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Civic

Tema en 'Prosa: Obra maestra' comenzado por Francisco Luis Matte, 26 de Diciembre de 2021. Respuestas: 0 | Visitas: 442

  1. Francisco Luis Matte

    Francisco Luis Matte Poeta recién llegado

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    Recoleta Noviembre 2017, 15:00hs. Ese día se presentó la Pantera negra. Se mostró cuando yo ya había cruzado el límite oscuro y me encontraba bien adentro de su perímetro. Imposible haberla visto antes. Es cuando no hay luz y sus ojos a penas reflejan en humedad ese punto luminoso en su mirada silenciosa sin parpadeo. Ahí estaba. Observándome. Camuflada. Quieta. Dura. Y fue que la escuché rugir como nunca y para siempre a partir de ese día.

    Cuando digo salimos es porque estaba con mi amigo. Medio amigo. Medio Jefe. Jefe cuando él quería. Y yo: empleado; pero amigo cuando él quería, y yo quería. La relación era profesional, pero con el tiempo laburando tanto juntos de creativos uno como tal aprende a conocerse en todas, o en muchas para el caso. Es por eso que éramos amigos, pero nos hacíamos los no amigos para poder laburar. -Con el no amigo que laburaba se llamaba Lince-.

    Lince, se había pasado toda la filmación haciéndome laburar mientras él se chamuyaba a una minita en la terraza del restaurant frente al Cementerio. Era fea la minita, brasilera y no caminaba. El hijo de puta hizo cualquier cosa, lo que fuese para que quedar en posición de Jefe. Que lo era es verdad. Pero los jefes también laburan. Aunque sea cagandote un poco a pedos. Pero él no. Él quería que el cliente entienda que Él no iba a hacer un carajo. Ese era su laburo en esa jornada. Ser el jefe y el desentendido de todo y con todos.

    Resulta que el cliente era ex compañero del colegio de Lince. El colegio era Champagnat, el que se encuentra y comienza en Montevideo y Santa Fé. Un colegio enorme que ocupa toda una manzana con su edificación arquitectura Jesuita de época tras, con altos paredones de bloques de hormigón marrón y ventanas amplias cubiertas de rejas. Imagínate, Lince tenía una productora Audiovisual, y el bobo este tenía una discoteca con putas dando vueltas. Este paparulo contrató a la productora de Lince para hacer un video promocional de su discoteca. Promocionaba una fiesta de disfraces en época de brujas. Ese festejo absurdo que se globalizó con los yankees, en el que la gente indiferente juega a “asustarse” y comen dulces amargos bien caros. Maldita parka enmascarada, como vas a pinchar así a la Cultura. Ha cuantos te habrás llevado esa noche.

    Este flaco, que inflaba el pecho solo por la noche. Esta bien llamémoslo: este cliente; estaba consumido y ya casi era un fantasmita. El careta estaba atrapado en la tela de araña inalcanzable que solamente podía tejer el mismísimo Fort, Ricky. Ricky el hijo de puta con huevos que inteligentemente se dedicó a gastar la fortuna de su familia en lujuria y demencia de placer y desvirtud frente a las cámaras y pantallas de un país con hambre mortífero y enfermedad. Por lo menos dio una buena inyección de verdes en el banco de la Nación y armo escena de teatro y travestis en calle Corrientes. Esta personalidad faraónica, mediática y polémica construida por los medios que arrasó con la sensibilidad y folklore de la clase popular, media y alta en la Argentina y se transformó no solamente en un icono popular sino en un héroe catastofrico. Con un estilo de vida utópico y cómicamente violento que hacia reality con su vida Roll Royce y prostitutas adictas que le enseñaban a las quinceañeras a mover el culo. El tipo la pasó bien, el tipo se hizo cargo de lo que quiso. Grande Ricky. Giles los que no se lo bancaron porque no podían tener el culo operado de Ricky. Y no por no tener guita. Por no tener huevos.

    La venita en la frente se me hinchaba cuando esa miseria marginal y social es sostenida y expuesta en un microclima de naturalidad como lo es el teatro de la televisión Argentina. La ironía popular argenta se gastaba sola y aburría mucho a decir verdad. No poder alcanzar ese consumo de vida de ensueños y pantallas, obligaba a toda una masa popular a posicionarse en la maldita, e ignorante realidad de enfrentar día a día un país de degeneración y corrupción. Era la única manera para mantener estupidizada y culiada (si me disculpan la aclaración) a la clase laburadora. Una típica promesa social en lo alto de un balcón de concreto y mármol con un tigre de huesos viejos. Un tigre con collares de perlas y diamantes puestos, que le pedía al Canal Trece un chupete mientras se masturbaba dentro de una jaula, y que ya hace muchos años se había olvidado de como rugir. Un tigre sin manchas.

    Para que quede clarito: Lince no se dejaba meter el dedito en el culo por nadie, y menos por ese ganso de compañerito y cliente que le tocó (que también soporté yo), en esa filmación delincuente. Este payaso de ropa ajustada y reloj bien grandote y pesado, que quería todo el circo de consumo y sida mercantil de Miami en la Recoleta de Buenos Aires, no paró de mirar a mi camarógrafa. La camarógrafa era especial y amorosa. Recé para que todos los fantasmas del Cementerio de Recoleta que vagaban sueltos y asesinos sin paraíso lo maten esa misma noche. Sea donde fuese que lo encuentren. Le rece a todos los Caudillos que en paz descansen, se levanten y lo destriparan. Así el muy hijo de puta se ponía a tono para la fiesta del susto que el mismo promocionaba.

    Un Pelotudo. Sigo sin entender porque se calientan tanto la pija con la garcha de Miami. Con lo lindo que es Buenos Aires. Así estaba Plaza Francia y Retiro invadida por esta ola estridente de brillo falso y zapatos caros. Cuchillos gauchescos desafilados y mucha credit card.

    Cualquier otro pancho de la clase que sea quien fuere y que quisiese asomar bocha y hacerse el Fort le quedaba para el orto. No se podía. Ese parasito en televisión no era solamente una figura pública sino que se había transformado en un discurso de opinión! Tenias que tener mucha guita para vivir así. Guita y huevos. No se suelen dar esas dos cosas juntas. Sólo en pocas ocaciones te cruzas con gente así. Afortunadamente su fortuna lo mató. No me acuerdo si para aquel entonces también estaba en el Cementerio Recoleta. Habría estado bueno filmar su lápida para el comienzo del video, lástima que no avivamos ahí.

    Lince tomó 5 copas de vino que se las choreo a la brasileña que estaba sentada sola en la terraza de uno de los restaurantes más paquetes de Recoleta. El miserable me dejó a la camarógrafa y al cliente bajo mi dirección, mientras él se jugaba de caballero y jefe.

    Terminé re caliente ese dia.

    Filmamos a las chicas en la discoteca Africa, ex bulo vip de Recoleta.
    Un lugar completamente bárbaro. Un despilfarro de guita en excentricidad, arquitectura y diseño de interior. Un lavado de mucha falopa. Impresionaba el laberinto de espejos que rodeaba a todo el interior de la discoteca, con muy poca madera y unas peceras con animales embalsamados decoradas con luces tenues y rosadas.
    Un espacio con luces y pausas. Estaba bueno. Daba la sensación de que habían quedado congeladas algunas escenas de la selva con una inyección de erótica. Animales y sexo.

    Filmé a una modelo divina, que venía del Interior a trabajar a Buenos Aires y había conseguido trabajo como bailarina y promotora de esa discoteca. Era Tucumana la chica. Iba disfrazada y custumizada media zombie destripadora. Con unos tacos altos que terminaban en forma de caño de revolver de plata. Disparaba a cada paso. Ella Tenía una boca y unas piernas de serpiente que se partían. Me bailo a mí y a mi cámara. Beso las peceras y a los animales con talento.

    Me calentó y me enamoró de pronto.

    Esta bien la idea. El concepto funcionaba y vendía a todos esos gansos de Recoleta que salían a pagar una botella de champeta por cinco lucas.

    El asunto fue que salimos de esa filmación espantosa y nos subimos al coche de Lince.
    No era el Delorean pero viajaba más allá del tiempo. Viajaba justamente en algún lugar del tiempo.

    La nave era un Honda Civic. Coupe. Negro. 90 ́tas.
    Lince le pidió a la madre que viajó a EEUU que le traiga una pieza especifica que acustisaba el sonido entre el motor y la toma de aire del coche. Hacia un ruido salvaje cuando galopaba. Un sonido fino. Agresivo. Pero fino. Rugía a loco en primera marcha.

    La madre de Lince un personaje. Fumaba esos Derby largos blancos, y con sus labios pintados de fucsia teñía los filtros de los cigarros. Era gracioso ver el cenicero de la casa de Lince. Estaban los filtros de Marlboro marrones apiñados y entre ellos resaltaban los de ella, blancos con rush labial. El nene le pide una toma de aire para su chiche, y su vieja; ella tan dulce se la compró. Eso es una mama no? No por el hecho complacerle el deseo al nene, sino por el pedido en sí.

    Lince llamaba a su Civic: "Ella". "Ella; la que no se queja nunca". Bien bajito al piso. La perspectiva cuando estabas adentro no era el ángulo convencional a cualquier automóvil. Era unos 70cm más abajo de los automobiles convencionales. Sin polarizar, para que te vieran bien el morro. Los cambios entraban como trompadas en una bolsa.

    Un estereo ciberpunk con lucesitas. Un poquito retro; pero sonaba fuerte. Era un sistema de Audio Japones que daba calambre.

    Tekno escuchábamos. Ese que hace PUM PUM. Prolijito. Lindo.
    Tekno. No de esos que hacen ruiditos raritos y melodías estridentes. Sino Tekno, cuando me refiero a Tekno me refiero a Tecnología. Escuchábamos tecnología. A un volumen que tapa cualquier sonido exterior. Una cápsula de tecnología con ruedas que hacía PUM PUM.

    Agarramos Libertador, le pegamos un brechaso largo y unas secas de porro. La pantera andaba furiosa comiendo el asfalto de Libertador. Le dije a Lince que quería sentarme del lado trasero. Era más chiquito el espacio, pero el vidrio trasero tenia más superficie de cristal hacia el techo. Por lo tanto si me sentaba atrás y miraba hacia arriba podía ver cielo abierto pronto. Me recosté y Lince lo puso fuerte. A 180 km.

    Mirando al cielo en velocidad le dije:
    - Lince. Esto. Esto es lo único que me importa. Lo demás me chupa un huevo.

    El Civic andaba bien fuerte. Y las nubes pasaban eclécticas.
    Se reía Lince, pero en silencio. Y al ratito mientras yo miraba la velocidad en el cielo, respondió:

    - Estas empezando a entender nene.

    En ese momento era Lince el amigo con el que laburaba. ¿Se entiende mejor ahora?

    El Tekno futurista sonaba fuerte. Los palos de luz iban pasando a ritmo. Me reía a carcajadas mirando el cielo a través del cristal. Él sorete se reía también, y me miraba por el espejito. A veces me miraba. Cuando no me miraba podía ver a su ojo en el reencuedre del espejito mirando la ruta que transpiraba enllantada; mientras Lince tomaba el volante fuerte de su Honda Civic y pisaba el acelerador muy nervioso y con precisión.

    Lince era petiso. Flaquito. Tenía una Barba bohemia. A aveces esa barba estaba: "en situación de calle". Así es como a veces lo nombraba el socio de Lince y le decía al resto de sus socios:

    - Che lo tengo a Lince acá en situación de calle, y no me tirar render.

    Pero al igual que el Civic, Lince galopaba intensamente. Lince le daba duro.
    Su ojito estaba ahí reflejado en el espejito del conductor. El espejito reflejaba el ojo de Lince que a su vez reflejaba la velocidad de la autopista. Y cuando no me miraba por el espejito, yo miraba a través del espejito su pupila abrirse, expandirse y retraerse 200 veces por segundo. El ojito estaba dilatado. Si mirabas bien se podían ver algunos capilares ensangrentados inflamados.

    Es en su ojito que se reflejaba cada borde, cada obstáculo y línea de la carretera que avanzaba con la Pantera.

    Una máquina era el Lince.

    Una máquina adentro de una máquina.

    Panamericana, con mucho huevo duro, el parabrisas roto, quebrado porque pasamos el peaje sin detenernos ni un segundo. Agarramos rápido hacia a la izquierda colocándonos hacía el carril de máxima velocidad. El civic estaba a plena Lanza con el Tekno sonando orquestalmente y sin ningún síndrome de abstinencia. Y ahi pasa una moto, y ahi pasa la otra, y ahí pasa el centinela.

    Nos chupa un huevo ya. Lince me mira y apunta su mirada hacia el acelerador. No había más pedal.

    Recoleta San Isidro en 3 minutos. Donde la viste forro. Donde la viste, por dónde salió esa moto negra con llantas doradas? Ahi paso la muy puta estaba ella con su Pantera a 250km por hora. No la pudimos ni escuchar. Rugía en silencio con mucha mucha desesperación. Lince me mira y putea a la madre bien criolla la muy puta. Pasó la pantera a 260 km como una bala.
     
    #1

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