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Código de Baldosas

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Cris Cam, 19 de Febrero de 2019. Respuestas: 2 | Visitas: 348

  1. Cris Cam

    Cris Cam Poeta adicto al portal

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    Código de Baldosas

    El parque estaba crecido. Era hora de que la mano del hombre interviniera, antes de que desde la espesura me saltara un tigre... o un sapo. Hacía rato que no sabía del patio. Fuí al hiper, compré herramientas. En la caja dejé el hacha, me pareció demasiado agresivo para mi pequeña selva. El sol de primavera me acompañó. Por la tarde, tratando de cercenar lo menos posible, vi que todo era bueno.

    Barrí y junté las hojas y ramas secas, tomé la manguera y comencé a regar sobre los brotes tiernos. El chorro de vez en cuando caí de lluvia fina y me regalaba tenues arcos iris, otras de torrente, levigando la tierra, descubriendo los colores de las piedras.

    Fue entonces que pude rescatar los bordes conquistados de verde del patio. Hacía mucho tiempo que no tomaba conciencia de la falta irregular de las baldosas, en las dos últimas líneas. Noté como su alternativa presencia y ausencia expresaban un extraño dibujo.

    Por un momento, sólo me dediqué a hacer correr el agua entre las grietas, jugando con los arroyos de espuma y sales. Pero no tardé en intrigarme con el juego de sí y no, a lo ancho de los 6,40 metros del patio.

    Mientras tomaba un mate, tomé un lápiz y repetí el dibujo sobre una hoja. No tardé en percatarme que eso que repetí torpemente sobre el papel significaba algo. Algo que por cotidianeidad no había podido descubrir antes. Miré el papel un centenar de veces y cada vez volvía al patio que ya se escondía en las sombras de la noche. De pronto me vino la luz. Eso que yo tenía dibujado en mi patio era un mensaje. Me sentí Turing y quise develarlo. Jugué con todas las alternativas, hasta que concluí que si era un mensaje y dado que mi casa no era una herencia de los incas debía buscar en los códigos cercanos. Y me dije, empecemos por lo sencillo, y el más sencillo, aunque más ignoto, era un código binario, dudé si la baldosa de la izquierda, partida por la mitad era un sí o un no. Pero no tenía demasiadas alternativas.

    01101111011001001010000101101011

    01110010011001110110111001000101

    Esa noche no pude dormir. Era evidente que alguien me había dejado un mensaje, que durmió durante años en mi propio patio al amparo de mis rosas. ¿Quién pudo ser? ¿Una persona? Hacía mucho que yo vivía en esa casa y ciertamente no recordaba yo despejar las baldosas mas que de las matas de pasto. No, era evidente que no era humano. ¿Un fantasma de un ser querido que aún después de la muerte me amara? ¿Un ángel? ¿Algún dios misterioso?. No lo sabía. Lo que sí sabía era que ese mensaje estaba en mi patio y que por lo tanto era para mí. De alguna forma me habían elegido para comunicármelo. Y ya no dormiría hasta descifrarlo.

    No quise compartirlo. No quise que alguien me robara la gloria de ser yo el receptor de un mensaje que quizá modificara el curso de la historia o simplemente de mi propia historia. Un mensaje que me dijera como desterrar la injusticia del mundo o donde encontrar a la mujer que tanto busco.

    Algo era cierto. No sabía nada de códigos. Algo había aprendido en las somnolientas clases de matemática. Pero sabía tanto de código binario, como del Calendario Maya o como contaban los días los esquimales. Nada de nada.

    Dormido como estaba a primera hora de la mañana entré a la biblioteca, pedí un libro pertinente. La impertinente fue la bibliotecaria: ¿Para su hijo? – me dijo. Si, claro le contesté, cuando en realidad le quise decir y a vos que carajo te importa, no tengo hijos. Pero era evidente que el sueño me jugaba en contra porque la niña me seguía sonriendo mientras me acercaba el libro por el cual tuve que firmar un vale para llevármelo a casa.

    ¿Que es la matemática? De Courant Robins. ¿Que me habrá dado?. Leí el prólogo y me tranquilicé, era un libro que enseñaba matemática al hombre común, algo así como enseñar a reparar trasbordadores espaciales. Busqué el capítulo en el índice. Y me puse a estudiar como un chico.

    Ven, me dije, si hubiéramos empezado por ahí, quizá un día le habría prestado atención a la vieja esa, con Cristina, la flaca, fue tan distinto, aún tengo los recuerdos de los logaritmos y su relato del 20 de junio, sucesiones y la visita a Gaspar Campos, complejos conjugados y Evita la Patria Socialista. Cosas que no aprendí, no aprendí sobre números imaginarios, ni de patria, ni de socialismo. Quizá por eso yo me quedé entre imaginarios fantasmas y ella tuvo que aprender francés y sueco. Pero binarios, lo enseñó la vieja, que recitaba de memoria los casos de factoreo como yo la tabla del cuatro. ¿Que cosa, no? Me recordó esos religiosos que te llevan de la mano a Dios, y esos otros, la gran mayoría, que lo confunden con un despiadado general en guerra.

    Me serví otro café. Por fin, comencé a entender del tema. Aprendí a interpretar código binario, numeración hexadecimal, octal y otras yerbas, pero no era todo lo que buscaba, hasta que una nota al pie de capítulo me tira una pista.

    Al parecer había una relación entre los números y el lenguaje. Símbolos, estructura, reglas, decía el autor, como el lenguaje hablado. Eso, eso, me dije. Cuando reprodujo la primera palabra del mensaje de la Pioner X. Una enorme sucesión de ceros y unos sólo para decir “Hola”. Eso era lo que buscaba. Y parecía que me acercaba a la verdad. Volví corriendo a la biblioteca, y traté de explicarle a la chica que era lo que quería. Me miró con amable desdén: “Ah, código ASCII”, me dice. La miré con cara de: “Ja, ¿A qué no sabés como se ajustan los tiros de un barrilete?” Pero no, asentí cordialmente.

    Regresé a casa. Dispuesto, ahora sí, descifrar el mensaje. Cada minuto que pasaba estaba más cerca y la ansiedad me carcomía. No sabía si sería titular de algún diario o una exposición entre eruditos filósofos. Luego de muchos intentos pude finalmente llegar a reconocer la equivalencia entre grupos y letras. Me alegré cuando pude reconocer las cuatro primeras, o d í e , ¿odie? ¿Odiar? ¿Amar? ¿A quien? Seguí, y la secuencia no pareció nada clara, r g n E. Yo a punto de descubrir la verdad del universo y no podía interpretar cuatro tontas letras. Hasta que la única verdad vino a mí. Reordené, inverté el orden de las letras. Para decirme lo que yo hacía mucho ya sabía:

    Engreído.
     
    #1
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  2. Manolo Martínez

    Manolo Martínez Poeta fiel al portal

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    Excelente presentación, mi estimado Cris Cam; sin falsos halagos, tu prosa es de otro nivel amigo...
    te felicito y me alegra poder leer en este espacio tan entretenidas letras... ya leí la mayoría de tus presentaciones y merecen la misma crítica: son excelentes. Ya las iré comentando en mi corto tiempo porque te lo mereces...

    Te envío un gran abrazo.
     
    #2
    Última modificación: 19 de Febrero de 2019
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  3. Cris Cam

    Cris Cam Poeta adicto al portal

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    Gracias, Manolo. Este pretendió ser una mezcla de cuento de ciencia ficción con humor.
     
    #3
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