suenan mis escritos.

    No me los imagino encuadernados y lanzados al mercado.

    Todas las estanterías quedarían cojas.

    Ahora bien, un solo ejemplar me puede salvar la vida.


    Y es que no me considero ejemplar, la vida me la endiña cada día.

    Ella se lleva el mérito, yo solo la patente.


    Últimas palabras


    Está claro que hacerse el sueco no va conmigo.

    Tengo una cuenta pendiente con el mundo.

    No pienso dejar ni una sola propina más.

    Por muy yo que sea.


    Lo que yo siento


    Corté con mi ex.

    En realidad ya éramos ex mucho antes de que yo la mandara al cuerno.


    Sabe Dios lo que hizo esa mujer conmigo y con mi cerebro, para que yo pensara que estaba enamorado.


    Lo de ex es una palabra deplorable, denigrante.

    Ex éramos todos antes de hacernos la jugarreta.


    Intenté salir con otra, pero no fui capaz.

    Siento fijación por el término ex, y sus connotaciones.


    Otra forma de decir que todo se supera.

    No cedo ni un ápice, y así lo demostré hasta que comprendió que mi obsesión era mayor que la suya.


    Por qué


    Yo no soy un iconoclasta, ni tampoco un idealista.

    Acaso un librepensador.

    Eso sí, ¿cuántos se sienten libres hablando?


    No es mi intención criticar a nadie, pero aquí entramos todos en el mismo saco.

    Así que sí, admito correcciones.


    Menudo librepensador estoy hecho.

    Otro descarte más.

    Al fin y al cabo, de eso trata la vida, así como el amor.

    ¿Quién lleva aquí los pantalones?

    La mente sucia, o la más pulcra.


    Pueden decir lo que quieran pero no me creo una mierda.

    El mundo necesita libertad, o eso dicen.


    No se imaginan hasta qué punto contengo mis palabras.

    Cavilar es una muestra de la inutilidad humana.

    Plasmarlo en un papel es el modo más librepensador de quitarle hierro al asunto.


    Mamuchi o injuria


    Mamá tiene la razón absoluta.

    Me ha parido. Me ha llevado en su vientre.

    Me conoce mejor que nadie.

    Que me quiten ya la puta medicación.

    Lo que yo de verdad necesito es un tiempo para escucharla, para fortalecer nuestro vínculo, y dejar de enriquecer a las farmacéuticas.


    Mi madre tiene la razón absoluta y yo la fórmula para ponerme sanote.


    Tengo que cuidar a mi mamá, pero a diferencia de algunos desdichados, no lo haré a base de pastillas.


    No volveré a hacer el cafre, mamá, lo juro, ni usaré mi enfermedad como escudo.


    Me toca ya los cojones que todos hablen sin saber.

    Yo no estudiaría psiquiatría para sentirme vacío en un despacho lleno de gente, o de inquietudes, hijo de puta sería de hacerlo.


    Hijo de puta. Y eso sí que no puedo permitírmelo.

    Cualquier cosa menos eso.


    Enferma vuelven a mi madre con sus desajustes farmacológicos.

    Qué me dicen del daño que ocasionan, o de las familias que acaban en pedazos. ¿No son esos efectos secundarios?

    ¿O quizá daños colaterales?


    Mamá siempre tiene la razón.

    La razón absoluta. Este papelito es la muestra de que nadie, absolutamente nadie, me la va a dar a mí.


    El infierno no tiene nada que ver con los pecados.

    Me cago en la madre que los parió a todos.
     
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